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Crítica / Música

No hay lugar como el Campoamor

Una de las citas marcadas en rojo por los ovetenses en el calendario con motivo de la V Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) era, sin duda alguna, la proyección de la película "El Mago de Oz" (1939) con la interpretación en directo de la banda sonora por parte de la orquesta Oviedo Filarmonía. Prueba de ello, el lleno absoluto que presentaba el teatro Campoamor (cuyas entradas apenas aguantaron 20 minutos en la taquilla) y la alegría que derrochaban las personas de toda edad y condición que abarrotaron el teatro, evidenciando su carácter entusiasta ante esta actividad, pues como se manifestó en la dedicatoria de los créditos iniciales, El Mago de Oz es una película "para todos los jóvenes de corazón".

Se celebraban los 80 años del estreno de este clásico en Technicolor, considerada la película más influyente de la historia y una de las pocas que ha alcanzado el galardón de "Memoria del Mundo" por la UNESCO. Para acompañar la proyección, la Oviedo Filarmonía, con su nuevo director titular (Lucas Macías) al frente, exhibió todo su potencial en una velada mágica que causó un gran impacto en los asistentes.

El onubense sacó los metales al escenario, sin duda condicionado debido al espacio requerido por la percusión en el foso, parte importante de la orquesta en la banda sonora, y durante las casi dos horas que duró el espectáculo, se pudo percibir una orquesta bien ensamblada y con una dirección manejada con pericia e intención por Macías, que supo desarrollar dinámicas muy expresivas y explotar el lirismo del "Somewhere over the rainbow" con un fraseo delicado, en uno de los momentos que más emocionaron al público del Campoamor. La sección de cuerda se mantuvo muy sólida y empastada durante toda la película, luciendo un sonido brillante.

A pesar de algún anecdótico desajuste ocasional, el gesto claro y preciso del director de la Ofil supo controlar el volumen y precisar las necesidades que el guión exigía en cada momento, en pasajes más líricos o bien en pequeñas células melódicas juguetonas y saltarinas. Nos gustaría llamar la atención sobre el arpa, un instrumento que por lo general siempre permanece en un segundo plano, pero cuya sonoridad se vuelve fundamental en noches como la del sábado, gracias a su poder evocador que nos transporta a un mundo onírico y de fantasía.

No era una papeleta sencilla la de la orquesta. Acompañar una película siempre es una tarea complicada que requiere de una gran exactitud y de una sonoridad ajustada en cada instante, y por otra parte, las constantes interrupciones que supone la banda sonora de una película (que rompe cualquier continuidad interpretativa), exige no relajarse y seguir manteniendo la concentración, algo que la mayor parte de las veces no se valora en su justa medida.

De este modo, nos fuimos sumergiendo en el maravilloso mundo de Oz, acompañando a una niña sin hogar, un espantapájaros sin cerebro, un hombre de hojalata sin corazón y un león cobarde, a lo largo de esta obra inmortal, que recuerda otros clásicos como "Alicia en el país de las maravillas" o "El Principito": obras inmortales de las que siempre se aprende alguna nueva enseñanza y que nunca se ven con los mismos ojos.

Aunque, sin duda, los protagonistas eran el tándem proyección-orquesta, por momentos los asistentes al Campoamor se olvidaron de los músicos de la Ofil, fundiéndose por completo con la película, manifestando que con actividades de este calibre queda más que probada la solvencia de la Oviedo Filarmonía, una orquesta joven y versátil que proporciona servicios a los ovetenses y que desarrolla labores didácticas y pedagógicas para público de cualquier edad.

Los asistentes a esta actividad de SACO, coincidían con Dorothy en que "no hay lugar como nuestra casa". Sin embargo, parecían tener claro que ese anhelado hogar que buscaba incesante la joven Judy Garland es para ellos el Campoamor, el teatro que siempre abre sus puertas a noches mágicas como la del sábado y nos transporta con su hechizo a mundos "más allá del arcoíris".

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