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El derbi más salvaje se juega en Belgrado

El duelo futbolístico entre el Estrella Roja y el Partizán, en la capital de Serbia, es el más colorido, ruidoso y violento de Europa

Duelo futbolístico entre el Estrella Roja y el Partizán

Duelo futbolístico entre el Estrella Roja y el Partizán

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Duelo futbolístico entre el Estrella Roja y el Partizán Nacho AZPARREN

Sasa, nuestro contacto en Belgrado, se comunica de forma clara, sin rodeos.

-Si no hay espectáculo en el campo, lo habrá en las gradas...

Lo suelta así, con naturalidad, sin que suene a amenaza. La frase sirve como perfecto resumen de lo que va suceder durante 90 minutos en el Marakana Stadium de Belgrado. Allí se citan el Estrella Roja y el Partizán, los dos equipos más representativos de la capital serbia y enemigos irreconciliables. Vecinos incómodos (sus estadios están a escasos 400 metros) que convierten el derbi de Belgrado en el más colorido, ruidoso y violento de Europa. Una experiencia diferente; más pura y salvaje que ninguna.

Sasa es una persona importante en esta historia: seguidor incondicional del Partizán desde joven, él nos servirá de gancho y de traductor de todo lo que va a suceder. Es el encargado de recogernos en el aeropuerto y llevarnos al apartamento que hemos alquilado en el centro. Estaremos en Belgrado cuatro días, el objetivo principal es la Maratón, pero también aprovecharemos para hacer turismo. En la primera conversación que sirve de aproximación al país surge el fútbol. Cómo no.

"El sábado se juega el derbi. ¿Queréis ir?", nos dice Sasa usando el lenguaje universal del fútbol como manera directa para entablar una conversación. Aceptamos la propuesta. Las ocho entradas, en una zona neutral ("la más segura"), nos salen a 90 euros. Nada que ver con los precios prohibitivos de España. Pronto comprobaremos el resto de diferencias.

Sasa aparca cerca del estadio (previo "donativo" de 200 dinares, 1,5 euros, al vigilante del aparcamiento del hospital) y llegamos media hora antes de que se empiece el partido. Nuestro anfitrión insiste en la idea de llegar con tiempo para ver la "choreography". Y por "coreografía" se refiere a un espectáculo repleto de bombas de humo, petardos y banderas al viento que se inicia dos minutos después del pitido inicial.

Desde que empieza el choque, los aficionados están de pie, móvil en mano, enfocando al fondo ocupado por seguidores del Estrella Roja. Nadie mira al juego. "¡Mira, mira!", dice Sasa señalando con el dedo al otro fondo, al de seguidores del Partizán. Agita el brazo con orgullo hacia los suyos.

Allí, los 8.000 forasteros del Partizán (he aquí un factor importante: en ambientes tradicionalmente tensos como Grecia o Argentina ya no se permite la asistencia masiva de seguidores visitantes) han iniciado una ceremonia singular de bombas de humo. Una densa nube con los colores negro y blanco del Partizán empieza a cubrir el estadio. Contesta el fondo opuesto, en este caso con los colores rojo y blanco, los que visten al Estrella Roja. El árbitro detiene el partido durante un par de minutos hasta que el viento disipa los restos en el aire. En el césped nadie se extraña. Este tipo de parones es parte de la rutina.

El partido en sí es un tostón, lo que refuerza la teoría inicial de Sasa de que pasarán cosas en la grada. Un par de minutos antes del descanso, los seguidores visitantes en uno de los laterales (no caben todos en el fondo) comienzan a arrancar asientos y a lanzarlos contra los hinchas contrarios. La Policía empieza a cargar de forma instintiva para reprimir a los vándalos. Hay unas 5.000 personas encargadas de la seguridad, récord en un evento deportivo serbio. Los del Estrella Roja, en el otro extremo, observan con indignación la escena y deciden impartir su justicia. La Policía actúa con contundencia en el otro foco del conflicto. Las cargas y los enfrentamientos se suceden en el descanso.

Mediada la segunda parte, con un anodino 0-0 en el marcador, comienza el "bengaleo". Se inicia en el sector del Partizán y les responden los locales. En el fondo, hay un atisbo de respeto entre ambos. No se pisan los cánticos, hay una especie de turnos para cada actuación. Códigos inquebrantables. El 1-0 del Estrella Roja, a cinco minutos del final, vuelve a hacer salir las bengalas, los petardos y los cánticos. Siempre hay ruido.

Cuando creemos que el partido está acabado, llega el milagro. Everton, central del Partizán, se encuentra un balón perdido y como no sabe qué hacer con él chuta. La pelota sale recta, potente pero previsible, al portero se le escurre y se cuela en su portería. Estalla el fondo del Partizán. También Sasa. Everton, que ha anotado frente a sus seguidores, no tiene en mente brindarles el gol. Se da la vuelta y corre decidido al fondo contrario. Se posa a una distancia prudencial de los aturdidos ultras del Estrella Roja y se marca un alegre baile provocador. Después se besa insistentemente el escudo. La escena es interrumpida por el lanzamiento de sillas desde el fondo. La pista de atletismo evita un ejercicio de puntería. El árbitro le expulsa por agitador y la Policía le acompaña en la salida para evitar una desgracia. El final llega envuelto en el caos. En realidad, así ha ocurrido toda la tarde.

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