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Lo que cuesta un cuerpazo

La vida de las dos estrellas de culturismo asturiano: salir con el tupper, comer gramo a gramo y gimnasio a diario

Saca bola, saca bola. Es lo que piden los niños a Ramsés Rams. Y Ramsés saca bola y un millón de músculos más que cualquier otro mortal no sabría ni que también posee de nacimiento. Ramsés Rams es el nombre comercial de aquel niño del barrio ovetense de Fozaneldi que nació hace 28 años con los apellidos Rodríguez Fernández y al que su madre, una apasionada del Antiguo Egipto que lo tuvo con 18, puso un nombre para diferenciarlo bien del común. Bien que lo logró. No sólo por el nombre. También le legó, junto a su marido, una genética de superman: aunque la Declaración Universal de Derechos Humanos sostiene que todos los hombres son iguales, cuando Ramsés posa, resulta evidente que hay dogmas que no se sostienen. Repasen las fotos de este reportaje y saquen de su archivo mental la ibérica estampa de Alfredo Landa. ¿Todos los hombres son iguales?

Ramsés es una de las grandes estrellas españolas de la categoría "men's physique", una modalidad del culturismo menos exuberante, más asequible. Simplificando mucho, son esos cuerpos de playa de las playas que vigilaba Pamela Anderson. Ramsés Rams nació el día en que vio a Arnold Schwarzenegger haciendo de Conan el Bárbaro. Ese día supo quién quería ser.

-Te lo digo de verdad, mi sueño es poder estrecharle la mano alguna vez.

Si lo consigue, su cuerpo y el del "Terminator" que un día gobernó California ya podrán medirse de tú a tú. "De niño yo quería ser el más fuerte". Fuerte y grande como era Arnold. Fuerte y grande como Manolo Rodríguez, un paisanón de 1,80 de alto y más de cien kilos de peso aficionado al ciclismo. Era su padre. Lo perdió, por enfermedad, cuando Ramsés tenía 10 años. El niño, que heredó de su progenitor la altura y un cierto parecido físico, entró en el Ejército, en Operaciones Especiales y en Infantería de Marina. Cinco años sirviendo a la patria. Entre medias, siempre mucho deporte. Ahora compite como profesional del culturismo. Ha crecido. Los niños le piden: saca bola, saca bola.

-Pero esto que usted hace hay quien dice que muy sano no puede ser...

-Y yo les respondo: mira a Arnold Schwarzenegger cómo está. Fue actor, fue gobernador de California y ahora, como decía en "Terminator" que iba a volver, va a volver. Vuelve a tope, está preparándose para interpretar de nuevo a Conan.

Ejercicio y dieta estricta. Así se construye Ramsés. Flexión a flexión, gramo a gramo. El gimnasio es importante, pero más la dieta. "Hay que tener constancia. Hay que ser estricto. No puedes saltarte nada. Te pueden decir que no pasa nada si comes de más. Pero sí que pasa". Disciplina estricta tanto en las cantidades y en los complementos de vitaminas, proteínas y calcio que ingiere como en la hora a la que lo hace. Todo ello, combinado con la visita diaria al gimnasio. Minutos tasados, medidos, pesados.

Dice que, para un tipo como él, mantener la dieta es un auténtico suplicio. "Yo era de los que rebañan la olla, de los que se comen uno de esos cachopos para dos personas y luego postre. Me ponía a merendar y caía un bocadillo de jamón detrás de otro. Había que verme comer". Ahora, aquel niño tragaldabas está a dieta milimetrada y va por la calle y ve "por todos lados la presión de los anuncios de comida. Tendrías que ver cómo se te agudiza el olfato". Lo huele todo, todo le apetece. Pero no. Porque, sostiene, el sacrificio compensa. Y la satisfacción es más emocional que muscular. "Físicamente ahora soy quien siempre quise ser. Y eso me da una seguridad brutal en mí mismo. Si me planteo un reto, sé que lo voy a lograr".

Sabe, y lo dice así, que su cuerpo es su reclamo. Sabe, y lo dice así, "que hoy lo que se vende entra por la vista". Usa su tableta como trampolín al negocio. Tiene una tienda de alimentos para culturismo, trabaja como entrenador, nutricionista, es "coach motivacional", es modelo de fitness, escribe en publicaciones especializadas... No para. Sabe que la juventud pasa. Acumula para el invierno muscular de la senectud. Dice: "El cuerpo es banal". Dice: "Es verdad que la gente valora más un cuerpo que una buena conversación". Dice: "Es verdad que hoy todo es aparentar porque ¿cuánta gente compra un coche que no se puede permitir?". Con cabeza rentabiliza el fruto de su carne. "Yo he estudiado, sé que la mejor forma que tengo de quemar calorías es pensar". Ramsés, siempre en el escaparate. En Twiter, 12.500 seguidores. En Facebook 62.477 "megustas". Mucha gente conoce a Ramsés. Más gente, más trabajo, más ingresos.

Para mujeres, la categoría de "cuerpos de playa", en culturismo se denomina "bikini". María José García es la reina del bikini en Asturias. En abril pasado, esta ovetense de la zona de Los Prados, entre Pumarín y Teatinos, rubia platino de 1,66 de estatura, debutó en las competiciones profesionales y ya empieza a acumular éxitos. Ahora está en la fase de aumentar masa muscular para luego empezar a definir músculo a músculo. Irá esculpiendo "hasta que se pueda estudiar anatomía contigo". Como Ramsés, su tiempo está tasado al milímetro. Es nutricionista con consulta propia, entrenadora personal, profesora de Educación Física (interina en el colegio público de Santarbás, Cangas del Narcea) y, todo eso, sumado a un férreo horario de entrenamiento cinco días a la semana y a una dieta no menos férrea. He ahí la clave: la dieta. "Yo soy la que va con el tupper a todos los sitios", admite. No es tanto echar el bofe en el gimnasio como cumplir la dieta al milímetro. Si sale con las amigas a cenar, María José lleva su propia comida. Si hay fiesta familiar, lleva su comida. No sin mi tupper. Afortunadamente, su marido, Joaquín Campelo, la comprende y la apoya en la disciplina de la tartera. Él también es aficionado al culturismo, aunque no profesional. Es un hombre como le gustan a ella: con músculos, muchos. Con un aspecto más próximo a la modalidad "classic". Son, digamos, una talla superior al men's physique de Ramsés. Como diría Benedetti: juntos por la calle, son mucho más que dos. Les miran, claro que les miran. Y claro que su madre le pregunta cuando la ve comer tan tasado: "¿Hija, esto será bueno?". Ella dice que es sano, que sabe de nutrición, de educación física, que sí. María José sabe que esto del culturismo es para un tiempo. "Soy una tía seria, me considero respetada porque sé de lo que hablo".

Ahora, como está en la fase de coger volumen, asegura que se ve un poco "rechonchita". Pero basta echarle un vistazo para comprobar que esa palabra no significa lo mismo para ella que para el resto de los mortales. De todas formas, María José subraya que el objetivo último, el real, no es conseguir un cuerpo esplendoroso, que el origen de su afición "es lo que tiene todo deporte, afán de superación personal. Si no valoras eso, lo dejas. Porque motivos económicos en este deporte no hay". Al contrario, su dinero le cuesta. A renglón seguido se queja de la falta de patrocinadores. Entre gimnasio, suplementos alimenticios y viajes a competiciones: 300-400 euros al mes. Sólo los bikinis cuestan 500 euros. Han de ser espectaculares, llenos de brillo, mucho cristal de Swarovsky. Salen a 500 euros.

-¿Y qué es lo que más valoran los jueces en su modalidad "bikini"?

-Es la pregunta del millón. Se valora mucho el tren inferior, unas piernas bonitas, fuertes, buenos cuádriceps, duros, con volumen, unos glúteos sin grasa ni celulitis. El tren superior pasa a un segundo plano.

María José, añade, tiene buenas piernas y buenos glúteos, de los que se siente orgullosa. Y en especial "una cintura estrecha y tonificada". Viéndola, sí, es verdad, lo ha logrado. Si lo que los jueces valoran es el tren inferior, ella está bastante como un tren.

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