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Crítica / Música

OSPA de cine

La Sinfónica del Principado cierra su primer tercio de la temporada de abono a un gran nivel y con un programa muy vistoso

El quinto concierto de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) rendía homenaje al italiano Nino Rota, gran compositor de bandas sonoras, inmortalizado gracias al séptimo arte. No obstante, la velada musical se abriría con "In the South (Alassio)" del inglés Edward Elgar, una página sinfónica que muestra el oficio compositivo de un autor ya muy consolidado y que continuaba la línea estética del programa de la semana anterior. En esta primera obra, la orquesta supo combinar con acierto la impetuosa sonoridad de toques arcaicos, generados por los amplios saltos interválicos y la inclusión de quintas, con pasajes delicados como los solos de viola y trompa, mediante una melodía en legato y una emisión muy cuidada.

En el "Concierto soirée para piano y orquesta" de Rota se conjugan un bello melodismo y una ironía casi más propia de Satie o Milhaud, algo que se transmitirá en el constante diálogo entre piano y orquesta, en los compartidos y breves motivos en el registro agudo del instrumento solista y los perpetuos cambios de tempo y ritmo. A pesar de estas dificultades, Lupo desempeñó su papel de solista a las mil maravillas, no en vano este concierto figura como una de sus obras predilectas en sus programas y grabaciones. A modo de propina, realizó el "Preludio nº 13" del propio Rota, una pieza puramente romántica que bebe de la tradición del pianismo intimista del siglo XIX, donde el intérprete desplegó un gran lirismo nostálgico acentuado gracias a un fraseo exquisito.

La OSPA cerraría su actuación con "La strada, suite del ballet para orquesta", es decir, la banda sonora de la célebre película de Fellini convertida en suite. La plasmación en la partitura del mundo circense hizo que, en la interpretación, nada sencilla, los metales se repartieran, junto a los sensibles y delicados pasajes de la concertino Isabel Jiménez, el protagonismo de la obra, rindiendo a buen nivel ante una formación compacta y poderosa. A lo largo de sus siete movimientos, el director, Corrado Rovaris, visibilizó el trabajo semanal con una orquesta muy ajustada, de sonido uniforme y homogéneo, con unas ideas muy claras y unas dinámicas que se recrearon en un volumen sonoro ciertamente atractivo.

De gestualidad austera y sobria, se mostró dominador de la situación en todo momento, muy celoso de cuidar cada detalle y sabiendo manejar con acierto a la agrupación asturiana, optando por sacar partido a una gran fluidez del discurso musical para que la tímbrica de la amplia plantilla orquestal saliera a relucir, resultando una ejecución fresca y llena de matices que encandiló a los asistentes.

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