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Una ciudad flotante en el Mediterráneo

LA NUEVA ESPAÑA se sube a bordo del crucero más grande del mundo, el "Harmony of the Seas", construido con acero hecho en Gijón

El barco.

Al verlo a lo lejos desde el autobús, el barco, atracado en el puerto de Barcelona, impresiona pero no tanto, imposible quitarse la biodramina de la cabeza, imposible para un novato en cruceros no pensar con el estómago: se moverá, no se moverá...

Luego es poner un pie en él y creerte directamente en Nueva York, porque de pronto asoman tiendas de lujo como Cartier o Bulgari, aparece un Starbucks, hay pizzerías, teatros, puestos de perritos, hamburgueserías, restaurantes de autor, bares, discotecas, un casino, un complejo deportivo con pista de atletismo y cancha de baloncesto, un tiovivo y hasta Central Park, llamado así, tal cual, un parque con 12.000 plantas y árboles, muchas de más de seis metros de alto.

Esta especie de Manhattan móvil se llama "Harmony of the Seas" ("La Armonía de los Mares") y es el barco más grande del mundo, el nuevo buque insignia de la naviera Royal Caribbean. El "Titanic" del siglo XXI: 361 metros de largo (eslora) y 72 metros de alto. En vertical, este coloso mediría más que la torre Eiffel de París o que cinco aviones A 380, casi cuatro veces el Big Ben de Londres o dos veces la Sagrada Familia de Barcelona. LA NUEVA ESPAÑA estuvo esta semana en el viaje inaugural de este crucero de 226.963.000 toneladas, fabricado en Francia durante 32 meses con acero hecho en Gijón.

Fueron dos días en este poderoso buque que sólo pierde inmensidad por la noche, cuando uno se asoma al mirador de la proa, para fotos en plan "Titanic" y advierte, entre la oscuridad, el devastador silencio del mar.

Aquí se paga en dólares y se habla mayoritariamente en inglés, pero el idioma tampoco es problema. Hay 2.100 trabajadores de 77 países y cada uno de ellos tiene una chapita en la solapa con su nombre y nacionalidad. Ellos, como el equipo de 30 personas encargadas de la navegación, trabajarán, por turnos, durante ocho meses. Hasta el 23 de octubre el barco surcará el Mediterráneo, con paradas en Palma, Marsella, La Spezia, Roma y Nápoles. Luego cruzarán el Atlántico (tardarán 14 días) y se instalarán en Florida (EE UU) para recorrer el Caribe. El buque no puede parar. Hay que amortizar los 1.000 millones de inversión cuanto antes, preferiblemente "en cinco años". Asturias, "de momento", no está entre sus destinos.

-¿Y cuánto cuesta estar aquí?

-Desde 700 euros una semana con todo incluido hasta 10.000 euros una suite para la Nochevieja -contesta una responsable.

Al barco cuesta pillarle el punto porque hay 18 cubiertas y demasiado que ver en los ochos vecindarios en los que se divide: zona para niños, el parque, zona de piscinas, zona de spa y deporte, zona de entrenamiento, zona juvenil, zona nocturna... En las alas están los 2.747 camarotes, habitaciones con camas gigantes, baño propio, pantalla de plasma, sofá y terraza, a los que se llega a través de alguno de los 24 ascensores.

La entrada es como el hall de un enorme centro comercial, con tipos que tocan música en directo o un espectacular coche antiguo de adorno. Ahí aparece ya una novedad: los robots que sirven copas. Son dos brazos mecánicos detrás de una barra y, tras recibir una orden informática, en dos minutos, abren la botella de ginebra, cogen la tónica, la mezclan, la baten y lista la bebida.

La vida aquí es tan variada como lo pueden ser las de los 6.780 pasajeros que acoge el barco durante un viaje. Se puede llevar el horario que se quiera. Unos comen a la misma hora que otros cenan en alguno de los 20 restaurantes a bordo: japoneses, mexicanos, mediterráneos, americanos, italianos... Menos la comida rápida y los buffets, todos son de pago. Hay 340 variedades de cerveza, 40 de vino, 127 especialidades de cócteles. Y se utilizan 110.000 cubitos de hielo... al día.

-¿Y qué se hace con la basura?

-Hay una planta recicladora de residuos -señala, rápida, una responsable.

Aburrirse es difícil. Hay un simulador de surf, una tirolina de 25 metros, el tobogán más alto del mundo con una caída de 33 metros, minigolf, sala de juegos, ping-pong o 11.252 obras de arte en las paredes.

El agua es potable, hay hamacas para todos a cualquier hora del día en alguna de las 23 piscinas y bañeras hidromasajes e internet, vía wifi, que va a una velocidad meteórica, cero cortes. Cada pasajero puede hacerlo todo (reserva de cenas, pagos) a través de una pulsera digital inteligente.

También por ahí se puede consultar la programación de espectáculos diarios: desde el hit de Broadway "Grease", interpretado por 20 actores, hasta una función acrobática de hielo en un teatro con capacidad para 1.380 espectadores.

El barco, conste, consume 5.200 litros de diésel cada hora por cada uno de sus dos motores y emite tanto dióxido de carbono diario como 83.000 coches juntos, según un estudio inglés. "Cumplimos todos los requisitos con el medio ambiente", defiende una de las responsables de Royal Caribbean. Y también se cumple el requisito fundamental. "No se nota nada que está en movimiento". Y es verdad. La biodramina puede esperar.

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