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Crítica / Música

A la séptima fue la vencida

La solvencia de la sinfónica asturiana ante el exigente programa de compositores del norte de Europa

Con un invierno reconvertido inesperadamente en primavera, la aportación gélida vino desde los atriles del Auditorio, de la mano del programa "Séptimas" (octavo de la temporada de abono) de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), compuesto por obras de compositores del norte de Europa: Sibelius, Chaikovski y Profófiev, que conformaron una velada musical bastante correcta.

A la gran orquesta, diseñada para hacer frente a este programa exigente, se unió la concertino invitada (Yulia Kopylova), en una primera obra, "Sinfonía nº 7 en do mayor" de Sibelius, con una gran importancia de la cuerda y un uso de la ambigüedad tonal-modal para generar gran expresividad y color local. A pesar de la riqueza y variedad de melodías y tempos que conjuga, que ofrecen infinidad de posibilidades a la dirección, la pequeña horquilla sonora de matices empleada propició que la expresividad de las dinámicas no fuera tan acusada ni mantuviese tan conectado al público como en otras ocasiones.

Ni que decir tiene que la gran atracción de la noche era el "Concierto para violín en re mayor" (de Chaikovski), una de las obras cumbre en la Historia de la música, que estuvo interpretada por el solista Svetlin Roussev, de gran nivel técnico. Ni algún anecdótico desajuste ocasional o alguna que otra entrada resbaladiza empañaron el papel de la orquesta y de Roussev, muy seguro en todo momento, con un fraseo muy delicado, dinámicas bien marcadas y una facilidad pasmosa para la proyección de un sonido que impregnó cada butaca del abarrotado Auditorio Príncipe Felipe. A este hecho se unió su enorme pericia para desarrollar los virtuosos pasajes del concierto y los diferentes diseños escalísticos, que requieren de una gran habilidad.

En este punto, también debemos llamar la atención sobre la aseada propina de Bach que Roussev llevó a cabo en agradecimiento a los aplausos del auditorio, la complicidad mantenida con su compatriota (el director Rossen Milanov) y su permanencia entre el público al término de su actuación para poder presenciar la segunda parte.

La "Sinfonía número 7 en do sostenido mayor" de Prokófiev cerró la velada, siendo la primera vez que la OSPA interpretaba esta obra, y viéndose reforzada para la ocasión por alumnos del Conservatorio Superior de Música. Ya desde los motivos dramáticos de los primeros compases, que ganan en profundidad y peso gracias a los graves de la cuerda, se pudo percibir la concentración y el trabajo que conlleva la correcta ejecución de una obra de estas características. En sus cuatro movimientos se alternaron pasajes melódicos y cantabiles, con una fuerte presencia de la percusión y un ritmo incesante que redundó en una gran potencia sonora y en la formación de un pictórico colorido orquestal tan propio de los compositores rusos. La OSPA estuvo bien ajustada y con un fraseo muy delicado mostrando todo su carácter y su potencial.

Ante todo, debemos valorar la complejidad del programa, en un concierto en el que la OSPA fue creciendo conforme se sucedían los compases. La Sinfónica asturiana se vio acompañada por un solista de gran nivel y la actuación culminaría con una notable interpretación de la sinfonía número 7 de Prokófiev que evidenció el trabajo y la profesionalidad de la orquesta.

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