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Cuando los elefantes se pelean

Las carencias y miserias de la clase política actual

Dice un viejo proverbio indio que cuando los elefantes discuten y se pelean quien realmente sufre es la hierba que pisan. Parece obvio. Imaginaos a dos colosos en combate por su primacía, por el dominio de la manada, por la perpetuación de su especie. Puede que los embates de su lucha les lastimen superficialmente, pero las hierbas del suelo sentirán un terrible peso, que en el mejor de los casos las dejará aplastadas sobre la tierra, pero que a la mayoría las someterá a tal sufrimiento que acabarán sucumbiendo.

Pues, aunque nos parezca una cruel metáfora, es lo que está sucediendo en nuestro panorama sociopolítico nacional. Las soberbias y estulticias de nuestros dirigentes, sean del partido que sean, las torpezas y sus afanes de grandeza, los sueños de perpetuación y sus estériles batallas, las engañifas y los dimes y diretes, los "tú más", los insultos de fascistas y chavistas, toda una maraña de cruentas batallas entre dos bandos de mastodontes cada vez más incompetentes e incapaces, torpes elefantes de poca vista y menor inteligencia, que juegan estrategias de posicionamiento y de combate, de dictadores soberbios y ofendidos victimismos, perfiles más propios de comportamientos infantiles, que de verdaderos políticos de talla, como serían los políticos de mirada serena y empática, de decisiones inteligentes y dialogadas, dirigentes que les importa más la vida y el destinos de sus ciudadanos, que piensan en el presente y futuro de todos y no en su continuidad partidista.

Ese combate es todavía más vergonzante cuando los delirios de grandeza de los que se supone que han venido a servir al bien común les sume en una especie de ruta neofascista, muy cercana a la hoja de ruta del viejo y vomitivo chavismo, con todas sus estrategias de chulería indecente, de alarde de símbolos que a ellos mismos se tendrían que aplicar, de soterradas maniobras que van ahogando los distintos poderes y niveles de esfera social, jurídica, económica, los pilares de nuestra convivencia en libertad. Desde la cabeza de nuestro Estado, queriendo autorizar y no refrendar la presencia del Rey, como si de una marioneta de paja inservible se tratase; el poder judicial que amordazan y silencian con nombramientos caprichosos; el debate legislativo reducido al "o estás conmigo o estás con el coronavirus"; la economía que ha terminado en la uci por el constante vaivén de indecisiones o de pésimas decisiones. Decía Tocqueville que la primera condición para la democracia es la de respetar sus instituciones.

Y, por último, los ciudadanos, la hierba pisoteada y maltratada por su escandalosa incompetencia, condenados a vivir la época más oscura de incertidumbre y sufrimiento de los últimos cien años (¡qué paradójico: domina la incertidumbre en los llamados tiempos de la certidumbre, la ciencia y la razón!). Decía mi abuelo que no es lo mismo mandar que gobernar, mandar lo hace cualquier mindundi, y más con la fuerza en su mano, pero gobernar implica inteligencia, estructura racional, profundidad de valores y capacidad de entender el presente desde la mirada de futuro, y para esto no los veo preparados. Solo escucho amenazas, cual castigos infantiles, una y otra vez, pero no los veo respondiendo a su pretendida ansia de gobernar, no hay previsión, no hay coherencia, no hay medidas a la altura, no hay sabios ni expertos, solo politiquillos que nos escupen a la cara, porque somos la plebe de los votantes.

Ya sé que me repito, pero va siendo hora de que la hierba se levante. Estoy indignado, harto, cansado, desorientado, como la mayoría de los ciudadanos. Salgamos a la calle, levantemos nuestra voz, acabemos con esta inquietante incertidumbre. Echemos a los incompetentes y, como decía Clint Eastwood a Maggie en "Million Dollar Baby": "Te voy a llevar a un sitio donde los médicos hayan estudiado medicina de verdad", busquemos a verdaderos profesionales, médicos, economistas, gestores, juristas, que de verdad hayan estudiado, profesionales independientes que sepan de qué va esto de la vida pública y la vida de los ciudadanos, la salud y la economía, y empiecen a tomar las medidas racionales, que al menos nos ayuden a vivir esta difícil situación con un poco de sentido y de horizonte.

Si estás hasta el gorro, cansado, perdido, si te sientes una y otra vez manipulado, hazte oír, pero no dejes que te pisoteen más. Puede que seamos más pobres, pero no somos tontos.

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