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PARAÍSO CAPITAL

El turismo es un gran invento

Los valores de Oviedo que atraen visitantes

Ha pasado desapercibida la efeméride, pero este año se han cumplido treinta y cinco primaveras desde que nuestra provincia adoptó la marca "Asturias, Paraíso Natural" como seña de identidad. Una etiqueta que nos gusta a los asturianos, que nos hace hinchar el pecho y sacar galones fuera de nuestras fronteras. Es una rareza, pocos eslóganes soportan igual de bien el paso del tiempo. Sin embargo, nunca llegamos a sacarle todo el jugo.

Cuándo y por qué perdimos el tren del turismo son preguntas incómodas. Quizá fue esa manera de aferrarnos a la industria y a la minería, no supimos hacerlo y tampoco quisimos. Recibir visitantes implica ciertos esfuerzos, renunciar a la intimidad.

Se dice que fue Manuel Fraga Iribarne el que se inventó el turismo en España. Cierto o no, nuestro país rompió el aislamiento internacional que sufrió durante el franquismo regalando y destrozando la costa mediterránea allá por los años sesenta. Mala suerte y buena suerte para nosotros. Quedamos fuera del progreso, pero conservamos el paraíso.

En un vistazo muy rápido sobre nuestros recursos, reconocemos rápido algunos conceptos básicos. Artículos de Wikipedia. El Prerrománico, la cámara santa, el parque San Francisco, los premios "Princesa de Asturias", los museos de Bellas Artes y Arqueológico.

Sin embargo, lo que acaba trayendo visitantes de manera regular tienen más que ver con otros valores: La clínica Fernandez-Vega, Sicilia, Machín-Cavallé. El milagro de la academia MIR, como ha reconocido esta semana la Cámara de Comercio premiando con su medalla de oro el trabajo de su fundador, Jaime Balandrón.

También la Ópera de Oviedo como marca cultural más fuerte. Esperemos que la reapertura de puertas en septiembre logre maquillar los desastres de 2020.

Si no generamos riqueza, si nuestro pulmón financiero es tan débil, tendremos que hacer que el dinero venga de fuera para quedarse. En eso consiste el turismo, en realidad. No en que nos reconozcan que es todo muy verde y muy guapo, que un día de sol en Asturias bien vale una misa.

Cuando nació aquello del Paraíso Natural se empezaba otra carrera, la del turismo del norte. Entonces nos volvió a torcer el brazo Fraga y sus imaginativas artes de promoción. Hay que reconocerle cierto ingenio. En su retiro dorado como presidente de la Xunta se sacó de la manga el Galicia Calidade y recuperó el brillo del Camino de Santiago.

En aquel momento nos volvimos a conformar con la victoria moral que nos daba el refranero: "Quien va a Santiago y no a San Salvador, visita al siervo, pero no a su Señor". Poco hicimos para darnos valor en esa batalla.

Ahora se abre un nuevo escenario. Una oportunidad para la ciudad, aunque parezca increíble que venga de una desgracia planetaria. Si los extranjeros eran una amenaza en el siglo XX para nuestras señas de identidad, ahora, curiosamente, pueden ser, con su interés, quienes nos salven de un enemigo mucho más voraz y siniestro: la globalización.

El turismo sigue siendo un gran invento, pero requiere el esfuerzo de abrir las ventanas para que mostremos todo lo singular. Tener orgullo de nuestra ciudad como anfitriones. La distinguida capital del Paraíso Natural.

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