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La mar de Oviedo

Adiós F-1

Escuchaba yo las declaraciones de despedida de Alonso, con ese punto sensiblero, de dolor barato y, por oposición, me recordaba la de "Adiós ríos, adiós fontes, adiós regatos pequenos?". En la F-1 de la literatura conocimos tiempos mejores con un indiscutible, Lope de Vega, campeón desde finales del siglo XVI hasta los años treinta del siglo XVII. A lo que iba: escuchando la prosopopeya de Alonso, esa melancolía de serie, subrayada con un piano cursi, me creí que se dirigía a su hinchada, "Me diste mucho, yo te lo di todo"; tardé en percatarme de que le hablaba a la pista, a la F-1. Es decir, su adiós con el corazón que con el alma no puedo, apunta a que nuestro veloz Fernando se va con otro páxaro pinto. Pero donde está Lope? Fijaos cuánto mejor se despide Teodoro, el de "El perro del hortelano": "¡Qué triste día! Yo me voy, señora mía; yo me voy, el alma no".

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