El carnaval, fiesta de disfraces, viene de la Edad de Piedra, de las danzas de caza, y de Sumeria y Egipto; los celtas lo adaptaron, los romanos lo amoldaron a sus dioses e incluyeron a Baco; la era cristiana llevó el rito a su doctrina porque ante la cuaresma, cuarenta días de ayuno, necesitaban acabar con los alimentos perecederos que no podían zamparse durante ese período de ayuno y abstinencia; por eso organizaron el Martes el Gordo, Martes de Carnaval o antruejo (acá antroxu) antes de los días de carnestolendas ("tollendus" significa quitar, retirar). Las máscaras fomentaban la permisividad y el descontrol y cada quien se travestía a su antojo, o sea, se amariconaba, hasta que Franco lo frustró; luego lo abonó la democracia, que todo lo celebra comiendo, incluso las huelgas de hambre. En el cartel de una capilla ovetense leí: "El precio para participar en los cursillos de oración y ayuno incluye vino dulce y frixuelos".
La mar de Oviedo