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Hablando de falas

La situación lingüística de Cudillero y de Asturias

"Le parler de Cudillero". Así lo llamó Bernadette Paringaux hace más de medio siglo, cuando se estaba convirtiendo en un grado intermedio entre el pixuatu y el habla de los aldeanos o bable occidental?

B. Paringaux, hispanista y profesora de español, actualmente es editora de literatura española en francés. El año 1965 obtiene la Licenciatura en Castellano por La Sorbona. Y en 1966, tras seis años de estancias temporales en Asturias y Salamanca, realizó el trabajo de campo -"El habla de Cudillero"-, de investigación lingüística o tesina, para el Diploma de Estudios Superiores de la Facultad de Letras, Instituto de Estudios Hispánicos, La Sorbona (París). Fue director de Investigaciones André Martinet, eminente catedrático de lingüística, cuyo conocimiento clave de la fonología es patente en el método de trabajo. Contó como informante con Elvira Bravo, profunda conocedora del pixuatu, como es manifiesto a lo largo del estudio descriptivo, y autora de la Amuravela en ese pixuatu a partir de 1947, año hasta el que se escribía en castellano. B. Paringaux, recientemente, ha sido galardonada con la XL Amuravela de Oro en reconocimiento de ese trabajo.

Tan sólo una década antes -1954-, el especialista L. Rodríguez Castellano no incluía el pixuatu en sus trabajos sobre el bable occidental cuando el azar le trajo un ejemplar reciente de la Amuravela.

El argumento central de esa tesis -los cambios producidos a lo largo del último siglo en la situación lingüística de Cudillero- es muy claro: "Hace sólo un siglo, entre los pescadores, en el fondo de la villa -el anfiteatro- no se hablaba más que el pixuatu, considerado diferente por el resto de habitantes del concejo... A un kilómetro de la Villa, sin embargo, el habla presenta todas las características del bable occidental". Pero la autora da una de las claves esenciales para entender la deriva lingüística de las falas: ... un grado intermedio entre el pixuatu y ese habla de los aldeanos o bable occidental: se trataría del caízo, hablado en la parte alta, separada del fondo por un puente.

Puente, que en realidad, representa la transición desde el pixuatu hasta el casi castellano que se acaba hablando en todo el dominio lingüístico asturleonés. Diacrónicamente -o con el paso del tiempo- por la Cai arriba, se va perdiendo la nuasa fala, transformada en caízo... para acabar en bable aldeano u occidental, que finalmente, y siguiendo el mismo proceso, será dialectalizado por el castellano.

Así que, más allá de los deseos del sedicente nacionalismo astur, las falas son "cosas" vivas y, como los hablantes, no dejan de evolucionar: hoy, ese bable está acabando ya de sufrir el mismo proceso que el caízo... se ha convertido masivamente en un mal castellano -usando los términos de Paringaux-, que aún conserva rasgos característicos del bable occidental.

Ese puente físico, pero también lingüístico-cultural, representa una situación diferente o contraria de la disglosia o sistema de dos lenguas: no se habla lo uno o lo otro, sino ese grado intermedio o amestao. Tipo de mezcla que se reproduce hoy en toda la provincia -donde se habla lo mismo-, con la única variante del grado de amestao de la fala local con el castellano. Recuerdo haber crecido justo donde estuvo situado ese puente: oía hablar a mi madre con las mujeres de abajo, de la marina, en pixuatu casi puro, entretanto me conminaba a hablar como Dios manda? Pero alrededor se iba imponiendo el amestao, y cada regreso de Castilla, hasta la aparición de los nacionalistas radicales astures, no he oído hablar otra cosa en esta tierra?

Esa deriva del caízo, descrita magistralmente en la tesis de B. Paringaux, es la clave que explica la relación diacrónica (o transición) entre los bables y el castellano: "Si en los sesenta existía bilingüismo, ya era entre el pixuatu y el castellano. Entre el pixuatu y el asturiano ya no ocurría, se habían amestao en el caízo...". De manera que esa degradación -o grado intermedio- es precisamente lo que diferencia la realidad lingüística de Asturias de las comunidades autónomas bilingües; que en cualquier caso, presentan dos realidades lingüísticas bien diferenciadas: el castellano de un lado y la lengua local de otro; claramente en Vascongadas, casi en el mismo grado en Cataluña, o con ligera mezcla, similar a la nuestra, en Galicia.

Un vistazo a esa realidad, a la realmente existente -como decía aquella secta política-, revela que los hechos históricos que sí acontecieron fueron la pérdida de la hegemonía política astur-leonesa en favor de Castilla, a partir del s. XIII, con el consecuente desplazamiento del asturleonés por el castellano. Con lo cual pervivieron hasta mediados del siglo XX un racimo de "falas"; las actuales trasmontanas reconocidas: central, oriental y el más gallego que asturiano occidental; las cismontanas como palluezus, extremeño, berciano, además del mirandés, hoy segunda lengua oficial de Portugal; o "falas" locales como las de Colunga, Cabranes, Pajares, Vega de Rengos o Cudillero... ya fijadas en distintos trabajos académicos o tesis. La imposición -inmersión educativa, social o mediática- de una versión normalizada, sin embargo, haría desaparecer sin remisión las auténticas falas de nuestros mayores. Esas nuestras falas, pues, son el resultado histórico de lo que Menéndez y Pidal considera: "... un dominio románico que rebasa históricamente los límites de Asturias", al que llama leonés y que acabaría siendo dialectalizado por el castellano desde la baja Edad Media".

Ese castellano al que el destino deparó un oficio muy otro: el de koiné o lengua de intercambio en los caminos de la llanada del Duero. De manera que el habitual mal entendimiento con los vascones fue tejiendo algo -un pigdin- con lo que pudieran entenderse, con palabras de aquí y de allá. Como muy bien explica el lingüista Ángel López García en "El rumor de los desarraigados": el proceso de formación del español, que no castellano, respondía a la necesidad y afán común de entenderse de los pueblos peninsulares en el alto Medievo.

Situación aceptada en general con naturalidad hasta los decretos de nueva planta del XVIII y las discordias nacionalistas del XX. Cuenta magistralmente ese ensayo cómo lo van usando, entre préstamos de hablas y territorios, los hispanos trasterrados desde el s. XIII, en su avanzada a colonizar el sur. Por eso, justamente, fue la lengua de todos... (nunca fue la lengua privativa de Castilla). Y de ahí partió el español, ahora con oficio de koiné entre la segunda comunidad lingüística del planeta.

En esas estábamos cuando al general se le ocurrió morir en la cama: entonces el péndulo de la Historia comenzó a dejarnos libertades sin cuento, pero el trato tenía trampa: se pactó un futuro de libertades, pero unos resultaron más iguales que otros.

Los arquetipos suelen ejercer una fatal atracción y, aunque tarde, el irredentismo también llegó a prender en Asturias: entonces comenzó la búsqueda de las señas de identidad? si tocamos la gaita -como los irlandeses o escoceses-, nos reivindicaríamos celtas, pues. Pero la historia y la genética son caprichosas: el ADN de los "gallegos" tiene más similitudes con el norteafricano que el de los mismos granadinos, a pesar de la dilatada presencia musulmana en el sureste peninsular (resultados del reciente estudio genético elaborado por las Universidades de Leicester y Pompeu Fabra). A lo que se suma al rechazo de Asturias y Galicia, en 1986, por la Liga Céltica Internacional. El argumento era incontestable: la inexistencia histórica de lengua celta.

Venía a decir Don Julio Caro Baroja -profundo conocedor de "los pueblos del norte de la península"- que en ocasiones viajan las ideas o la tecnología, llevadas o traídas por escasos individuos. Así que lo que las dos oleadas -minoritarias- celtas sí nos trajeron fue la cultura del hierro. Lo cual, la arqueología y la genética, coinciden en que nuestros ancestros, mayoritariamente fueron yamnayas de las estepas del sureste europeo, además de mediterráneos, seguramente de las dos orillas.

Con tales antecedentes o antepasados, parece disparatada la necesidad de nuestros "aberzales" de ignorar o tergiversar los repetidos pronunciamientos de Menéndez Pidal: "El dialecto leonés", "Orígenes del español"; Alarcos Llorach: "Fonólogía española" (los diptongos); Rodríguez Castellano: "Aspectos del bable occidental", coincidiendo en el carácter dialectal de las falas. Del mismo modo que a Lapesa o a Jovellanos, a quien no se le escapa -a pesar de los intentos de institucionalizarlo- esa especie de estatus intermedio entre lengua y fala en que se quedó el bable (en el documento que recoge el proyecto de Diccionario lo llama dialecto, sin más). Al mismo Martinet, al dirigir la citada investigación, no se le ocurrió estar ante la quinta lengua de la Península. Así que imaginamos a Roland Barthes revolviéndose en su tumba ante la apología que intelectuales orgánicos o políticos hacen de "la llingua oral?" con voces que hemos pagado a escote. Esa necesidad -la de nuestros "abezales"- explica la obsesión de la normalización/institucionalización: "Para que sobreviva, hay que hacer una ley que obligue a respetar el asturiano, tanto si gusta como si no". Lo que en realidad significa un proceso de inmersión lingüística, a la vez que el maná del presupuesto.

El problema radica en que esa no es la prioridad de Asturias. Lo son la inminente despoblación del Occidente o qué fue de la industria de Avilés, o de los fondos mineros de los "Villas", mientras Mieres y las Cuencas pierden hasta población y sus facultades no atinan a pensar que con tanto carbón -sin saber ya qué hacer-, el futuro será de grafeno, ¿verdad? O el Huerna con peajes y sin descargar la contaminación del Pajares, y la caballa pa'los vascos, el Muselón -puerto sin barcos- esperando a Godot?

Entretanto, continúan insistiendo en el monotema identitario-ligüïstico en los medios y en la enseñanza: a otros les ha salido bien. Eso piensan? otros, más europeos vocacionales, pensamos que esa escuela de pujoles o "jaunaks" es una concepción reaccionaria por supremacista; exactamente lo contrario de más Unión de Europa? y que llevaría al nacionalismo asturiano a la aporía de ser más españolista que España.

Pero tal asunto -el de la lengua que no acabó de ser- lo que de verdad parece es un efecto placebo de la situación de una Asturias acomodada en la melancolía tras el Pajares. Y seguramente así es como se la ve desde el otro lado.

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