Gracias, ésa es la palabra que me viene a la mente cuando pienso en Luis "el de Cangues de Arriba", sacristán y jardinero durante más de 50 años en Cangas de Onís, primero con don Juan, después con don Luis y posteriormente con don José Manuel Fueyo, y también ayudando a todos los vicarios parroquiales que hemos tenido: don Jaime, don Manuel Ángel, don Rubén, don Alejandro... Seguramente se me quede alguno, pero tras más de 50 años colaborando en la parroquia ha decidido decir adiós tras un altercado con uno de los párrocos actuales. Noticia no privada, sino pública y cualquiera que quiera puede preguntar a Luis los motivos de su decisión, los cuales no voy a entrar a detallar.

Si me preguntas quién es Luis para mí, sólo puedo decirte que para mí eres como un miembro más de mi familia, uno de mis mejores amigos, a quien quiero y respeto. Siempre recordaré cómo me acogiste en la parroquia, cómo me enseñaste a ser acólito, cómo me ayudaste a quitar el miedo a leer en misa, a usar el incensario, a preparar el altar, etcétera.

Recuerdo con cariño cuando en Cangas teníamos una comunidad cristiana viva, una comunidad neocatecumenal que se reunía todos los miércoles en la sacristía para celebrar la palabra, y tú siempre me invitabas a participar, me enseñabas el carisma neocatecumenal de servicio y sencillez, entregabas humilde y oración al servicio de la Iglesia, no sólo él, sino todos los que allí nos reuníamos, Mari Carmen, Carmen Narganes, don César, Solita, don Luis, Pepina, Luisina..., es imposible nombrarlos a todos sin que me quede alguno, con lo cual pido perdón a los que dejo sin nombrar. (Qué pena que no quede una comunidad en la parroquia).

Miro atrás y me vienen a la mente tantos y tantos recuerdos compartidos contigo en la parroquia, tantas tardes de Semana Santa preparando el monumento, o los días previos al Corpus la preparación de la procesión, los Viernes Santo estar juntos a las siete de la mañana en la iglesia ya para rezar las laudes, los Jueves en la hora santa prepararla en conjunto con don Luis, las subidas a los payares y bajar corriendo porque llegaba la hora de la misa y teníamos todo sin preparar y un sinfín de anécdotas vividas junto a un santo varón que dio más de la mitad de su vida a servir a la Iglesia desde la vocación a la que ha sido llamado. No se nos olvide que somos los laicos los que servimos a la Iglesia y los que hacemos Iglesia, no los curas.

Luis, esta carta a este medio no es más que un humilde agradecimiento por todos los años de servicio, de entrega y de trabajo en la que era nuestra casa. Nos hemos peleado mucho porque teníamos formas distintas de entender muchas veces la liturgia o de cómo posicionarse a favor de una postura u otra cuando había distintos sacerdotes y tocaba posicionarse, ahí siempre nos chocábamos, tú más conservador yo bastante más liberal en ese sentido, pero siempre acabábamos con un café y se nos pasaba.

Gracias, Luis, por todo lo que nos has dado y enseñado a todos los jóvenes que hemos pasado por esa parroquia de Santa María, perteneciente ahora a la UPAP de Cangas, Onís, Ponga y Amieva. Gracias en nombre de todos los que formamos o formábamos parte de esa comunidad. Sé que esta carta va a traer consecuencias, como las ha traído la carta de agradecimiento a José Manuel, pero por si algo me caracterizo es por no doblegarme ante ningún poder, y mucho menos ante el poder eclesiástico asturiano; como sabes, desde que marchó don Carlos, la Iglesia asturiana navega como un barco sin capitán.

Gracias, Luis, por tanto, podría seguir, pero se me terminan las líneas disponibles para esta carta de agradecimiento, y este año echaremos en falta el repique de las campanas durante la novena a San Antonio, aunque déjate tú, con tantos cambios igual no tenemos ni novena, quién sabe. Gracias una vez más, Luis, y no te olvides de que Dios te ama con corazón de hombre.