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Con vistas al Naranco

Valero de Urría rescatado

La reedición de "Crímenes literarios" del intelectual y la peripecia del extravío de uno de estos libros

"? cuadrúpedo dios?" Zamora y Pérez de Urría, Rafael.

Tenía que ocurrirme con la reedición de "Crímenes Literarios" , que complotaron Margarita Fernández/Isolina Cueli/Glyn Hambrook/Martín Rodríguez/Francisco Arellano. Sableé primero cinco euros para completar los que llevaba, me hice con el preciado libro y tomé taxi sin Scorsese aún a la vista. Al llegar frente a casa, unas mujeres entradas en años, al menos más que los excesivos míos, me pidieron entrevista, lapso en que coloqué el ejemplar encima del coche que, tras abono de la carrera, se fue calle Santa Cruz abajo. De inmediato I., amable vecino, llegó con perro encordado ofreciéndose a seguir el trayecto del vehículo, con su proverbial ánimo solidario hacia mis penas y limitaciones. Al poco regresó con el rictus facial de su pequeño gran éxito: "Han pasado varios coches por encima pero, cuando ya desistía, el perro tiró para señalar que el ejemplar, muy machacado, estaba en el bordillo de la Escandalera".

Yo acababa, una vez más, de sostener en el Club de este periódico que Rafael Zamora, Marqués de Valero de Urría, es el ovetense más fascinante del veinte, siglo en el que apenas vivió ocho años. Su obra lo demuestra. Acepto liberalmente cualquier opinión que rebaje mi sincero entusiasmo, siempre que se le haya leído; visto el magnífico retrato que le hizo José Uría, en el Museo de Bellas Artes; y bien sabida su increíble aventura de París a Oviedo, con Cuba de fondo, su musicología, su erudita opción por la métrica de un tal Baudelaire, su ayuda a Clarín para españolear a Zola, su empujón hacia el clasicismo a un muchacho llamado Ramón Pérez de Ayala y su condición de, como quieren imponernos a decir, emprendedor.

En fin, mi afecto a los que reparan un olvido histórico. Sin embargo, no habrá tertulia, ya se han ido para siempre vetustenses que conocí y podrían mantener semejante debate idealizado, espiral entre enciclopédico saber local y atractiva personalidad: Pedro Caravia, Diego Santos, Carlos Canella, Tolivar, Antón Rubín, Palmita Villa, Sebastián Miranda, Alfredo Quirós, Ricardo Cepeda, Gendín, I. Gracia, González del Valle, Arturo Calzón, Laína y Juan Uría, Paulino Vicente, Neira, Luque, el coxu Buylla, Luisón San Miguel, Joaquín Turyc, Arturo Bigotes, Tito Miaja, L.R. Castellanos, Manzanares, Vaquero, Pajares, Alarcos, Vallaure, Sabino Fernández, Josechu Braga, Polo Argüelles, Julio Masip, José Benito Buylla, Martínez Cachero...

Tenemos también topadizos personajes de un Oviedo frontera entre realidad y ficción (Anita Ozores, Juan Guerra Madrigal, Lena Rivero?); Valero de Urría, rancho aparte en esa deliciosa fabada, tuvo el seguimiento de los más conspicuos escritores pero faltaba darse él. Con esta edición, con el copiador de casi mil cartas que guarda Margarita, su nuera (por cierto, él mismo yerno de Álvaro Mesía, el don juan de Leopoldo Alas) y con la inédita versión de la Ilíada que alguien se atreverá también a estudiar y publicar, me reafirmo en que no hubo aquí tipo más fantástico. ¡Zamora acometió el griego homérico para superar la traducción gala de Leconte de Lisle, gran detractor, luego arrepentido, de ¡la Torre Eiffel!

Antonio Ortega y Fernández de la Granda, catedrático de Química, mentor en La Habana de Guillermo Cabrera Infante, otro singular personaje, tiene el relato de un perro, "Ready", que cruza meditativo la ciudad. Carlos Espina/Llibros del Pexe/Impronta rescató ese pensador canino; el de mi amigo I., no menos oportuno, me devolvió "Crímenes Literarios", pisado por el progreso que intuía, esfumado y hallado de nuevo por otro perro, ¡divino cuadrúpedo!, precisamente en lugar en que Rafael Zamora pasaba a diario desde el Café Español, salida por Peso, hoy Librería Polledo, hasta su domicilio y biblioteca personal de Uría, esquina a Fray Ceferino.

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