Vivo en Oviedo. Todos los días paso por delante del Tribunal Superior de Justicia. Saludo a los guardias civiles que custodian y protegen el edificio y a sus usuarios, e incluso hay días que intercambiamos algún comentario.

"Se nos va D. Alejandro", me han dicho hoy. "Buena gente", añadieron. Y hablamos unos momentos de él. Yo sabía que se jubilaba, pero conocedor de la afabilidad del magistrado no me sorprendió el lamento, a la vez que cercanía, que entrañaba el comentario hacia la persona de la que yo presumo ser su amigo.

El Ilustrísimo Señor D. Alejandro Criado Fernández, magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Principado de Asturias, se retira por imperativo de la edad. Con nostalgia presagié que tal retiro distanciaría los encuentros casuales en los que indefectiblemente compartimos las novedades de nuestros respectivos entornos sociales, familiares o de Ribadesella.

Intuitivamente rememoré su prestigioso recorrido profesional y el de la relación personal. El primero adquirido por referencias, el segundo ya por vivencias.

Supe de él y lo ubiqué, recién aprobada su oposición a la judicatura, examinándose del "práctico" del permiso de conducir. Recuerdo cómo me llamó la atención su capacidad de autocontrol para disimular el nerviosismo. A partir de ese momento fui enterándome de progresos y ascensos que le llevaron fuera de Ribadesella y también de Asturias.

Volvimos a coincidir en la demarcación riosellana: él ya juez de instrucción que "juzga y sentencia", yo participándole hechos que juzgar y sentenciar, o acudiendo raudo a sus requerimientos judiciales. Esa relación obligada inició un principio de confianza que el tiempo convirtió en atisbo de amistad. Y me hizo seguidor interesado de su evolución profesional, que le llevó a magistrado del Tribunal Superior de Justicia, donde siguió juzgando y sentenciando enraizado en el "in dubio pro reo", encorsetado por el "más vale delincuente en la calle que inocente en la cárcel", e influenciado quizá del relativismo hamletiano donde prima más la certeza relativa que las verdades absolutas...

Sea como sea, está en la cúspide de una profesión relevante, máximamente valorada, de todos apreciada y donde nada se regala. Culmen -creo que voluntario- de una carrera que, obviando otras cimas, le permitió no prescindir de Asturias, de Ribadesella, de familia, de vecinos, de amigos... Y de ello, señoría ilustrísima, nos alegramos.

Sí, de aquellos encuentros puntuales por trabajo salieron actividades de ocio coincidentes con amigos comunes.

Tenis "sui generis", donde mi pareja de dobles -compañero de profesión- y yo nos enfrentábamos a las "puñetas" de él y del fiscal que le acompañaba, y desde entonces irremplazable, Julián. No faltaron espectadores que acudían a la cancha no para admirar nuestro juego, sino para vernos reñir y oír las broncas que, desgañitado, nos echaba Pedro el de Marilar, que aún hoy nos lo recuerda desde el alto del barrio de La Cuesta.

¿Y las rutas en bici? Las idas discurrían con normalidad relativa, pero impepinablementente los retornos eran "revientapiernas". Alejandro, en esos momentos sin usía; Julián, también a secas, y Luis el de Arias, que no tenía "puñetas" pero era "puñetero", tiraban como si de profesionales se tratase, pues al parecer en los años mozos habían sido ciclistas amateur federados. La mínima "tachuela" para mí era El Angliru y Antonio el de Manín amenazaba con comprarse un maillot amarillo. Bien es verdad que nunca supieron por qué se les salía con tanta frecuencia la cadena.

Pesca de "litoral sobre roca" que a ninguno se nos daba bien, aunque algunos, cuando se avistaba tormenta, abandonaban los aparejos más rápido que otros. Descenso grupal del Sella en canoas de goma comandados por ineptos remeros, con pescadores jurando en arameo, bable y esperanto, hasta que alguien decidió limitarse a dejarse llevar por la corriente hasta llegar a Llovio...

¡Ah!, no todo era actividad física, también ejercitábamos el intelecto practicando el trivial, donde alguno se indignaba porque no admitíamos "bambi" como especie de cérvido.

Soy consciente de lo moñas de estas anécdotas, pero junto a otras muchas similares testimonian la proximidad de un amigo.

Anécdota e inmediatez que se torna seriedad y grandeza si analizamos el perfil humano de nuestro pronto jubilado, que lleva décadas empecinado en recordar, ensalzar y dar a conocer la historia y sentir de Ribadesella y sus gentes, mostrándonos su faceta de solidaridad y vocación de servicio.

Y lo hace dirigiéndose al riosellano de naturaleza, y al riosellano estival, y con el propósito de convertirlo en riosellano de adopción busca que el mensaje llegue también al forastero.

Para conseguirlo, aglutina con su empatía un equipo sinérgico, práctico e inteligente que acumula un encomiable acervo de valores morales y culturales con conferencias, firmas prestigiosas, acercamiento a otros grupos, viajes, etc... que exige proyecto imaginativo, organización práctica y dinámica ejecución.

Fruto de esa solidaridad nace la Asociación Cultural de Amigos de Ribadesella (ACAR), de la que es presidente y motor "desde tiempo casi inmemorial" nuestro ilustre y futuro jubilado. Asociación que se explicita a través de su revista "La Plaza Nueva" -"guapa" ya desde el logo- y de su web, informándonos de novedades, eventos, actividades, premios literarios... de interés para el entorno riosellano. Asociación que es soporte del Premio Farín -este año la decimonovena edición-, creado "con el único afán de reconocer la labor de personas, grupos o entidades... en pro de Ribadesella...".

Y esta ingente labor, esta febril actividad profesional, lúdica y personal, a la que habría que añadir coros de música, profesor de universidad, amigo de la opera, caminante rutero... y ahora también una preciosa nieta, las compagina sin estrés aparente, pues siempre tiene tiempo para un saludo reposado cuando se encuentra con un amigo.

Posee bonhomía sin ingenuidad. Es incapaz de mentir, a lo máximo que puede llegar es a omitir. Rebosa empatía, respeta las convicciones de los demás ante una situación, pero no duda en defender las suyas propias expresándolas en el momento propicio y de forma adecuada. Desprende una fiabilidad que da confianza y que con el tiempo termina en amistad. Y de ello doy fe y a todos los que le conocéis os pongo por testigos.

No sigo, solo quería decirle adiós y que será un honor poder caminar a su lado.

Pero... acabo de darme cuenta de que sin saberlo, sin proponérmelo, simplemente narrando hechos acaecidos y percepciones habidas, he puntualizado las cualidades que describen y definen a un prócer, a un prohombre.