La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Otero

Sánchez del Río: adelantado a su tiempo

La brillante trayectoria de un arquitecto que dejó una profunda huella en la ciudad

En las semanas previas al estado de alarma, habíamos leído muchas veces el nombre de Sánchez del Río por una de sus obras: la nave de cañones de La Vega, proyectada en 1940 y que uno de los proyectos alternativos al tristemente fenecido "Bosque y Valle", para la regulación del tráfico en Santullano, pretende profanar. Pero hay mucho más. Ildefonso Sánchez del Río Pisón. Ingeniero de caminos y proyectista de estructuras, con un bagaje profesional tan rico y extenso que resulta imposible comprimir en unas líneas. Hijo de un juez asturiano, nació en Haro (La Rioja) el 1 de junio de 1898. Cursó estudios en la Institución Libre de Enseñanza de Madrid. En 1916 ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, acabando su carrera en 1922. En ese año se trasladó a Asturias, a San Esteban de Pravia, donde ejerció como ingeniero del puerto hasta 1925. Durante el último año simultaneó su trabajo con el de Ingeniero Municipal del Ayuntamiento de Oviedo, cargo que desempeñó hasta 1941. Sánchez del Río dejó mucha huella en Asturias y en Oviedo. Es autor de los puentes de Láneo sobre el Narcea, o del de Las Caldas sobre el Nalón. En 1973 construyó el mercado de ganados de Pola de Siero, actual estación de autobuses, que el arquitecto Robert Brufau, encargado del proyecto de rehabilitación en 2017, definió como pieza "única en el mundo". Diseñó los depósitos de agua de Trubia, Mieres, Turón y los del Cristo, de 1927. En 1933 se construye en el Campo San Francisco el palomar, desaparecido tras la Guerra Civil, diseñado por él, junto con el arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo y conocido por su forma helicoidal como "el tornillu".

Cuando en 1926 se acabó de derribar la iglesia de San Isidoro, se decidió que el espacio liberado fuera destinado para la venta de leche. Con el fin de cobijar a las "lecheras", Sánchez del Río recibió el encargo en 1929 de proyectar un techo para este menester. Con un presupuesto de 4.000 pesetas se optó por una cubierta de hormigón en forma de paraguas, forma que bautizó la plaza desde entonces. También en los años veinte se construyeron en el concejo lavaderos con esa techumbre de paraguas: en Olloniego, en La Corredoria, en Fuente la Plata y en el Naranco, al lado del centro de interpretación del Prerrománico, cuya cubierta derribó un camión hace años y nunca se reparó.

Otra obra, pionera de la ingeniería de la época, fue la cubierta del estadio de Buenavista, con una tribuna libre de apoyos y una capacidad de 4.000 personas sentadas.

Y una de sus obras más significativas en Oviedo es, sin duda, el Palacio de los Deportes. La construcción se inició en 1961, siendo inaugurado en 1975. Consta de una bóveda de 100 metros de luz y una superficie de 100 metros de lado sin ningún pilar intermedio. La descripción del proyecto se inicia con una frase muy significativa: "Vamos a construir, si Dios quiere, la mayor bóveda autoportante que hasta la fecha haya sido realizada".

Dentro de la estructura de hormigón en la que se apoya la cubierta se encuentra uno de los detalles más llamativos: las articulaciones de los arranques de los arcos, que se encuentran en una caja de vidrio e iluminados por decisión de Sánchez del Río. Así lo definió: "¿Cómo podemos admitir que esos diminutos atlantes que van a soportar sobre sus hombros no la bóveda celeste, pero sí la del Palacio de los Deportes de Oviedo, pasen desapercibidos?".

Con este proyecto, Sánchez del Río concurrió al Congreso Internacional de Estructuras laminares de San Francisco en 1962.

Sánchez del Río es hijo adoptivo de Oviedo y el municipio acordó dar su nombre a una calle el 15 de marzo de 1988, merecido reconocimiento a quien dejó en Oviedo de forma tan singular tanto de su buen hacer.

Compartir el artículo

stats