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Con vistas al Naranco

Elías Díaz en fragmentos

Las enseñanzas y andanzas en la Universidad del jurista especializado en Filosofía del Derecho

"El mínim que es pot dir"

R. Obiols

Mucho me ha prestado el libro de Elías Díaz "Autobiografía en fragmentos/Conversación jurídico política con Benjamín Rivaya". Parte de esos trozos memorialistas fue adelantada en el Anuario de la Facultad de Derecho de Oviedo. El título recuerda a Adolfo Posada, del mejor tiempo de nuestra Universidad, para el inolvidable estudioso Santiago Melón.

Sigo años a Elías, gran filósofo de la Vida, la Democracia y el Derecho, desde "Cuadernos para el Diálogo", los encuentros de Pau, Sistema o, aun, el tándem receptor de bofetadas del franquismo que formaba con el inolvidable Luisón G. San Miguel, ambos superadores admirables de la llamada Escolástica o, a juicio de Ignacio Sotelo, de la peor escolástica del idealismo alemán?

Elías, conducida su memoria por Rivaya, da importancia a Oviedo, donde el biografiado hace grandes amigos, evocaciones que ayudarán al relato de la transición democrática local. Noto, sin embargo, hogaño como izquierdistas infantiles, o simplemente analistas simplones, tal diría Mafalda "piensan en borrador", olvidadizos, si es que algo vivieron, de todo lo que se sufrió para conseguir la Libertad.

De entonces son tarjetones con letra legible y ancha que guardo a contracorriente cuando ya se ha terminado la correspondencia postal en tomos epistolares, biografías y obras completas de los personajes que marcan época. Creo no haberle nunca comentado que, tras su alargado revolcón por las concertinas cainitas, al obtener la cátedra ovetense, el ilustre Murillo Ferrol me animó a que le tratara para quitarme de la cabeza una idea de tesis que yo me hacía de los Comités asturianos del Frente Popular y los Tribunales Populares sobre los que recopilaba afanosamente testimonios y documentación, sobrevalorada en aquellas calendas. Asumí el consejo antes de cruzarme con Elías, riguroso, rigoroso decía Ortega, universitario, tan contrastable en sus obras, propias o dirigidas, frente a tesis y trabajos (mercenarios) fin de máster (TFM) y plagios descarados que desprestigian hogaño irresponsables universidades madrileñas, sin olvidar algunos "institutos" de supuesto Derecho, que no merecen la mayúscula de los clásicos latinos.

Elías revela cómo no aceptó convertirse en senador por Salamanca y embajador en Roma. A este último puesto sí accedieron otros dos excelentes profesores, Jorge de Esteban y Emilio Menéndez del Valle. Fui testigo, décadas luego, de cómo Emilio, de profunda raíz asturiana, rechazó, con dignidad y discreción encomiables, una embajada, entonces importante por muy sensible.

El libro lleva también a llorados maestros a los que me cupo tratar, Aurelio Menéndez, Tuñón de Lara, González Campos, Peces Barba, Tomás y Valiente... Soy incapaz de pasar la celdilla del recuerdo cuando los asesinos etarras segaron la vida del gran presidente del Tribunal Constitucional mientras hablaba por teléfono con Elías, que bien Rivaya trae, pues hay sucesos que marcan generación.

Otras sugerencias me despiertan los autores, baste la vinculación de la familia Díaz a la costa oriental. El escritor Iñaki Uriarte se sorprende en habituales viajes entre Avilés y Bilbao de que llamemos "Oriente" a lo que, en efecto, es "Asturias oriental". Elías inspiró a Isabel Villar, su cuñada, en un afamado cuadro/póster de Pablo Iglesias, Fernando de los Ríos y Julián Besteiro en Celorio/1921.

Elías y Rivaya, en definitiva, navegando en el fundido neologismo pasado/presente/futuro de Günter Grass, dan a la estampa conversaciones apasionantes para mí, que puedo simplemente confesar, tal Neruda, ¡que he vivido!

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