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Días anómalos

Una visión poética del encierro

La ciudad sigue su curso en unos días anómalos e incrédulos. El miedo, esa percepción angustiosa del ánimo, cabalga entre las sombras urbanas con la parsimonia de un hombre perdido y somnoliento. Pasan las horas en el silencio de un día sin calendario. Todo es horizonte envejecido en un paisaje de ceniza y vacío. Huele a ausencia mientras las calles y las plazas reflejan la verdad de un fuego q nos devora. Busco la felicidad perdida desde mi doméstica sede auscultando todos los rincones para encontrar la razón olvidada. La vida aunque está conmigo observo que se me escapa de las manos como un golpe de agua en los bolsillos de tu chaqueta azul. Hablo sin hablar y las paredes me acompañan en este diálogo sin sentido. Estoy aquí en este lugar del mundo conectado con mi infancia en aquellas jornadas eternas entre paperas y varicela. Tiempo lejano de recuerdos en azúcar y croquetas. Y en este devenir cotidiano encuentro en el libro de la sabiduría semillas de naranjo y fuente de amor. Si pudiera ahora mismo apagaría este fuego de melancolía con una goma de borrar. La noche vuelve al hogar mientras miro por la ventana la nube de luz sin estrellas y en ese tránsito de barniz persigo racionalizar el miedo con palabras musicales y gestos de héroe. El mundo parece que se desvanece pero sólo con la fuerza de nuestra historia y esos textos antológicos de silencio habrá tiempo para alcanzar el vino y las rosas...

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