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La talla humana de Ramón el de la Llongar

El fallecimiento de un cangués trabajador infatigable y hombre solidario

Conocí a bastantes Ramones, pero ninguno de ellos con la arrolladora personalidad y talla humana de Ramón Blanco, "el de La Llongar", fallecido recientemente. Un paisano de los pies a la cabeza, que disfrutó de la vida a su manera, granjeándose la simpatía de infinidad de amigos, aunque algunos se le adelantaron hacia el más allá tiempo atrás. De fuerte personalidad, aunque de gran corazón, siempre demostró su vena más solidaria a la hora de acompañar a los familiares de los difuntos, sin distinción ideológica, tanto en la ciudad de Cangas de Onís como en muchos núcleos rurales del concejo.

La figura de Ramón, "el de La Llongar", permanecerá solapada entre quienes lo tratamos en vida a portar infinidad de ataúdes desde los domicilios de los finados -cuando aún no había tanatorios por la zona, ni mucho menos coches fúnebres- hasta la antigua iglesia de Cangues d'Arriba y, seguidamente, a llombu al cementerio parroquial. Pepe Cuesta, "Monchi, el de Antona" o Ramón "el Riveru" eran otros habituales personajes cangueses en llevar a hombros la caja, enfilando cuesta arriba La Carreterona. Sin duda era otra época, pero no demasiado lejana.

Ramón Blanco Vega nos dejó el pasado viernes 27 de julio, después de una serie de achaques lógicos de su edad -contaba 88 años-. Al día siguiente, decenas de cangueses le despidieron en la iglesia parroquial de Santa María, la misma en la que siempre estaba aguardando la llegada de algún coche fúnebre para ser el primero en abrir las puertas y ayudar a subir la caja del fallecido por las escalinatas de acceso al templo. Sus amigos, con los que compartía tertulia en "El Polesu", allí estaban en primera fila ese día para despedirle, arropando a sus familiares.

Trabajador infatigable -prestó servicios durante más de cuatro décadas en el antiguo macelo cangués como matarife-, colaboró muchos años con las comisiones de las fiestas de San Antoniu "bailando" con su peculiar gracejo los Xigantes y Cabezudos, en infinidad de ocasiones en compañía de Manolo Valle, "Virgilio". Eso sí, su porte, su figura, también nos quedarán adscritos a la que fue su compañera de viaje: una bicicleta Orbea, del año 1945, adquirida por 425 de las viejas pesetas en el comercio "El Barato".

Asimismo, en su afán bondadoso y solidario como el que más, su casa particular de "La Llongar" siempre estuvo abierta de par en par, sobremanera para todos aquellos chavales que, desde hace medio siglo, empezaron a surcar las aguas del páter Sella iniciándose en el mundo del piragüismo. Allí siempre hubo ruido de niños y niñas, a pie de río, todos soñando con llegar a ser importantes en ese deporte de la pala y la kayak, fuesen del Club Piraguas Sirio o luciesen los colores del Club Piraguas La Llongar. Muchos de ellos le van echar de menos. Seguro que sí.

Sólo rememorar la emotiva anécdota registrada el 27 de julio. Ramón, y uno de sus mejores amigos, igualmente octogenario, Fernando Blanco, "el de Casa Campu", residente desde hace décadas en México, ahora disfrutando de su periodo vacacional en Cangas, tenían guardada una promesa desde hacía mucho tiempo. Quien primero falleciera de los dos se encargaría de abrir las puertas principales de la iglesia con motivo del funeral del otro. Así aconteció: Fernando cumplió lo prometido en la despedida de su amigo, tanto a la entrada como a la salida del féretro. Gente de palabra.

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