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El Otero

La Borriquilla de San Pedro de los Arcos

Que la Semana Santa ha cambiado en Oviedo en los últimos años es algo incuestionable. La Semana Santa de los setenta y ochenta era sinónimo de éxodo, de una calma y quietud desconocida el resto del año. Hoy, afortunadamente, Oviedo no se vacía en esas fechas. La palabra procesión procede del latín "processus" que significa, según el diccionario, progresión, acción de avanzar; pues bien, no cabe duda de que en Oviedo, en lo referente a la celebración de la Semana Santa, hemos "procesionado". Y mucho. Todo, gracias al esfuerzo sentido y comprometido de las cofradías de la ciudad, algunas veteranas e históricas, otras más nuevas, que han sacado a las calles de nuevo una vivencia popular y diferente de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Sin duda, uno puede acercarse a la Semana Santa desde distintos ángulos: desde una perspectiva de fe; tal vez como mero atractivo turístico o, simplemente, como unos días de descanso y ocio. Todos respetables. Pero hay que valorar, agradecer y apoyar el esfuerzo de las cofradías para que Oviedo ocupe un espacio en el calendario de la Semana Santa.

Pero no voy a hablar de cofradías ni de la Semana Santa ovetense en su conjunto, sino de una pequeña historia, casi familiar, que tiene como protagonista el Domingo de Ramos en la milenaria parroquia de San Pedro de los Arcos y a un paso muy querido por muchos ovetenses: La Borriquilla, que es la que abre los actos de esta intensa semana. Pertenecía este paso a don Argimiro Llamas Rubio, quien ya lo tenía en la parroquia de la Corte de la que fue ecónomo de febrero de 1947 a noviembre de 1951. Tras ostentar la capellanía del colegio Covadonga de huérfanos, de noviembre de 1951 a febrero de 1955, fue nombrado regente de la parroquia de San Pedro de los Arcos, cargo que ejerció hasta agosto de 1971. Fallecido en 1983. El paso de La Borriquilla había permanecido en San Pedro por expreso deseo suyo.

A mediados del siglo XX tuvo ocasión de salir en procesión esta imagen por los alrededores de la iglesia, como atestiguan algunas fotos fechadas en 1958 y 1960, subida incluso en un camión que a modo de curiosas andas portaba la imagen.

No hay referencias de que hubiese visto el sol ningún otro Domingo de Ramos, hasta que en 1992 se decidió que podría ser oportuno volver a procesionar con La Borriquilla y no se encontraron mejores andas para la ocasión que un "dúmper" aún lleno de restos de cemento. Obviamente aquello no era lo más idóneo por lo que en 1993 se tomó la decisión de preparar unas andas más dignas y así, el Domingo de Ramos de ese año, La Borriquilla salió en sus nuevas andas de madera de castaño sobre una plataforma con ruedas. Todo cambió en 2010. Miembros de la parroquia de San Pedro animados y acompañados por la Cofradía del Santo Entierro y por la entonces banda de cornetas y tambores del Silencio de la Santa Cruz, deciden dar un paso más y sacar la imagen a hombros escribiendo, de esa forma, una página más en el extenso libro de la Semana Santa ovetense.

Hoy, la procesión de La Borriquilla se ha consolidado en la ciudad creciendo y mejorando de año en año. Una cofradía joven pero entusiasta, especialmente abierta a los niños. Dinámica y con un claro espíritu de superación.

Pero cada Domingo de Ramos, cuando veo la imagen salir del templo, no puedo evitar una sonrisa recordando cuando, de niños, algún día que otro, al salir del catecismo subíamos, bien a escondidas, a lomos de la burrina. Si don Argimiro nos hubiera pillado, muy probablemente, el recuerdo no sería como para sonreír.

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