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La Bomba Del Fontán | Las Crónicas De Bradomín

La marquesina

La huella en la ciudad de la marquesa de Cienfuegos

A la marquesa de Cienfuegos le había llegado el título como herencia de su madre doña Isabel González-Alegre y Vereterra, por enlace consorte con el titular, don José María de Pertierra y Madariaga; II Marqués de Cienfuegos (Cuba).

Doña Isabel Pertierra y González-Alegre de Madariaga y Vereterra, era una dama bajita de estatura, vivaracha y con carácter. De familia ovetense muy conocida por ambas ramas. Persona de alto copete. Extravagante en el atuendo: gustaba vestir suntuosas pieles y tocados de lo más sofisticado. Llamativos borceguíes calzaban sus diminutos pies. Tez blanqueada por el estuco de los polvos de "coty", clásicos de tiempos pretéritos, aliñados con aparatoso colorete.

Cuando pasaba temporadas en su casa de Oviedo, solía formar parte de la decoración del café Peñalba en las cotidianas meriendas que las elegancias de la ciudad habían convertido en rito ineludible de distinción. Muy notorias solían ser las fiestas que con frecuencia daba en su domicilio (calle Cimadevilla). De esas se desprende el latiguillo que corría por la ciudad: "Marquesina, marquesina, cómo te están dejando la vitrina". Los amigos de lo ajeno no hacen distinción.

Cuenta Emilio Sagi, en una entrevista, que cuando él y sus amigos de juventud ovetenses tenían algo de dinero, iban a cenar al hotel Principado. "En el comedor siempre se encontraba sentada la marquesa de 'espaldas al mundo' en una esquina, y que utilizaba el pequeño espejo de su polvera para controlar lo que sucedía a su alrededor. "Comía y cenaba puntualmente en aquel sitio y para terminar pedía con un sonoro carraspeo y voz de ultratumba: ¡la tarta!".

En el libro "Historia del Hotel Principado", escrito por el periodista y comunicador Carlos Rodríguez, sobre la marquesa cuenta lo siguiente: "En un principio vivieron allí la madre y la hija, pero tras crear algunas complicaciones la dirección les pidió que se marcharan. Tiempo después, continua, volvió la marquesa al Principado y allí permaneció durante años". Según cuenta el autor, parece ser que discutía mucho con otra clienta y amiga suya, Teté Alonso, y que siempre aparecía demasiado pintada (¿?).

Por mi parte quiero aclarar que la estancia en el hotel de madre e hija tuvo que ser anterior a 1950, ya que en esa fecha la hija, que es la que nos ocupa, ya había heredado el título.

Su presencia suscitaba sabrosos comentarios. Según las lenguas del murmurio local, se decía que que vivía con estrecheces... Lo que resulta incuestionable es que le alcanzaba para poder alojarse en el hotel Principado con carácter permanente.

A la marquesa, "Itina" para su círculo de amistades, la recuerdo durante bastantes años ya que falleció en 1989. Por razones que no vienen al caso, tuve la oportunidad de tratarla en alguna que otra ocasión y puedo asegurar que su indumentária, al margen de modas y gustos, no eran precisamente baratijas. Tuvo que pagar el costoso peaje que en este terruño conlleva el ser independiente y diferente a la tribu.

La mala uva forma parte de la idiosincrasia carbayona, de la que en esta encorchada ciudad siempre hubo abundante cosecha. De la ironía local trataron ilustres plumas. Puede que una de las más atinadas, a mi entender, sea la del profesor Santiago Melón: "la fina ironía ovetense queda reducida a una élite intelectualizada, abundando en la ciudad muy mala uva: sarcástica y despiadada".

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