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Matrimonios de cama abierta

Las parejas asturianas aficionadas a los intercambios sexuales se organizan en una asociación, con sede social en un chalé de Granda (Gijón) l "Es una forma de compartir fantasías", aseguran

Asociados de APLA en distintas fiestas: ibicenca, de disfraces...

"Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona". Es la definición que la Real Academia Española hace de "fidelidad". Ninguna mención explícita al sexo. Y tal cual se lo aplican las llamadas "parejas liberales". Para ellos, el sexo no tiene que ver con el amor. Ni tampoco la pauta que marca "una cornamenta". "La infidelidad es un engaño, no tiene que ser sexual. Yo le digo siempre con quién quedo o dónde voy, y él a mí", explica María apuntando a su marido, José. Ambos son nombres ficticios. Y forman parte de la Asociación de Parejas Liberales de Asturias (APLA), con sede en un chalé de la parroquia de Granda (Gijón), llamado "La Luna de Canuit". Allí desarrollan su actividad grupal. "Interpretamos la infidelidad en el plano sentimental más que en el sexual", puntualiza José.

Este matrimonio lleva doce años junto, nueve casados y siete desenvolviéndose en el mundo liberal de intercambio de parejas. Un ambiente más frecuentado de lo que se piensa, advierten. "Nosotros, en una fiesta, nos encontramos con unos vecinos", afirman María y José. "Y nosotros con los padres de un chiquillo que juega al mismo deporte que nuestro hijo", agrega otro matrimonio que comparte esta "ideología liberal". Miguel y Lucía, también nombres ficticios, acumulan 24 años juntos y 12 de matrimonio. Llevan tres de relaciones abiertas con otras parejas. Las coincidencias con otros liberales hasta el momento desconocidos son más frecuentes de lo que parece. "Yo me encontré con algún que otro cliente", remarca, Jesús, mucho más veterano en estas lides. Ninguna de las personas que aparecen en este reportaje quiere dar su nombre verdadero. "Falta aceptación en la sociedad".

En "La Luna de Canuit", en Granda, tienen su lugar de encuentro decenas de parejas asturianas -y visitantes de otras regiones- durante fiestas, cenas u otros eventos. Se juntan en un marco discreto para conocer a otras parejas, y lo que se tercie. "Ésta es una forma de disfrutar del sexo con tu pareja, pero de otra manera", explica Miguel. Su pareja, Lucía, puntualiza: "Es una fantasía vivida entre los dos", puntualiza. No se sienten en absoluto diferentes. "Un porcentaje de la población piensa lo que nosotros hacemos, pero no todos lo hablan", añade Miguel.

Aunque las parejas liberales no se ponen fronteras, tampoco viven en una orgía perpetua de mil brazos y piernas. La forma "más habitual" de relacionarse es entre una pareja y otra, dos a dos. Con frecuencia se generan grupos de cuatro, que se mantienen en contacto. Hay ciertas pautas que se suelen repetir. "Lo más habitual es el dos a dos. Pero en los inicios ese paso, por experiencia, puede quedar grande, y se busca un contacto con un chico o una chica para hacer un trío. Es una forma de romper esa barrera por parte del que más temores pueda tener en la pareja. Encajar con una persona, ya es difícil; pues encajar con otras dos, todavía más. De ahí ese paso inicial", expresa Jesús, con dos décadas de andanzas en este mundo. Comenzó "cuando había que poner un anuncio en una revista y tardabas semanas en contactar con alguien". Ahora, "todo es más fácil".

Las parejas liberales inciden reiteradamente en que "este mundo no es la solución a nada". Es decir, desaconsejan por completo buscar en el sexo liberal una salida a las desavenencias. "Esto no destruye matrimonios, la gente que se separa cuando se mete en esto es que ya tenía problemas de antes", afirma Miguel. María añade: "No es una solución ni alternativa a nada".

Remarcan constantemente que "todo hay que hacerlo entre los dos". "Generalmente, el mundo liberal no quiere decir que yo a ella le deje tener sexo cuando quiera y donde le dé la gana, ni ella a mí. No es 'ancha es Castilla'. Aunque hay parejas a las que les puede gustar eso", cuenta Miguel sobre su caso personal. "No hace falta que nos lo contemos, yo lo veo y ella lo ve. Nunca nos separamos", explica.

Insisten en que el paso ha de darse consensuadamente. "Nosotros empezamos de la manera más tonta del mundo. Hablando en una fiesta, salió el tema en una conversación y cuando llegamos a casa nos lo tomamos en serio, miramos dónde había un local de intercambio y conocimos la asociación", cuenta Miguel. Se define como "un tipo muy abierto: no tengo filtro, las inquietudes hay que expresarlas". Su mujer es más escueta: "Lo viví como algo positivo, que nos ha reforzado el matrimonio".

María y José, por su parte, cuentan que ya eran "abiertos" antes de conocerse. Tras unos pocos años de relación, se zambulleron en el mundo del intercambio. "Yo el amor lo tengo hacia él, pero el sexo me gusta disfrutarlo con él y con más gente", afirma María. Todos ellos aseguran que en el entorno de APLA "la mayoría de parejas son muy estables". Se lo toman muy en serio. "Esto no es ningún juego; el que se meta a esto por jugar, corre el riesgo de quemarse".

Miguel cuenta que dieron los pasos "tranquilamente, bien y sin prisa ni pausa. Hicimos lo que quisimos y cuando nos apeteció. No entras como un toro desbocado. La mayoría de veces vamos a un local, tomamos algo y nos volvemos, sin hacer nada". Otras, en cambio, la erótica toma el poder. "Hemos llegado a estar cuatro o cinco parejas, follando todos con todos. Una miniorgía", agrega Miguel. Su mujer, Lucía, asiente con gesto de normalidad. Eso sí, en esos intercambios las relaciones entre personas del mismo sexo son más frecuentes entre mujeres. Entre hombres no se dan. "En este mundo, en el que deberíamos ser muy abiertos, todavía hay más recelo a la bisexualidad masculina que a la femenina", explica Jesús.

José añade una aclaración: "No se dan casi nunca locuras tipo 'gangbang' o 'bukkake' (formas de orgías multitudinarias)". Miguel explica que "los que entran y van a follar como conejos duran dos meses". Bajo el punto de vista de todos ellos, el local de la asociación en Granda "es un sitio de lo más normal del mundo, y no se debe dejar de visitar por miedo". Aunque, "tampoco nadie debe pensar que allí se va a encontrar una película porno".

Otro punto en el que inciden es "en el respeto y la tolerancia". Jesús proclama, con el tono de autoridad que concede una amplia experiencia, su máxima: "Haga usted lo que considere con su vida y su cuerpo si no molesta a los demás y no infringe las leyes". Inciden en conferir seriedad al mundo liberal. "Se está poniendo de moda, la gente no lo entiende y se mete en esto sin saber de qué va", expresa José. Su mujer, María, afirma que en el seno de la asociación "hay mucha más educación que la que te puedes encontrar en cualquier bar normal de noche".

Tampoco tienen especial miedo a que sus parejas se enamoren de otro, u otra, a raíz de estos intercambios sexuales. "Yo nunca tuve temor de que se enamore de otro. Si tiene que pasar, pasará", manifiesta Miguel. "Yo sí tengo miedo, pero en este ambiente y en cualquiera", indica Jesús. Lo suyo lo ven normal, aunque los demás aún no los acepten. "Espero que eso cambie en unos años", manifiesta Miguel.

Miguel y Lucía apenas le han contado a nadie fuera del mundo liberal cuáles son sus prácticas sexuales. José y María, sí: se lo han dicho a sus padres y a amigos cercanos. Para ellos, el sexo extramatrimonial es parte de su matrimonio. Un matrimonio con invitados ocasionales.

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