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Crítica / Música

Sobra el sobre

Recuperar una obra de 1927 es de aplaudir como labor musicológica gracias a la Fundación Guerrero y al Centro de Documentación y Archivo (Cedoa) de la SGAE con la avilesina M.ª Luz González Peña al frente. Pero esta "Opereta cómica con gotas de revista" no aguanta el paso del tiempo, a pesar del esfuerzo del escenógrafo Alberto Castrillo-Ferrer. El arreglo para jazz-band del asturiano Nacho de Paz sonó muy bien con once músicos de altura (varios de la Oviedo Filarmonía) dirigidos por Arturo Díez Boscovich.

Esta revista, más que opereta española o zarzuela, pareció llevarnos al "Cine de barrio" en color, aunque el argumento sea más del blanco y negro, con gran peso de los actores, lo mejor sobre la escena. En pleno 2019, los textos provocan solamente leves sonrisas, aunque la picaresca siga vigente, la lotería siga recaudando y haciendo soñar a quien juega. No funciona la escenificación de una trama caduca de estereotipos y juegos de palabras añejos; bien de vestuario y luces, pobre en decorado, más unos cantantes que intentan dar lo mejor para una partitura que no está entre lo mejor del maestro Jacinto Guerrero ("Los gavilanes", "El huésped del sevillano", "La rosa del azafrán"). También hubo de ganarse el pan con sainetes, humoradas ("La blanca doble"), marchas de Semana Santa y hasta música incidental para el teatro de los Arniches, Muñoz Seca y Jardiel Poncela.

Los llamados "felices años 20" quedan bien reflejados uniendo ritmos del momento, muy americanos como el fox o el charleston, sin olvidarse del "tangolio" o el chotís retrechero recreando un ambiente de lentejuelas, boys y "chicas de Coslada", más con Lina Morgan y Tony Leblanc que en este reparto donde los personajes se desdoblan en tres y hasta cuatro, con unos cantantes que no lucen tanto como los actores aunque los vistan de frac.

Los cómicos, en el amplio sentido, sobresalen sobre el canto: Rafa Blanca (Nicanor) y J. J. Sánchez (Simeón) dan más la talla que el barítono madrileño Alfredo García, de buena proyección hablada, pero menor la cantada (salvo la "Marcha del premio gordo") o la mezzo ovetense Lola Casariego (fox-gavota de Madame Sévigne mejor que "Bombón internacional"). Tuvieron números poco agradecidos para sus voces, solventándolo con la escena. Bien tanto Rafa Maza, en sus roles de José María (políticamente incorrecto hoy en día) y el maître de hotel con acento mexicano muy "a lo Cantinflas", como Laura Pinteño, quien como botones de cara teñida nos evocó hablando a Mami de "Lo que el viento se llevó"; las sopranos Soledad Vidal (Fifí), especialmente, y Carolina Moncada (Mimí) lucieron sus papeles hablados de acentos (re)buscados. Las también sopranos Sagrario Salamanca y Cristina Tejeiro completaron el resto del elenco.

A todos ellos se les exigió bailar las coreografías de Cristina Guadaño, no del todo encajadas en el estreno, desparpajo y profesionalidad sobre las tablas, números conjuntos no muy empastados ni equilibrados, cambios rápidos de vestuario y defendiendo unos papeles para un sobre que no ha soportado el paso del tiempo, verde descolorido por la trama de esta revista multicolor, que ni siquiera el talento del maestro Guerrero salva del bostezo ni las ganas de zarzuela auténtica. Una lástima tener que escuchar voces de gran trayectoria sobre las tablas como el barítono Alfredo García (que cantó "Iván el terrible" en octubre de 2017) o nuestra querida mezzo Lola Casariego en papeles que no los favorecen vocalmente, a pesar de un foso reducido (de piano virtuoso con Sergei Bezrodni), con más texto hablado que cantado. El género de la revista siempre se caracterizó por actores que cantaban, y no a la inversa, aunque aplauda el esfuerzo por recuperar nuestra música (de la que aún queda mucho por descubrir), pero actualizar (?) se hace difícil a pesar del loable empeño con obras como este segundo título.

Tras el último número de "Rampersten" (perteneciente a "La orgía dorada" de Muñoz Seca, Pérez Fernández, Borrás más el propio Guerrero y Julián Belloch) colocaron una pancarta con el estribillo de la "Marcha del Premio Gordo" intentando hacer partícipe al público de una fiesta que hace casi cien años inventaba el karaoke, pero hoy no cuaja con un público asturiano entendido en zarzuela. Experimento fallido que esperamos superar con los dos títulos que restan del segundo festival lírico español, que goza de buena salud en cuanto a respuesta popular, pero se distancia con títulos como este de la vigésima sexta temporada.

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