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PARAÍSO CAPITAL

Icónico y poderoso Morricone

Las inolvidables creaciones del premio "Princesa de Asturias" de las Artes

Echo de menos ir al cine. No me refiero a ir a una sala convencional y panelada de centro comercial. Donde quiero volver es a las sensaciones que me provocaba aquello hace treinta años. O cuarenta quizá, ya me cuesta echarme esas cuentas.

Hablo de regresar al tiempo en que la vida era ver televisión o escuchar la radio. Elegir una película en la penúltima página de LA NUEVA ESPAÑA o gastarnos la paga en las salas de recreativos. Grabar casetes con canciones de la radio. Correr para alcanzar el único teléfono familiar cuando sabías que era para ti. Todo eso que ahora se hace desde el móvil.

Había buenos cines en Oviedo, aunque, paradójicamente, mis favoritos eran los más nuevos, y no las elegantonas salas clásicas como el Aramo, el Ayala o el Principado. Era más de los Brooklyn y fan de los Mini Cines, que pillaban justo al lado de la casa de mi amigo Fernando y donde siempre era el día del espectador.

Éramos sencillos e infantiles en nuestros gustos. Allí nos vimos juntos la saga completa de Bud Spencer y Terence Hill. Nos partíamos de la risa entre tanto malvado fantoche y tanta bofetada a mano abierta. También otros éxitos de la época: "Loca academia de Policía", "Karate Kid" y la mítica "Top Secret", nuestra favorita, cuyos chistes recitábamos de memoria. No sé cuántas veces la llegamos a ver.

Cuando dábamos los primeros pasos hacia la adolescencia, fue cuando se estrenó aquella película que nos impactó tanto: "La misión". Sobre unos sacerdotes extraordinariamente atléticos que evangelizaban a las tribus que habitaban las cataratas del Iguazú.

Desde el momento de su estreno se consideró que su banda sonora original era una de las más impactantes compuestas hasta la fecha. Una partitura inolvidable para una historia sencilla. Tanto o más protagonista que la interpretación de los jovencísimos Jeremy Irons y Robert De Niro. Aquella fue la primera vez que escuché hablar de Ennio Morricone. El primer nombre que me supe de todos los músicos que han dedicado su vida al cine.

Su carrera, marcada hasta ese momento por los spaghetti western de Sergio Leone, alcanzó entonces trascendencia mundial. Le llevó a trabajar con directores como Brian de Palma, Polanski, Almodóvar y Tarantino. Más de cuatrocientas bandas sonoras. Dos premios "Oscar". Un talento que parecía inagotable.

La vida quiso llevárselo a los pocos días de conocerse que era, junto a John Williams, el galardonado con el "Princesa de Asturias" de las Artes. No le dio tiempo a recogerlo. Algo que ocurre por segunda vez en la historia de los Premios (el primero fue el historiador Claudio Sánchez-Albornoz en 1984).

En su discurso desde Los Ángeles, vía satélite, Williams nos recordó que aún tenemos su espíritu, su música icónica, poderosa y enérgica que nos acompañará siempre.

Después, en los salones del Reconquista, sonó el delicadísimo "Deborah's Theme", de "Érase una vez en América". Era verdad, allí estaba Morricone. Y también aquella época de infancia, cines y risas.

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