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Por una necesaria revuelta moral

En defensa de la vejez y la importancia de devolver protagonismo y vigencia en la sociedad a los mayores

Hace pocos días, animados por la Comunidad San Egidio, personalidades de la política, la sociedad y la ciencia, como Prodi o Habermas, en su manifiesto "sin ancianos no hay futuro", exigieron no depreciar las vidas de las personas mayores en la actual crisis de coronavirus, haciendo un llamamiento valiente a poner en marcha una "revuelta moral"? "No debemos dejar morir a la generación que luchó contra las dictaduras, y construyó Europa." Con un fundamento indiscutible: el valor de la vida debe seguir siendo el mismo para todos. Cualquiera que deprecie la frágil y débil vida de los mayores prepara el camino para una depreciación de cada vida.

En muchos países, hace años que viene dibujándose "un modelo peligroso" que ha instaurado un sistema selectivo, en el que las vidas de las personas mayores, por un mecanismo de institucionalización, se consideran secundarias, y todo por su mayor vulnerabilidad, su edad avanzada, lo que justifica una forma de selección en favor de los más jóvenes y válidos. Resignarse y aceptar esto es inaceptable desde el punto de vista humano y legal. Una ética mínima se basa en no hacer una diferencia entre las personas, ni siquiera por su edad.

Poco a poco, imbuidos de una locura por el bienestar a toda costa, hemos aceptado que los mayores tengan un valor diferente: pensiones ridículas, separación social en pequeños guetos de bienestar, analfabetismo tecnológico, inhabilitación emocional, descalificación política, todo un rosario de marginalidades que desgarra la red social de solidaridad entre las generaciones y divide a la sociedad en su conjunto. No podemos seguir por esta senda, debemos luchar para rehumanizar nuestras sociedades contra los múltiples mecanismos selectivos que arrinconan y condenan a los mayores, y más teniendo en cuenta el elevado número de ancianos que han fallecido estos meses.

Hemos vivido el escándalo, que no puede quedar impune, de una mortalidad de ancianos en residencias que pone de manifiesto la terrible idea de que se pueden sacrificar sus vidas en beneficio de otras. El papa Francisco denuncia lo que llama la cultura del descarte, que priva a los ancianos del derecho a ser considerados personas relegándolos a ser solo un número y, en algunos casos, ni siquiera eso. Los ancianos son fundamentales en la trama social de la solidaridad entre generaciones. Porque llegar a viejo, ser mayor, no implica dejar de ser útil, pues la vejez no es una cuestión de edad sino de actitud, como decía H. Hesse, envejecer es un empeño ético, una obra de arte colectiva, cuyo valor nace del respeto, la consideración, la utilidad y el sentido de sociedad. La vejez es ganancia que participada en ciudadanía enriquece a las generaciones más jóvenes.

¿No es cierto que quien envejece se vuelve más noble, más experimentado, más sensible, más justo, más juicioso, más sabio? ¿La vivencia de los muchos años no te hace menos soberbio, menos egoísta, menos indiferente, menos dogmático? Nuestros mayores ni sobran ni estorban, no podemos permitir su ausencia porque derrumbaríamos el entramado social que nos permitirá sobrevivir haciendo realidad todo lo que ellos soñaron y trabajaron. Como Unamuno, yo quiero llegar a ser un niño viejo, una sonrisa sabia, cuyos recuerdos superen la veracidad de lo real. No te calles, porque tú también serás mayor, únete a nuestra "revuelta moral".

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