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Archivero de la Catedral

Las benedictinas de San Pelayo cierran su taller de restauración

Cincuenta años de una actividad de intensas repercusiones culturales

Me había enterado estos últimos días, cuando Sor Rosario, la encargada del taller de restauración me llamó para que pasara a recoger algunos libros de San Cristóbal de Colunga y de San Vicente de Arcallana, cuya restauración ya no les era posible afrontar: "Don Agustín, es que cerramos el taller de restauración y de encuadernación, después de una actuación ininterrumpida desde hace unos cincuenta años".

Me quedé casi de piedra. La repercusión cultural que esto tiene para Asturias y, diría que para España, es notable. Las monjas benedictinas, desde su taller de restauración y de encuadernación irradiaban cultura, siguiendo una tradición milenaria en que los "scriptoria" monásticos jugaban ante la sociedad un papel difusor de valores culturales. Restaurar un libro es como devolverle la vida íntima de que estuvo dotado, cuando los avatares del tiempo y de la historia hicieron mella en su personalidad.

Encuadernar un libro es revestirlo de una cubierta protectora, que, además de garantizar su continuidad y perennidad, contribuye a realzar, desde su porte externo, su contenido íntimo, tal cual lo ha confiado a su esencialidad su autor.

Los códices, los pergaminos, los manuscritos más preciosos, las iluminaciones y las encuadernaciones más artísticas, eran producto de la labor callada de los copistas y encuadernadores, que las comunidades monásticas dedicaban a la confección de libros de facistol, libros en vitela, tratados de Teología, compendios de Reglas monásticas y litúrgicas, exposiciones bíblicas y canónicas, misales y breviarios, antifonarios y libros de horas, vocabularios y lexicones. En una palabra, cuanto constituyera un enriquecimiento para la vida reglar del monasterio y para el culto divino que, con el "ora et labora" benedictino, constituía un instrumento para la vida espiritual y la subsistencia física de los monjes. La historia del papel y del libro, por añadidura, con sus estudios sobre las filigranas y la peculiaridad de cada molino, contribuyen a hacer más valiosa la esencialidad del libro, aspectos que también se realzan en la restauración.

Las monjas benedictinas de San Pelayo vienen vinculadas a la vida de la ciudad de Oviedo desde la fundación del Monasterio de San Juan Bautista hace uno mil trescientos años, que por el año mil, pasó a denominarse con la advocación de San Pelayo, cuando las sagradas reliquias del niño mártir fueron traídas de Córdoba, para favorecer la piedad de Asturias, que, con las de Santa Eulalia y las santas reliquias traídas del Monsacro por el rey Alfonso II el Casto, vinieron a constituir de este modo a Asturias en el relicario de la Cristiandad.

Desde el año 1980, he formado parte, como tesorero, como presidente o vicepresidente y, en el último tiempo como director de publicaciones de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, obteniendo un conocimiento de la situación de nuestros archivos eclesiásticos de primera mano. En nuestras reuniones surgía a menudo el tema de las restauraciones y siempre afloraba el nombre de las Benedictinas de Oviedo, que con su pericia y buen hacer se destacaban en el ofrecimiento de garantía y solvencia de que la restauración de los códices más delicados iba a ser un logro conseguido de la manera más ortodoxa en el taller de San Pelayo. Primor y esmero, en grados sumos, no les iba a faltar, puesto que, además, el buen gusto y la pericia se convertían en distintivo de las actuaciones del taller benedictino ovetense. Los estudios que acompañaron a cada libro restaurado contribuyen a situar el libro en su exacto contexto y vicisitudes, que lo han conducido hasta la situación actual.

La actuación del taller de San Pelayo resultaba modélica y el renombre y fama de las Benedictinas o de San Pelayo -las Pelayas, en el argot cariñoso de Oviedo, para con las monjas de este monasterio milenario-, se iba afianzando cada vez más. No hubo la mínima duda en confiarles la restauración del Liber Testamentorum del Obispo Don Pelayo, consiguiendo en aquel momento una actuación de lucimiento. Lo mismo se diga del Libro Becerro de la Catedral, realizado en el "scriptorium" del Obispo Don Gutierre de Toledo. Actuación de menor relumbrón, aunque no de menor efectividad, fue la llevada a cabo sobre los 50 cuadernillos de las Actas o Acuerdos Capitulares, del siglo XV, que las Pelayas realizaron con pulcritud eximia. Me quedo con la idea de dedicar un trabajo más amplio a la restauración del que por España entera se denomina el taller de la "Escuela de Oviedo". Las Pelayas, en su eficaz restauración, dejaron encajetadas en cajas ignífugas el conjunto de los hasta entonces inutilizables cuadernillos, que reflejan, después de una cuidadosísima restauración, los primeros cincuenta años de vida actuaría del Cabildo Catedral. Sentimentalmente, no puedo menos de destacar la actuación sobre el Santo Sudario, la reliquia más insigne de la Catedral Ovetense.

Trascendiendo el ámbito de nuestra Asturias, he de mencionar a mi gran amigo Don Ramón Gonzálvez Ruiz, el archivero de la Catedral de Toledo, seguramente el archivo más rico de España, que, en repetidas ocasiones viajó a Oviedo, portando en su maleta preciosos códices de su archivo, para confiarlos a la labor solvente y eficaz del taller de las Benedictinas. Creo haber hablado con él de la actuación de las Pelayas sobre la Biblia de San Luís. Para intermediaria contaba con la archivera de San Pelayo, Sor Guadalupe de la Noval, cuyo curriculum glosó en el homenaje que la Asociación de Archiveros le tributó a la eximia archivera en el Congreso de Oviedo-Valdediós. Otras referencias similares serían posibles de tener en estos momentos medios auxiliares para refrescar mi memoria.

Me encuentro en mi "Arcadia Felix", en mi Lugás del alma, para unas cortas vacaciones. No tengo a mano las actuaciones que, además de las restauraciones llevadas a cabo en la Catedral, podría poner de relieve, con una simple enumeración, en relación a la labor de las Benedictinas en multitud de archivos parroquiales, como en San Salvador de Celorio, en Santa María de Luanco, en Santiago de Cerredo de Tineo, en San Juan de Entralgo, de Laviana, o en Santa María de Lodeña en Piloña. Seguramente que son más, pero me hallo sin los instrumentos para recordarlo.

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