Don Wenceslao López Martínez, alcalde de Oviedo, con motivo de los cambios en el callejero ovetense por aplicación de la ley de Memoria Histórica y que recoge el diario LA NUEVA ESPAÑA el día 8 de noviembre, señala que el tripartito que rige el Ayuntamiento de Oviedo decidió realizar estos cambios de nomenclatura en diecisiete calles de la ciudad: "Por principios, ética y honra de las personas y la indignidad de los que daban nombre a estas calles".

El Diccionario de la RAE da la siguiente definición del calificativo indigno: "Que no tiene mérito ni disposición para algo". Entre las vías que han decidido renombrar, figura la de mi abuelo, don Benito Vallespín Covián, militar de carrera, comandante de infantería del Ejército español y perteneciente a una extensa saga de militares.

No fue una persona indigna que no pudiese dar su nombre a una calle de Oviedo, calle que fue denominada en su honor como Comandante Vallespín.

Fue un militar íntegro, que ocupó numerosos destinos y murió en la defensa de Oviedo, el 7 de octubre de 1936. Estaba destinado en Gerona, y de vacaciones en Asturias, cuando surgió el alzamiento que encabezó el coronel Aranda en defensa de la República por entender que se pretendía en aquel momento una dictadura "a la rusa"; no es cierto que el bando nacional luchase contra la República, la democracia y la libertad. Luchaba contra el caos y las tesis marxistas. Cumpliendo con su deber, se presentó al jefe de la Comandancia Militar de Oviedo, coronel Aranda, poniéndose a sus órdenes; le encomendó el mando del batallón en armas del Regimiento Milán n.º 32. Encontró la muerte en la defensa de la Loma del Canto, el combate más encarnizado del sitio de Oviedo. Al mando de esta posición estaba el comandante Caballero y se hizo cargo de ella al caer éste gravemente herido. No es habitual que un comandante muera sentado sobre una ametralladora defendiendo la posición, disparando contra el enemigo; podría haberse quedado a retaguardia dirigiendo el combate y la estrategia, pero no lo hizo porque consideraba que debía luchar junto a sus soldados, sabiendo a lo que se exponía y que tenía seis hijos, algunos aún demasiado pequeños.

No es indigno quien defiende la vida de todos los ovetenses en una ciudad totalmente sitiada, incomunicada, bombardeada sin cuartel, asolada por una terrible epidemia de tifus, mal alimentada, en la que faltaba todo, víveres, agua, suministro de luz y contiene un feroz ataque. El sitio duró 92 días. La defensa de Oviedo se estudia en academias militares de todo el mundo, estuvo muy bien planeada y resistió ante unos sitiadores seis o siete veces superiores y sin problemas de suministros. ¿Le otorgan el calificativo por haber pertenecido al bando nacional en la pasada y cruel Guerra Civil que sufrieron todos los españoles? No tuvo tiempo de ser franquista ni supo en qué desembocaría aquel enfrentamiento.

De nuestra guerra han pasado ya nada más y nada menos que ochenta y dos años. Quizá Nietzsche tenía razón y "el hombre no puede aprender a olvidar". ¿Dependeremos siempre del pasado? ¿Siempre se utilizará la Guerra Civil para alimentar rencores?

El Ayuntamiento posee la competencia en la denominación de las calles y plazas de la ciudad, pero no les admito que califiquen a mi abuelo de indigno, ya que su vida profesional es conocida e intachable, y en lo personal tendrían que haberle conocido, haber conocido su vida, su actos, saber de su amor hacia los suyos y hacia los que no lo eran para poder calificarle; yo, que no llegué a conocerle, lo sé por cartas y documentos que conservo, por los testimonios de sus hijos y de muchas personas que lo conocieron y así lo acreditan. No es al nombre de una calle a lo que aspiraba mi abuelo, sino a transmitirnos el sentido de servicio a España, la honradez y la humildad. Pueden retirar el nombre dado a una calle, pero no podrán retirar de la historia su servicio a España.