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DIÁLOGOS MATEÍNOS

El mojito imposible

La dificultad de tomarse algo en grupo bajo los nuevos protocolos

Como recordaremos, en el capítulo anterior de "Diálogos mateínos", el compadre la había liado parda liderando una turba alcohólica procedente de todos los pueblos de Asturias. Intentaba hacer honor a la sagrada tradición de quemar Oviedo el primer fin de semana de las fiestas. Beber hasta perder el sentido y comportarse como becerros asilvestrados. Pero fracasó.

-No hubo manera-, me cuenta. -No hay chiringuitos. Pero también están cerrados la mitad de los chigres de toda la vida.

-¿Tan difícil resulta tomarse unas copas?

-Para pedir un mojito tienes que hacer una yincana. Entramos a un bar. Moza, echa aquí 175 mojitos para la cuenca del Nalón. Y va la chavala y me contesta: ¿Ya tenéis sitio en la terraza?

-Lógico, hay que consumir sentados para garantizar la distancia social.

-Espera que sigo. Le dije, pues prepáranos mesa para 175, y los mojitos. Y me contesta: el aforo máximo por mesa es de diez personas. Y yo, pues vamos a sentarnos en diecisiete mesas de diez y una de cinco. Y va la tía y me suelta: Un minutín que tengo que desinfectar las sillas. Una hora para limpiar las 175 sillas de Dios. Y las mesas.

-Son los protocolos sanitarios, manín.

-Para colmo no hacían mojitos. Pues cacharros. Uno de La Corredoria quiso cantar tonada. Como con la mascarilla se le empañaban las gafas, acabó desistiendo. Al final, de tanto beber chismes sentados, acabamos amodorrando.

-Parece que el virus acabó también con vuestra revolución,- le digo a mi colega, que tiene la mirada perdida en su desesperanza.

Así continuamos nuestro paseo por el Bombé, dejando atrás la actividad de folclore en la calle. Pocas cosas evidencian mejor una resaca como una buena banda de gaitas.

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