Irreverente pero políticamente correcta, moderna pero sin abandonar la tradición, discreta y al mismo tiempo brillante, así es la producción de la zarzuela "El barberillo de Lavapiés" que se estrenó el pasado jueves en el Teatro Campoamor de Oviedo para inaugurar la presente temporada del Festival de Teatro Lírico Español, que alcanza ya su edición número XVII y se consolida con éxito otro año más como el más importante de España, después de Madrid. Una obra que, aunque estrenada en 1874 parece irradiar actualidad en cada una de sus frases, por sus perros, sus collares y sus ministros. La propuesta de Alfredo Sanzol respeta a la obra y la esencia de sus protagonistas, pero dota al "Barberillo" de un ritmo escénico frenético y actual. La iluminación, el vestuario de Alejandro Andújar y las coreografías de Antonio Ruz, con un cuerpo de baile que consiguió implementar el espectáculo, son los pilares clave sobre los que se enarbola esta producción.

El barítono Borja Quiza, que dio vida a Lamparilla, tuvo un éxito rotundo, no solo por su solvencia a nivel vocal, su buena proyección o una dicción tan clara, también por la gestualidad y la caracterización de pillo con la que revistió al barbero castizo. También la Paloma, que interpretó la mezzo Cristina Faus, quien afrontó con gracia y solvencia el papel, aunque en Oviedo ya ha brillado más en otras ocasiones. María Miró también fue muy solvente en términos musicales como la Marquesita del Bierzo que conspira en beneficio de Floridablanca. Por su parte, el tenor Javier Tomé tuvo algunas dificultades. Aunque con un papel más corto, el bajo David Sánchez también se desenvolvió con soltura.

Es importante también destacar a Miquel Ortega y a la Orquesta Oviedo Filarmonía por la flexibilidad con la que acompañaron todo lo que sucedía en escena. En los cambios de tempo radica la principal dificultad al interpretar el repertorio zarzuelístico, y fue en estos momentos en los que mejor se pudo apreciar el oficio de Ortega en el foso, "y con mano serena y segura" dejaba ceder a la música en función de los requerimientos vocales de los cantantes y supo extraer de la partitura de Barbieri páginas de música llenas de color. En este sentido, se les sumó también la Orquesta langreana de plectro.

Esta partitura de Barbieri exigió mucho al Coro de la Capilla Polifónica "Ciudad de Oviedo", no en vano, majas y majos, costureras, estudiantes, guardias walonas y embozados salieron el jueves de entre sus filas. Quizá el coro de costureras fue el número en el que la agrupación alcanzó sus mejores cotas de calidad, con un fraseo muy cuidado.

En definitiva un "Barberillo" que sabe "francés" y "latín" por el que no pasan los años, y que, siempre dentro de los márgenes de una buena producción con calidad tiene el éxito asegurado.