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CON VISTAS AL NARANCO

¿Hay aluminio en Europa?

Un gran poeta que conocí añoraba su "arboleda perdida"; la mía, Francisca, sigue ahí, pese a la amenaza de restaurante, frente a mí, pero la que tuve, nostalgia e intermitencia estival, entre Salinas y San Juan, se destruyó en hormigón, el primer tramo que lamenta Santiago Blanco en "El inmenso placer de matar a un gendarme". El segundo se destruyó en quema por partículas de aluminio de la antigua Endasa, según me dijeron, pues solo constaté resultado sobre lecho de duna, a la que la fuerza del recuerdo me impide ahora volver de vieyu.

El aluminio debió de ser así injustamente depredador, y soy, humano, Fernando Díaz-Plaja dixit, de naturaleza vengativa que no quita reconocer la dieta de progreso que nos hemos dado. Ocurre, sin embargo, que el aluminio cotiza a la baja en la londinense bolsa de metales y que está, desde ha mucho, en lacerante crisis laboral en Galicia y Asturias, mejor escribir suroeste de Europa. Los trabajadores se mueven y bien se aprecia, aunque mucho me intranquilizan sus perspectivas de futuro. Hay quien con la mejor buena fe me menta la sacrosanta globalización, sin convencerme en absoluto. Admito a efectos dialécticos que hay una desmedida oferta mundial, los datos son indiscutibles, pero, en mi caso, será porque no terminé carrera de economista o porque, antes de la pandemia, que trato de evitar, inoculé el virus europeísta, creo a pies juntillas que si Europa necesita aluminio debería satisfacerse en preferencia con el propio. En absoluto sería negarse a que desembarquen envíos foráneos, siempre a partir del excedente del autoconsumo; también sé que en Noruega los salarios alumínicos son más altos y que la cantinela de los costes electrointensivos, frente al dumping allende las fronteras de la UE, ya se barajaba en mi tiempo bruselense y no deberían ser anticompetitivos a estas alturas de la película. Sería bueno, en cualquier caso, dilucidar el hipotético fraude ya en vía criminal y los demás posibles delitos e irregularidades conexos.

Sé, en definitiva, que hay aluminio, tradición, incluso historia de luces y brumas, por lo que ha de contar entre los proyectos imprescindibles de la reconstrucción económica europea, evitando la deslocalización de un mineral de tanto valor añadido del que dependen cientos de familias. Sin embargo, algo debe de fallar. ¿Será que en Oviedo/Santiago, Madrid, Brubru? se ha dejado escapar el empresariado de calidad que veía, o eso parecía, el nicho con las correcciones actualizadas de la un tanto obsoleta mano invisible?

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