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Paraíso capital

El Padrino

Despedida a un hombre que representaba como nadie valores que hacen distinta y especial nuestra ciudad

"El Padrino" es quizá mi película favorita, como concepto es también una de mis palabras predilectas.

El pasado viernes se nos fue Pedro García-Conde. Un hombre de Oviedo que representaba como nadie valores de los que hacen distinta y especial nuestra ciudad: caballerosidad, elegancia, una educación exquisita. Cualidades antiguas que se van perdiendo en esta sociedad globalizada cada vez menos humana.

No por ello dejaba de ser una persona muy contemporánea, de profunda sensatez, con los pies pegados al suelo.

Aparte de ser uno de los diez hermanos de mi padre, conmigo le unía ese vínculo de especial trascendencia en nuestra familia. Era mi padrino, lo cual ha sido motivo de cierta envidia blanca entre mis primos y hermanos. A mí me tocó el premio gordo. Se siente, queridos parientes varios, cada uno tendréis el vuestro pero en esto he salido ganando.

LA NUEVA ESPAÑA y otros medios tuvieron la cortesía de ponerse en contacto con nosotros para que les ayudásemos a dibujar una semblanza de su figura, un homenaje que merecía. Creo que no se lo pusimos fácil al buen David Orihuela, que sin embargo resolvió de manera sobresaliente el texto y siempre le estaremos agradecidos por ello.

Nos preguntó muy discretamente: Qué resaltaríais de su vida, de sus aficiones. La respuesta fue unánime: su familia, sus hijos, hermanos y nietos, su bisnieta. Cuca, su esposa, un amor de película que permaneció inalterable a pesar de perderla hace una década. Sus amigos, de esos a millones. Amigos sinceros que le quieren con locura.

Lo que le contábamos no le llenaba el ojo al periodista. Quería escribir algo que distinguiese a Pedro el hombre, un perfil humano. Qué deportes le gustaban, cómo pasaba su tiempo libre. ¿Tenis, golf, el mar? Sí, sí, respondíamos. Pero no, lo suyo éramos nosotros, su familia. Eso era lo que disfrutaba, reunirnos, abrir la puerta de casa.

Qué gustos tenía, la ópera quizá, el arte. Sí, sí, también. Pero no, para él lo importante era lo que te cuento, sus amistades, la gente que le quería. ¿Era reconocido como gastrónomo? Sí, claro, en el sentido de que le encantaba sentarnos a todos en la mesa. En la comida, en la merienda, en el café.

Al final Orihuela tuvo que conformarse. Lo que escribió fueron frases entrañables. Sin duda porque eso fue lo encontró, la misma respuesta en todas partes.

Parece lo obvio, lo que se dice cuando una persona se marcha.

Pero resulta no ser tan obvio. Al contrario lo considero un don muy exclusivo que mi tío evidenciaba de forma natural. Una capacidad para la empatía con toda clase de personas, de cualquier origen o forma de pensar. Tenía la maestría del calor humano. Una lección de vida que no se puede aprender, si acaso intentar imitar.

Nadie puede decir que le haya visto una mancha, una arruga en su atuendo. Ni una sola vez una prenda mal combinada. Ni un solo cabello ligeramente despeinado, ningún descuido en su afeitado de apurado perfecto. Así era también su personalidad: impecable, pulcra, fresca y aseada en cualquier circunstancia.

Tantas veces nos encontrábamos en Uría. Entonces me gustaba acompañarle hasta su portal. Podía tardar más de una hora en recorrer doscientos metros. Le paraban, le saludaban, para todos tenía unas palabras. A todos les reconocía, a todos me presentaba como un insigne escritor, ahijado suyo. Un muchacho muy inteligente, repetía

Conseguía sacar sonrisas a los adultos. Carcajadas a los niños. Cruzárselo era una fiesta. Uría no volverá a ser la misma para mí, quizá no vuelva a ser la misma para nadie.

Michael Corleone, icono de la cultura popular, tenía una frase en la mítica película de Coppola (y novela de Mario Puzzo) que rezaba: "Padrino es un vínculo familiar sagrado, también como llamaban a mi padre sus amigos en señal de afecto y respeto".

Qué privilegio el mío, Don Pedro. Padrino, beso su mano.

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