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Crítica / Música

Ellas son guerreras

Una soprano de altura para las tonadillas y canciones y una directora concienzuda

El primer tercio de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) se clausuró con un inapelable protagonismo femenino que dio excelentes resultados: la directora invitada (Marzena Diakun), la soprano solista (Marta Mathéu), la concertino de la agrupación asturiana (Eva Meliskova) o la compositora que figuraba en el programa, Lili Boulanger.

Abría el concierto la selección de las "Doce tonadillas en estilo antiguo" del compositor Enrique Granados (con arreglo de A. Guinovart), donde se pretende ahondar en esa recreación del clasicismo con gran nostalgia del mundo goyesco, mediante el casticismo vinculado a Castilla y Madrid. La instrumentación deja latente esta idiosincrasia nacional mediante el uso de castañuelas y percusión, y en las cuatro piezas, la soprano Marta Mathéu mostró su facilidad para la proyección del sonido.

La segunda obra de la noche fue la "Sinfonía sevillana", una música programática que narra el idilio entre un sevillano y una madrileña, y en la que Joaquín Turina, que decide explotar los recursos de la inspiración andalucista, se inmiscuye en el folclore español, bien tamizado en la orquesta, con el objetivo de caracterizar los personajes de la trama. La cuerda se mostró bien empastada en todo momento y la percusión y el metal cobraron importancia en el desenlace. Sin duda alguna, Turina demuestra en la "Sinfonía sevillana" la riqueza y el dominio de la paleta orquestal, propio de quien se ha formado en Francia a principios del siglo pasado. La concertino estuvo muy correcta con un sonido brillante y etéreo que reconocería la OSPA al final de la interpretación.

Cerró la primera parte "Amoremes", una obra de Albert Guinovart inspirada en textos de la periodista musical Mònica Pagès y compuesta para la soprano Marta Mathéu, un hecho que se dejó sentir en el dominio de la cantante a lo largo de los cuatro números. La subordinación de la música en favor del texto realzó el fraseo y las dinámicas estuvieron bien ajustadas entre la solista, la orquesta de cuerda y el piano, algo que unido a la delicadeza y al timbre vocal de Mathéu, generó una gran expresividad.

"D'un soir triste", forma parte de un díptico junto con "D'un matin de printemps", que como explicó la doctora María Sanhuesa en el encuentro previo al concierto, "ambas están en la misma tonalidad, con el mismo color armónico y modal y un material melódico similar, pero son del todo opuesta en ritmos y carácter". La obra de Lili Boulanger, es la despedida de la compositora al mundo, de ahí que se perciba una mezcla de fatalismo y de rebeldía ante ese fin al que se veía abocada debido al avance inexorable de su enfermedad. Por esta cuestión, la obra gozará de un gran dramatismo y emotividad contenida, merced a la tensión que se irá acumulando en la orquesta, con protagonismo de los metales y la percusión al final.

La velada musical se clausuró con el poema sinfónico "Eternal songs", del polaco Mieczyslaw Karlowicz, que explotó los recursos evocadores del viento madera en el primer movimiento. El segundo, muestra la factura compositiva de Karlowicz, de marcada tendencia Romántica, con algunas reminiscencias al sinfonismo centroeuropeo en los metales, y un final en "pianísmo" muy expresivo que respetaron hasta las toses invernales.

El tercer movimiento es contundente, de carácter más serio y solemne, y toda la obra estuvo bien ejecutada, en buena medida gracias a la batuta de Marzena Diakun, muy implicada y dirigiendo enérgicamente, mostrándose motivada ante la obra de su compatriota.

En definitiva, una soprano de altura para las tonadillas y canciones, una directora que recogió el viernes los frutos de un trabajo exhaustivo (con una dirección concienzuda y cuidada en el gesto, que inspiraba seguridad) y un concierto con un programa tan atractivo como arriesgado que la OSPA solventó con brillantez y concentración y que el escaso público asistente reconoció con aplausos.

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