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Un día gris en el gran hotel

Los viajes por España y el color del cielo que va cambiando de una zona a otra

Yo quiero a España, a toda España, y es posible que nadie me gana en amor a mi Patria. Es la tierra de mis padres y lo que es de ellos es mío. Me gustan los días grises, me agradan mucho. Soy un coleccionista de días grises, como los días grises de Asturias, de Galicia, de Euskadi y Andalucía.

En Alicante, todos los años voy a San Juan y visito en Novelda a mis amigos de la familia Torregrosa. Siempre recuerdo al jefe Manuel. Allí el cielo es siempre de un azul purísimo, elevado. No llueve apenas y el aire vibra en su sequedad. El paisaje es gris, como la tierra y las montañas que son grises, y estos grises se desenvuelven suavísimamente. El azul del cielo, hace realzar la tenuidad de lo gris. En los rarísimos días grises es cuando el paisaje surge con todo su valor profundo y una dulzura inefable impregna las cosas. Otro verano fuimos a San Sebastián, a un hotel fantástico, en la playa de la Concha. La vida de los grandes hoteles me encanta. Los vestíbulos tienen una atracción profunda, donde se mezclan y charlan gentes diversas. Los pasillos son grandes y silenciosos alfombrados con grandes alfombras, y los cuartos cómodos y claros. En los comedores hay finos manteles y flores entre la fina porcelana. Hay en este hotel, o había antes, un profundo silencio que es admirable, no hay altavoces, ni charlas, ni ruidos de pisadas ni golpazos de puerta. Entonces una dulzura inefable lo impregna todo. El mar maravilloso, con las olas, en blando ir y venir, que avanzan por la dorada arena, y se retiran dejando una orla de blanca espuma. Probamos el agua. El agua del mar está salada y nadie sabe porque. No lo sabe nadie ni lo sabrá jamás.

Creo que la salinidad del mar es un misterio profundo que eternamente tendrá ante sí el hombre Mi amigo siendo ya hombre solía contar que la primera vez que vio el mar, experimento la sensación de ver algo que ya había visto muchas veces y tenía un pensamiento de amor. Nunca perdía la serenidad, se mostraba afable, siempre con la sonrisa en los labio y acogedor. Se sentía seguro de sus gestos y sus palabras. Las olas vienen y tornan. Los años vienen y no tornan mas. Decía que la juventud no se vive dos veces.

Contemplábamos el cielo alto y limpio como si nunca lo hubiéramos contemplado. Y entonces se presenta en la terraza del Hotel Continental Francisco Ferrer Monreal, acompañado de Madanme Duport. Ferrer era una persona de gustos refinados, creador de la Quincena Musical y Gerente del Teatro Victoria Eugenia, donde se representaba "La Bohème", una joya un modelo de inspiración y de sensibilidad teatral, la exaltación del parisino Barrio Latino, del café Momus, del joven grupo de bohemios, y Mimi, la tierna, dulcísima figura presa del mal que acabara con su vida. Artistas principales Luciano Pavarotti e lleanna Sinnone. Paco Ferrer era un gran conversador. Fue un día de máximo deleite y un ejercicio de la amistad.

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