Cientos de montañas se ven desde Oviedo; adivino cuáles al hollarlas y comprobar si es recíproco. Esta semana fui con el grupo ovetense Kilimanjaro (Ana, Rufino, Orlando, Antonio, Alfonso, Kike, Milio, Miguel, Armando y Juan) al puerto de San Lorenzo y ahí la emprendimos a pie, por el Camín Real de la Mesa, helado a trechos, a Piedraxueves, el Xuego la Bola, mirador admirable, la soleyera braña La Corra, y subimos, retenidos por cotoyas y escobas, a Peña Negra, desde donde no vi la capital, oculta por Peña Sobia. Regresamos hasta la raya de pinchos que separa Teverga de Somiedo, subimos al Michu, de cresta larguísima, y desde su cumbre identificamos la Muy Noble. Ayer hablé aquí del aburrimiento, hoy iba a hacerlo del suicidio (ocasiona el doble de muertos que la carretera y su prevención importa un bledo) pero me decanté por escribir acerca de uno de sus mejores antídotos, esencia de Asturias: la montaña.