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Crítica / Música

OSPA al Máximo

La nueva temporada de la orquesta arranca con Valdés y el sinfonismo de Bernstein

El viernes se inició la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en la capital del Principado en un concierto que devolvió al director chileno Maximiano Valdés, director de la orquesta durante década y media, a la que fue su casa.

El programa se abrió con un estreno para la orquesta, ya que la "Suite Panambí" de Ginastera nunca había sido ejecutada por la agrupación asturiana. Aun así, el esmero y la precisión con que la orquesta interpretó cada uno de los números nos hizo pensar que se trataba de una partitura habitual en los atriles del Auditorio Príncipe Felipe. Los contrastes de la pieza se lograron en cada uno de los movimientos: El carácter evocador y el equilibrio entre las secciones de cuerda y viento en el primero, el recio trabajo de la percusión en "Danza de los guerreros" y en "Invocación a los espíritus poderosos", de reminiscencias stravinskianas en algún pasaje, o el frágil lirismo de las cuerdas que se percibe en el tercer movimiento, "Lamento de las doncellas".

La segunda obra, "Serenata", llevaba aparejada un sentido homenaje al centenario del natalicio de su compositor, el músico y pedagogo estadounidense Leonard Bernstein, y fue la protagonista de la noche.

O lo habría sido si encima del podio no hubiera estado la agigantada figura de Max Valdés, en perfecta comunión con orquesta y público en todo momento. Bajo una orquesta reducida, el solista Benjamin Schmid demostró su virtuosismo y facilidad para la proyección del sonido, desarrollando las melodías e interactuando motívicamente con distintos instrumentos de la OSPA. Se trata de una pieza agradable en su conjunto que incluso cobra tintes próximos al musical, acudiendo, por momentos a nuestra memoria la obra más conocida del compositor americano, "West Side Story".

El "concierto para orquesta" de Béla Bartók que cerraba la función se erigió como el pretexto inmejorable para que la orquesta mostrara toda la paleta cromática de que es capaz, así como la destreza para los enrevesados cambios de compás de la pieza y del desarrollo de temas húngaros y motivos que correteaban a sus anchas por las diferentes secciones de la agrupación asturiana. Mención aparte merecería el complejo entramado de dinámicas que se ajustó en toda ocasión a la naturaleza de cada movimiento.

En definitiva, una OSPA que como alegó tras el concierto Max Valdés ante el auditorio (entre el que se encontraba el consejero de educación y Cultura del Principado, Genaro Alonso): "Es un tesoro y un motivo de orgullo para todos nosotros. Quiéranla y protéjanla".

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