La muerte, ayer por la mañana, de Armando Álvarez Palacio se lleva gran parte de la historia del Club Patín Cibeles y de su mano del hockey sobre patines asturiano y español. Armando Álvarez fue uno de los jugadores fundadores del club en 1954, con el apoyo del mecenas ovetense y dueño de Chocolates La Cibeles, Tomás Moreno, padre de Pepín Moreno, uno de aquellos jóvenes integrantes del equipo que 26 años después se convertiría en Campeón de la Copa del Rey, en Salamanca.

Armando Álvarez no fue sólo jugador, como guardameta defendió la portería cibelista, sino que también dirigió el equipo como entrenador para, tras unos años de impasse, volver como presidente y llevar al equipo a lograr esa Copa del Rey de 1980, goleando (4-0) al Barcelona, convirtiendo Oviedo en una fiesta y al Cibeles en un referente nacional. De la mano de Armando Álvarez el equipo rubricó una brillante trayectoria que le llevó al subcampeonato de la Recopa de Europa en 1981 y a representar a España, como selección, en el Torneo Internacional de Montreux (Suiza).

Pero si notables fueron los logros deportivos obtenidos por Armando Álvarez al frente del equipo, uno de los mayores éxitos, y del que más orgulloso se sentía, fue el haber formado algo más que un equipo. El Cibeles fue y es una familia. Un grupo vivo, que agrupa varias generaciones y que aún sigue llevando con éxito (reciente ganador de la Evricup), el nombre de Oviedo por Europa, algo que también contribuyó a que LA NUEVA ESPAÑA les concediera recientemente el "Asturiano del mes".

Su bonhomía le convirtió en referente de los que fueron sus jugadores y acabaron convirtiéndose en parte de una gran familia: la cibelista. Los mismos que ahora empiezan a echarle en falta mientras recuerdan que él les enseñó a comportarse con caballerosidad y nobleza, en la pista y fuera de ella.