El pasado 23 de julio leí en esta sección una carta de doña Julia Álvarez y me sentí tan identificada con ella y aliviada al ver que alguien por fin se decidía a exponer en este periódico el sentir de muchos vecinos del barrio de La Corredoria, especialmente de los que vivimos en la plaza del Conceyín, y que somos los auténticos sufridores de este "maravilloso e impactante resurgir de eventos" en nuestro entorno. Y digo sufridores, por no poner víctimas con mayúsculas (que me pueden llamar exagerada), porque soportamos ruidos de atracciones de feria que parecen hacer una auténtica competición entre ellos a ver quién pone la música más alta, dos orquestas hasta altas horas de la noche (repito, todas las noches), destrozos en los jardines y soportales de las comunidades que se convierten en los baños públicos de las fiestas y cuyos gastos de reparación y limpieza corren a nuestro cargo. Pero son las fiestas del barrio, vamos a ser tolerantes. ¡Ay, pero no basta! A estos organizadores (que dudo vivan en la plaza del Conceyín) se les ha ocurrido la bendita idea de que dormimos demasiado, por lo que se traen la fiesta de Carnaval (creo recordar que alguien decía que su celebración era un clamor de los vecinos, ¿a quién preguntaron?), pasamos las de San Juan, sobrevivimos a ellas y nos vienen con la fiesta de la cerveza, con nueve días y sus noches (así como si nada, no les bastaba con tres). Después vendrá la fiesta del rock u otro invento, la carpa por las fiestas de San Mateo, eso si no nos vuelven a meter todas las atracciones de feria de las fiestas mateínas. Sugiero que si les parece poco se traigan la "Semana negra". Creo hablar con el sentir de muchos trabajadores que han de levantarse temprano, ancianos, personas enfermas, bebés o simplemente personas que necesitan descansar; por eso doy las gracias a quien se haya hecho dueño de nuestra plaza y nuestro descanso, y nos regala tantas noches de insomnio.