La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Archivero de la Catedral de Oviedo

Último adiós a un creador de alegría

Homenaje póstumo al sacerdote José Manso Menéndez

Cuando te llega la noticia de que un amigo del alma ha dejado la presente vida para emprender el camino hacia la Casa del Padre, el primer sentimiento o movimiento que te viene al espíritu trae consigo un ictus de tristeza, de pena, de quedarte anonadado, pero enseguida te repones y no dejas de lado tu condición de sacerdote y lo primero que se te ocurre hacer es rezar por su eterno descanso, para encomendarlo a Dios, nuestro Padre del Cielo, a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo y al Espíritu Santo, que es Vivificante, es decir "dador de Vida", esa vida que no acaba, esa vida que consistirá en el disfrute eterno de la Gloria de la Trinidad Santa, de la bienaventuranza del cielo, valiéndote siempre de la intermediación de Ella, de la Santina querídisima, que invoco, con parigual regusto, en sus advocaciones de Covadonga y de Lugás.

La noticia del fallecimiento de José Manso Menéndez me llegó por mis amigos, que, en el primer encuentro de la mañana, el pasado martes, me trasmitieron: "ha muerto don José Manso". ¿Qué otra cosa podía decir, sino "Dios lo tenga en su Gloria, Amén?" y recé por el descanso eterno de Don José un Padrenuestro y un Ave María. A partir de ahí, no me cabía otra ofrenda -ya había ofrecido la de la Santa Misa- que la del trabajo diario, que, en grandes rimeros de folios se me acumulaba sobre la mesa de mi estudio -gratísima- tarea, que día a día vas despachando, en forma de cartas para los usuarios de tu Archivo, a los que acabas considerando amigos, personas muy queridas, porque sobre todo a los cubanos, sabes que les alivias siempre sus penurias, ante la eventualidad de la posible consecución y regalo de su doble nacionalidad, que, pendientes de un papel tan necesario como imprescindible, con que testimoniarán que su abuelo o su bisabuelo fueron españoles, que un día dejaron nuestras tierras de España, de su aldea o de su parroquia, de sus padres, abuelos y hermanos para ser acogidos con amor y afecto en la tan querida isla Caribeña, Cuba.de aquellas más íntimas ilusiones:

Sigue pesándome en el alma y en corazón el recuerdo cariñoso y emocionado para mi gran amigo don José. Por la mente me iban pasando retazos de la memoria de vivencias de la vida de este eximio sacerdote, Don José. Se me hacía presente la conexión entre dos días, el primero aquel en el que fue llevado a bautizar, para convertirlo en discípulo de Cristo, en hijo de Dios, en miembro de la Iglesia y en heredero con título a la posesión de la vida eterna. Acontecía aquel venturoso día el 3 de diciembre de 1923 en el lugar de Valencia de Alcántara, Diócesis de Coria y Provincia de Cáceres. El segundo día que se marca de rojo en la biografía de su sacerdocio fue el de su Ordenación para ser ministro de la Iglesia y servidor de los hermanos. Don José, entre las emociones de la gracia de Dios en su alma, respondía a la pregunta que le formulaba el Obispo Don Javier Lauzurica y Torralba, "¿Prometes obediencia y respeto a mi y a mis superiores?", pregunta a la que Don Jose, como, entre los vahidos de su bisoñez de aspirante a cura joven, respondía: "sí , prometo".

El día aquel de 11 de junio de 1950, todo fueron para Don José, postraciones en cálida plegaria, de bruces en el suelo, letanías e invocaciones a los Santos de la Iglesia, para que protegieran al nuevo sacerdote, unciones de Óleos Santos y del crisma de la consagración, vestirse de sacros paramentos, oraciones consecratorias, con imposiciones de manos, primeras Misas, las mieles de los primeros días. Don José había sido receptor del carisma más sublime a que la criatura humana puede aspirar, para el todo era como gracia de Dios derramada a raudales sobre su alma. El mundo se le quedaba pequeño para sus anhelos sacerdotales: él, quedaba bien claro, en la teología, que había aprendido en las clases de Don José Inclán, era sacerdote "in aeternum" -reparen bien diría el querido profesor, nótenlo en su alcance radical: "In aeternum" quiere decir "para siempre", no hay tergiversación posible, "Para siempre", quiere decir, eso, "para siempre".

Después vendría la espera llena de suposiciones, de intriga, de aguardar con impaciencia. Si tanto se necesitaban sacerdotes, que nos den el nombramiento cuanto antes posible. Así fue como a don José se le asignó el cargo de Prefecto de Latinos del Seminario de Oviedo. Don Javier lo quería profesor y formador, para hacer a los seminaristas lo que el Obispo bien quería e inculcaba, que fueran "Santos, finos y cultos". Profesor de matemáticas,. A la vez, suponía aprovechar bien aprovechados los talentos que Dios le había dado a Don José. Entre los alumnos se contaba un casi pipiolo, que recibía de las sapiencias de su profesor la iniciación seria, que, fuera de las cuatro reglas de la escuela de Doña Luzdivina, todavía no había recibido el que subscribe en Algebra y en Matemáticas.

Después vino lo de Regente de San Esteban de Leces y Encargado de Berbes, en tierras riosellanas; San Lorenzo de Gijón, como coadjutor, para seguir después con los números y ser nombrado Oficial de la Administración Diocesana. No podía ser menos que director del Secretariado de Estadística y Sociología, más tarde, el 17 de julio de 1962. Por mi Archivo voy tropezando con los utílisimos resultados de la exhaustiva encuesta sobre el estado de la Diócesis, el mejor reflejo que nunca he visto de una encuesta bien hecha, en la que mucho había participado también el Sacerdote, Don Oscar Iturrioz.

Capellanías de Teresiana, Esclavas y sobre todo, le advino el nombramiento de Beneficiado Auxiliar Penitenciario de la Iglesia Catedral Basílica Metropolitana., el nueve de Septiembre de 1966, para ser canónigo en la misma Catedral desde tres de abril de 1985. y ya para todo el resto de su vida, vinculado siempre y entregado a su Catedral, servidor fiel en todas sus tareas.

Si tuviera que emplear un solo concepto para definir su personalidad lo definiría como "creador de alegría". Sus chistes y sus gracias, lo más agudos, los más chispeantes, hacían que todo lo que tocaba en su diálogo, siempre grato y gratificante, fuera y se conviertiera en alegría y gozo, porque para todo tenía la palabra del doble juego, la más hilarante siempre.. Tal era Don José Manso. Para mí, amigo del alma, profesor muy querido - que si algo seá de matemáticas a él se lo debo y a Don Florentino García Arrojo-.

Descanse en paz Don José. Que la Madre de Dios y Madre de todos lo acompañe en su presentación ante el trono de su Hijo, Jesucristo, a quien suplico le de el descanso eterno en la gloria sempiterna. Así sea, amén.

Compartir el artículo

stats