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Relatos sobre vitela

Los monasterios

Desde hace tiempo, con muchísima satisfacción no exenta de una buena dosis de expectación, asociaciones jacobeas de ámbito nacional e incluso de fuera de nuestras fronteras, así como grupos de caminantes, a título individual, me solicitan información acerca del tramo de la ruta jacobea de la comarca centro-oriental conocido como la ruta de los monasterios. su trazado, extensión, alojamientos, patrimonio, puntos de interés, etc. etc.

Me sorprende gratamente este interés al comprobar el rigor y planificación que los peregrinos aplican en la programación de sus itinerarios, en ocasiones al margen de los caminos oficiales y, por tanto, buscando rutas alternativas, tal como es ésta, que no por desconocidas ofrecen el bagaje histórico y monumental que atesoran todos los caminos de Santiago. En efecto, acuñamos el término ruta de los monasterios hace ya bastantes años cuando preparábamos la documentación del Camino Jacobeo que atraviesa el centro-oriente de la región. Nos pareció muy significativo que en el espacio aproximado de los 40 Kilómetros que tiene el río Piloña a su paso por los concejos de Nava, Piloña y Parres, se asentaran durante la Edad Media tres fundaciones benedictinas situadas en el ámbito municipal de cada uno de los tres concejos reseñados. Al verter sus aguas El Piloña al Sella, una cuarta fundación, en este caso masculina, la de San Pedro de Villanueva.

Es cierto que en aquellos años en los que se trataba de relanzar el Camino Jacobeo de la zona se editaron folletos de este recorrido, y en forma de ponencia se expuso su trazado en algún congreso o Jornadas jacobeas; lo que no me podría imaginar es que pasado el tiempo aquellos testimonios quisieran ser rescatados por quienes intentan actualmente preparar el viaje hacia la Tierra del Apóstol.

Pues bien, estas tres fundaciones femeninas -san Bartolomé de Nava, santa María de Villamayor y san Martín de Parres- en las inmediaciones de la actual N-634, son los tres únicos cenobios benedictinos en el ámbito rural que la Orden tiene en Asturias. Su localización geográfica, en el entorno del camino real, a pocos kilómetros unas de otras y en la línea dibujada por el cauce fluvial del Piloña, es una excepcionalidad única en el panorama monástico asturiano. A sus respectivas hospederías se acogían los peregrinos que transitaban por esta vía de trazado llano y seguro. En realidad las tres tienen un origen similar, marcado por una larga etapa prebenedictina, contribuyen a su fundación ricos propietarios de la zona y la nobleza local. Logran construir su fábrica monástica durante el siglo XII bajo los cánones estéticos de un románico internacional difundido por las llanadas centrales de la región, y serán clausuradas en la primera mitad del siglo XVI manteniéndose como prioratos de San Pelayo de Oviedo hasta el siglo XIX, cuando las conocidas desamortizaciones inciden sobre este tipo de bienes.

Los restos monumentales y arqueológicos de ellas, aunque en algún caso descontextualizados, aún son testigos de mejores épocas que el peregrino aún puede contemplar en un itinerario pletórico de huellas jacobeas, que se esconden tras los serpenteantes escondites de una camino llano, repleto de una intensa flora siempre fresca y verde por la humedad de las aguas, que bajan a fundirse al Sella. Aquí, el cuarto monasterio al que aludíamos, el de San Pedro de Villanueva, en el contiguo municipio de Cangas de Onís. Parada y fonda para seguir a Covadonga o pórtico de salida para acercarse a San Salvador de Oviedo.

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