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Cura de soledad, terapia del alma

Unos días en el campo permiten encontrarse con uno mismo y meditar con sosiego

La cura de soledad que hicieron algunos amigos fue eficaz. La vivienda estaba en la cima de una ondulación de terreno. Desde la ventana se veía una pradera bordeada de sauces, alisos y álamos y un huertecillo que habíamos creado. El silencio, prodigioso, solo estaba poblado por los trinos de los pájaros que habían anidado en el haya, cuyas ramas se balanceaban blandamente cerca del balcón de piedra. Trabajaba por la mañana, disfrutando de aquellas horas tan apacibles, y después de comer amaba pasear a lo largo el río por el estrecho sendero del prado. Toda la vida que bullía alrededor invitaba a un sentimiento de humildad y sosiego. Pensaba que aunque los sauces y las golondrinas envejezcan igual que los hombres, no cambia nada el dolor personal que me produce la vejez. Y me pregunto ¿acaso es de vejez de lo que padezco? No sino el mal uso que hago de ella. Oración para el buen uso de la vejez. "Te alabo Dios mío y te bendeciré todos los días de mi vida". Caminando me detuve en un arenal al borde del cual se estremecía el río. Y alrededor del río existían piedras preciosas, que son como trozos de corteza de la madre tierra. Las lave con cariño y ternura hasta dejarlas brillantes las acaricie como si fueran seres vivos, dotadas de una vida sorda, oscura, misteriosa. Las encontré de varios colores. Todas son hermanas y sería interesante saber la historia de cada una; cómo fueron a parar allí al sitio donde las encontré, tal vez rodando por una pendiente o empujadas por una ola o por el aire.

También son mis amigas las plantas: la piel de la tierra, que es para mí la hierba. Si nos tumbamos sobre ella guardamos silencio, escuchamos los latidos de la madre tierra y es que ella es un símbolo de la humildad y sencillez y al igual que todas las cosas sencillas y humildes la tierra es blanca y acogedora, es suave y mullida y recibe con amor a todos los que caen. Además hay muchas clases de hierbas, medicinales, aromáticas e incluso comestibles, pero todas tienen un olor común, específico, todas huelen a campo y el campo huele a Dios

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