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El Otero

¿Jaquecas? No, gracias

Los antiguos remedios contra el dolor de cabeza

Que la salud es uno de los asuntos que más preocupan a la mayoría de los mortales es algo bastante obvio. Cuando la fortuna nos resulta esquiva, por ejemplo en el ya próximo sorteo de la lotería navideña, el recurrido e inmediato consuelo es: "haya salud". Y siempre fue así. Porque sin salud, nada de nada.

Bien. Pues esta introducción viene a cuento por un curioso anuncio que leo en el almanaque del El Carbayón de 1867 en el que anunciaba a los ovetenses de entonces un eficaz remedio contra un molesto mal: las jaquecas. Así los entusiastas anunciantes afirmaban que: "Ninguno de los medicamentos experimentados hasta los últimos tiempos contra la jaqueca -y sabe Dios si es grande su número- ha dado resultado alguno verdaderamente satisfactorio. Algunos de los últimos remedios que han obtenido gran boga proporcionan a menudo un alivio más o menos completo, pero no lo hacen sino cuando tocados en dosis colosales o repetidas, de lo cual resulta que benéficos en algunos casos, nocivos en otros, dejan muchas veces en el organismo vestigios más o menos desagradables y asimismo graves".

Con este introito supondrían los galenos captada la atención de los ya, sin duda, acongojados lectores así que ahora a dar cera a lo propio:

"No acontece lo mismo con la Cerebrine, que llena todas las condiciones deseables sin ocasionar nunca inconvenientes, pudiéndose continuar su empleo indefinidamente. Sus efectos pueden ser comprobados tanto por el facultativo como por el enfermo, puesto que una única dosis, tomada en cualquier momento del acceso hace desaparecer en menos de diez o quince minutos las jaquecas y las neuralgias más violentas".

Rendíanse, a buen seguro, los ovetenses ante la eficiencia de tal vigoroso y enérgico remedio. La jaqueca, ¡por fin! dejaría de ser excusa para abstenciones laborales (o de cualquier otra índole) en aquel Oviedo secular.

Pero por si había algún escéptico entre los lectores, los boticarios anunciantes aseveraban con orgullo que: "la Cerebrina no es un remedio secreto; su composición es bien definida (pillines ellos no decían ni pío de que entre sus compuestos se encontraba la cocaína y la cafeína), se presenta bajo la forma de un licor límpido, agradable a la vista y al gusto y se toma en la dosis de media cuchara de las de tomar la sopa, obra maravillosamente contra el tico doloroso de la cara, las neuralgias faciales, intercostales, reumáticas, ciáticas y vestales, contra el vértigo estomacal y particularmente contra los cólicos periódicos (no pregunten) La Cerebrina quiniada se emplea particularmente y con el mayor éxito en el principio del romadizo (inflamación de las mucosas nasales, para que no nos quedemos con la intriga) y de la gripe".

Concluían que se encuentra en venta en París en casa de Eugene Fournier (que se sepa no tiene nada que ver con el de los naipes) Como a los oventeses del XIX les quedaba un poco a desmano, les remitían a "casa de los farmacéuticos" que de esos si había en Oviedo.

Pues ya saben, déjense de ibuprofeno y otros mejunjes, vayan a su médico de cabecera y pídanle Cerebrina. Sus males desaparecerán como por ensalmo.

¡Haya salud!

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