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El Otero

De callejas y nombres

El anecdotario de la calle de los Huevos

En una ciudad cualquiera: ¡Dónde (?) está la calle de los güevos! (Colóquese en los puntos la socorrida y castiza interjección para enfatizar la frase, pues sabido es que, incluso en la época de los GPS, hay ocasiones en las que encontrar el destino es una misión compleja que, sin duda, pone a prueba nuestra paciencia).

En Oviedo: ¿Dónde está la calle de los Huevos? A lo que cualquiera, manteniendo la más exquisita educación tanto en la pregunta como en la respuesta, diría: Es la travesía que une la calle Cimadevilla con Trascorrales.

Bien, bromas aparte, en Oviedo contamos con una calle, más bien calleja, que se denomina así. Efectivamente une Cimadevilla y Trascorrales aunque su nombre oficial era el de Travesía de Cimadevilla. Según Tolivar Faes, esencial una vez más, la Calleja de los Huevos fue conocida así al menos desde el siglo XIII. El nombre definitivo quedó fijado por el ayuntamiento en sesión de 11 de febrero de 1937.

Parece que el nombre se debe a que en este lugar era frecuente la venta de estos alimentos porque, queridos niños, no siempre en Oviedo hubo un supermercado a la vuelta de la esquina y ni los huevos ni, por ejemplo, la leche, venían en cartones y bricks. Servidor, que no es todavía un fósil jurásico, aún recuerda las mujeres que venían a Oviedo a vender leche. Mi tía Julia venía casi a diario desde San Claudio con las relucientes lecheras de aluminio a lomos de su dócil burra; por cierto, a la que un día me subí por un lado cayendo de bruces por el otro. Hasta ahí llegó toda mi experiencia equina. Hoy para verlas hay que ir a Trascorrales. Y están en bronce. También solía acompañar a mi hermano con frecuencia a buscar la leche a casa de mi tía Rosario a los Casones del Vallobín. Allá íbamos con una botella de "La Casera" debajo del brazo, en un desplazamiento por calles de barro y oscuridad en las que, cuando nos sorprendía la anochecida, el canguelo lograba que, más que correr, casi voláramos. Tampoco era raro ir a comprar los huevos a granel con una especie de rústicas hueveras de alambre con yerba o paja para amortiguar golpes y evitar tortillas prematuras.

Fermín Canella también se refiere a la Calleja de los Huevos cuando narra un épico suceso acaecido en la medianoche del 24 de mayo de 1808: "Don Gregorio Piquero Argüelles, uno de los principales jefes de la agitación, disfrazado con un vestido de Juan Álvarez Santullano, se dirigió con don Juan Cimadevilla, don Francisco de Paula Pintado y otros dieciocho animosos hijos de la capital a la Casa Regencia donde acababan de tomar posesión las autoridades recién llegadas a Oviedo. Antes habían permanecido ocultos desde el oscurecer del 24 en una casa de los Trascorrales y, al sonar los tres cuartos para las doce de la noche, salieron cautelosamente de dos en dos, pasando la llamada calleja de los Huevos, que da frente a dicha casa, donde con valor temerario sorprendieron al centinela y se apoderaron del resto de la guardia".

El sorprendido centinela bien podría haber exclamado eso de "¡manda güevos!" y, quién sabe, quizá podríamos tener ahí otro origen para el nombre de la calle pero como creo que no va a colar, vamos a dejarlo en honor de ese alimento esencial de nuestras sencillas y valiosas "Gallus gallus domesticus"; por estos lares, sean de caleya o vivan en una jaula, pites. De toda la vida.

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