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Crítica / Música

Ordás, presente con valor de futuro

El concierto del pasado martes era toda una prueba de fuego para Gabriel Ordás, que supo conquistar a los asistentes al teatro Filarmónica con dos interpretaciones de Bach más que meritorias y con las sonatas de Schubert y Beethoven.

Abría la primera parte la sonata nº 1 en sol menor para violín solo de J. S. Bach, en cuyo adagio primó un fraseo muy adecuado y convincente frente a los pasajes ágiles y virtuosos de la Fuga y el Presto final, todos ellos interpretados con una gran solvencia y un buen efectismo, logrado a partir del juego con las dinámicas, algo que genera gran efectismo e impide caer en la monotonía en que a veces se incurre en estas interpretaciones. En la sonata de Schubert destacamos el carácter nostálgico del segundo movimiento, explotando todo el lirismo posible para potenciar este factor, así como la empastación de ambos instrumentos (violín y piano) en un plano sonoro siempre muy cuidado, de forma que ninguno se superpusiera al otro.

La chacona de la partita nº 2 en re menor de J. S. Bach, evidenció que para realizar una buena interpretación no solamente hace falta una ejecución esmerada en lo técnico. Se precisa también un estudio de la dirección del discurso musical, cuya interiorización, condiciona el fraseo, las dinámicas y genera gran riqueza en los matices. La emisión limpia y cuidada y la complejidad de esta obra arrancaron los "bravos" del público y una ruidosa ovación, premiando la concentración y motivación que reflejó el violinista durante todo el concierto.

La velada musical se cerró con la sonata nº 5 para violín y piano de Beethoven, en la que se constató el buen trabajo de ambos músicos, con la dificultad añadida de los pasajes a contratiempo en el tercer movimiento. El pianista de la noche, Damián Hernández, se mantuvo correcto en todo momento, sabiendo adaptarse a lo que se requería en cada ocasión.

A modo de propina, un aria de amor de su recién estrenada ópera de cámara "Doña Esquina", cinematográfica por momentos, donde la armonía del piano se vio supeditada a los bellos dibujos cantábiles del violín, en el registro agudo, de bella factura melódica. Una propina muy adecuada para una velada musical deliciosa con la que se cierra la "semana del violín" en Oviedo, iniciada con Akiko Suwanai en la OSPA y continuada por Hilary Hahn en Los conciertos del Auditorio.

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