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Por la tolerancia, el encuentro y el diálogo

Las bases para una convivencia menos frentista, alejada del intransigente fanatismo populista

"Dejadlos crecer juntos". Jesús contó la parábola del trigo y la cizaña como un manifiesto por la tolerancia, para enseñarnos a respetar siempre la dignidad del otro, con sus diferencias y que nadie ha de "arrancar" la vida, las opiniones, o las palabras de ningún ser humano sólo por considerarlas cizaña, mientras uno se autoproclama, de manera ciega y equivocada, como "trigo limpio".

Sin tolerancia no será posible superar los complejos problemas que han abierto una brecha tan destructora en nuestro mundo, en nuestra sociedad española. Sin tolerancia no desaparecerán las diferencias ideológicas o políticas, no habrá encuentro entre los distintos posicionamientos enfrentados, no se abrirá ningún diálogo superador...

Ciertamente, la tolerancia no es la varita mágica para ningún problema factual, pero es la condición básica para acercarnos a algún tipo de solución. El clima necesario e indispensable para que gentes de ideologías o posturas políticas diferentes puedan buscar fórmulas de convivencia, de encuentro y de soluciones consensuadas.

La tolerancia solo tiene una meta: el consenso. Para llegar a este horizonte de encuentro, la tolerancia ha de consistir en aceptar el disenso que nace del pluralismo de posturas para lograr entre todos aquello que mejor pueda responder al bien común.

Frente a la "intolerancia activa", que definía Voltaire como la lucha encarnizada por las ideas, nuestros representantes deberían optar por una tolerancia activa: abierta y receptiva ante la diferencia, actitud básica y compartida que sería respetuosa con el pluralismo, al entender que hay aspectos importantes más allá de los intereses individuales o partidistas.

Para una sociedad que se enfrenta a los problemas con espíritu tolerante, las diferencias no tienen por qué ser necesariamente un obstáculo para el mutuo entendimiento. Al contrario, nos podrían llevar a una convivencia más rica y estimulante, a una pluralidad constructiva que no parte de factualidades dogmáticas sino que construye el marco ético que nos queremos dar entre todos para poder convivir. La diferencia de posturas no debería ser una amenaza, sino un reto para avanzar.

El mayor enemigo de la tolerancia es el fanatismo populista. Esa postura ciega e intransigente de quien se cree en posesión absoluta de la verdad o la justicia, y, por lo tanto, excluye a todo aquel que se le oponga. Desde el fanatismo es imposible el diálogo y la convivencia pacífica. Sólo impera la fuerza y la imposición.

La tolerancia respetuosa y operante, por el contrario, capacita para "aceptar" al otro, no para destruirlo o eliminarlo. Pero sería una equivocación pensar que se trata sólo de "soportar" que el otro piense o actúe de forma diferente a la mía. No se trata de eso, tenemos de buscar el asentimiento frente a las opiniones del diferente para poder sentar las bases de una convivencia siempre más justa y menos excluyente o frentista.

Debemos recuperar una actitud dialógica, que partiendo de una posición originaria o "velo de ignorancia", y con "las pretensiones de verdad", que nos decían Rawls y Habermas, tienda a una situación ideal de comunicación que no sea excluyente, sino que se base en la imparcialidad, la libertad y la participación en condiciones de igualdad y de verdad de todos los actores sociales?

Las consecuencias de ese diálogo basado en la aceptación positiva de los otros han de llevarnos a que la conclusión o norma de convivencia concreta a la que se llegue después del diálogo sea asumida por todos sin recortes ni matices. Es decir, que todos los que tengan relación con esa verdad consensuada acepten las consecuencias de estar bajo la misma.

Sólo la tolerancia, el diálogo y el consenso de todos los actores sociales y políticos nos permitirán salir de esta profunda crisis poscoronavirus. Solo la tolerancia dialógica y de encuentro entre los diferentes, parafraseando a Weber, sentará las bases de una responsabilidad "como encanto del desencanto".

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