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La mar de Oviedo

Tocín y Otín

Dudé antes de empezar este artículo, si dedicarlo a la defensa de Carlos López Otín o a la defensa de la fabada con tocino, y me incliné por el lado más débil: el tocino. Me asombran, no obstante, las numerosas publicaciones, de muy variada factura, para defender al bioquímico de Sabiñánigo, antes de que la gente de la calle supiera que Otín sufría ataques y desconsideraciones; aún a estas alturas no sé de qué se le acusa, quién y por qué, pero a tenor del ruido en torno debe ser algo gravísimo, mucho más que añadir panceta a la fabada. Eso sí, como diría mi abuelo Emilio, el modo peor y más pérfido de causar daño a una persona es defenderla con malos argumentos. ¡Puf! Insisto, ignoro qué reprochan al bioquímico pero lo compadezco, más le valiera ser culpable. En todo caso, quede dicho, prefiero el tocino en la fabada; la panceta se me antoja una mariconada.

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