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El día en que internet llegó a Asturias

Un ordenador con pinta de lavadora, un Microvax II con 10 megas de capacidad, sirvió para que la Escuela de Ingenieros de Gijón se conectase en 1991 por primera vez en Asturias a lo que pronto se convertiría en la red que cambió el mundo

Santiago García con uno de los primeros ordenadores de la Universidad Irma Collín

El año 1991 fue convulso y hasta trágico. El año de la guerra del Golfo y del comienzo de la desintegración a tiro limpio de Yugoslavia. El año en que dejó de existir la URSS para convertirse en la Comunidad de Estados Independientes que dio paso a las actuales repúblicas exsoviéticas.

Powell voló hasta los 8,95 metros en el salto de longitud más sublime de la Historia, el mundo tembló ante el sida tras la muerte de Freddie Mercury y la aceptación de la enfermedad por parte de Magic Johnson. Había 5.000 infectados al día. Árabes y judíos se sentaron a hablar en la Cumbre de Madrid. En ello siguen. Mataron en la India a Rajiv Gandhi, se disolvió el Pacto de Varsovia y George Bush y Mijail Gorbachov firmaron el histórico Tratado Start de reducción de armas nucleares.

Miguel Indurain ganó su primer Tour... e internet llegó a Asturias.

Antigua Escuela de Ingeniería Industrial de Gijón, en el campus de Viesques. El curso 1991-92 está a punto de empezar. Iñaki Martínez, un técnico de Fundesco, llegó al centro de cálculo de la Escuela con un router bajo el brazo. Venía desde Madrid a instalar un protocolo nuevo. La red que empleaba ese protocolo tenía un nombre que en aquellos momentos sonaba a casi nada: internet.

Había dos protocolos anteriores, uno de ellos promovido por la multinacional IBM que conectaba universidades y centros de investigación en una red de datos que se denominaba EARN/BITNET, y otro de la multinacional Digital Equipment Corporation que conectaba centros de física de altas energías y de astronomía en la red HEPNET/SPAN. La Universidad de Oviedo ya estaba conectada a ambas.

El problema de estos dos antecedentes de internet es que los protocolos eran de pago y se debían pagar derechos por implantarlos en equipos que no fueran de sus respectivas empresas.

Internet, en cambio, abría las puertas de par en par, aunque lo que se encontraban aquellos primeros usuarios no se parecía en nada a la actual oferta de la red de redes. Ni gráficos, ni fotos, ni audios, ni mucho menos vídeos. Datos y más datos, con sentido estrictamente académico y nada lúdico. Y sin servidores de búsquedas, que eso vino mucho después.

Iñaki Martínez es hoy consultor de Telefónica I+D, después de pasarse 18 años trabajando para una compañía norteamericana. Recuerda aquel viaje hacia Asturias, con niebla y lluvia. Fundesco era la Fundación para el Desarrollo Social de las Comunicaciones, con distintos patronos privados. Los fondos provenían del plan nacional de I+D y el programa de impulso de la red tenía nombre: Iris. "Se trataba de crear un embrión y de abrir los ojos a la Administración sobre la necesidad de crear una infraestructura de telecomunicaciones al servicio de la investigación", señala Martínez.

En un almacén de la actual Escuela Politécnica de Ingeniería (EPI) de Gijón permanece arrinconado un viejo ordenador. No es chatarra, sino Historia. El ordenador al que se conectó la primera línea de internet en Asturias.

Aquella conexión la vivió en primera línea el profesor de la Universidad de Oviedo José Antonio Corrales, del departamento de Informática. Corrales, que imparte docencia en la EPI, en la Escuela de Ingeniería Informática de Oviedo y en la Escuela Politécnica de Mieres, se reencontró dos décadas y media después con aquel ordenador con pinta de lavadora.

"Es un Microvax II, que llegó con 10 megas y pertenecía a la segunda generación de ordenadores, ya superados los de tarjetas perforadas. Permitía la conexión con más de una veintena de terminales y había llegado a Gijón a mediados de los ochenta. Fue durante un tiempo el único ordenador de la Escuela de Ingenieros, y su uso estaba al principio vedado para los alumnos", recuerda Corrales.

En aquellos momentos del año 91 era imposible evaluar el futuro desarrollo de internet en el mundo. Corrales lo sospechaba, y otros como él. La red asturiana de internet nace en Gijón y pronto se diversifica. Uno de los primeros destinos fue la Facultad de Químicas, en Oviedo, donde un joven profesor llamado Santiago García Granda acogió la red con entusiasmo.

Granda hace memoria. "En la segunda mitad de la década de los 70 llegaron los primeros ordenadores a la Universidad. Había un centro de cálculo en Minas, y algún ordenador llegó a Químicas".

Corrales y García Granda se conocían desde su etapa en Zaragoza. El actual rector leyó la tesis en 1984 e hizo su postdoc en Holanda "utilizando el mismo modelo Microvax que se había instalado en Asturias, lo que me resultó muy cómodo".

Años más tarde la primera línea de internet en Asturias conectó Ingenieros Industriales en Gijón y Química en Oviedo, "y de Químicas echamos un cable a la Facultad de Medicina".

Aquel router inicial modelo Cisco IGS instalado en Ingenieros Industriales y que tenía el tamaño de una caja de zapatos cundió y mucho. Hacia 1993 internet ya se extendía por la Universidad. La línea de 64 kilobytes unía en Oviedo todos los campus, y en Gijón la entonces llamada Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial, Informática y de Telecomunicaciones estaba conectada con Empresariales y Peritos. "Pero aquella red no llegó a durar ni dos años porque quedó literalmente colapsada", recuerda Corrales.

Santiago Gascón fue rector de la Universidad de Oviedo en el periodo 1992-1996. Cuatro años para vivir el inicio de una revolución tecnológica sin precedentes. Gascón provenía del mundo académico de la bioquímica y tenía horizontes amplios en materia de telecomunicaciones. Apostó fuerte por la creación de una red, un doble anillo de fibra óptica, que llegó a ser durante meses la más rápida del mundo. Aquí, en Asturias, y en un entorno donde a sus promotores "nos llovieron las críticas", recuerda Corrales, por entonces director de área de Comunicaciones con el catedrático de Automática Guillermo Ojea como vicerrector.

"Pasamos de 64 kilobytes a 155 megas y la gente nos decía: 'Pero para qué queréis tanto'. El rector sacó el dinero de debajo de las piedras, hablamos con empresas, colaboró el Principado, y la Universidad gastó 300 millones de pesetas en una infraestructura que algunos pensaban que iba a durar toda la vida y que en dos años se quedó corta", dice José Antonio Corrales.

Internet acabó de un soplo con los anteriores protocolos. En la década de los ochenta Víctor Guillermo García impartía clases de Redes de Telecomunicación en la Escuela de Informática de Gijón, ubicada en Empresariales. Desde su despacho envió en 1988 el que casi con toda seguridad fue el primer correo electrónico con origen en Asturias.

Lo recuerda bien: "Fue a través de una red que se llamaba X.25, que era de Telefónica. Se lo envié a Iñaki Martínez, que por entonces trabajaba en Fundesco. Nos costó un mes configurar todo aquello".

El e-mail decía: "Esto es una prueba, Iñaki".

Y Martínez contestó: "Y funciona".

"Cuando enseñé el mensaje a unos compañeros y les dije que aquello era un procedimiento mucho más barato que hablar por teléfono, recuerdo que algunos me dijeron: 'Sí, está bien, pero no tiene futuro porque en España lo que nos gusta es hablar'".

Veintisiete años más tarde, Víctor Guillermo García, que fue vicerrector de Informática y Comunicaciones con Vicente Gotor, da clases en el campus de Viesques "y recibo en torno a 150 e-mails diarios. Reconozco que no contesto ni a una tercera parte".

Cuando García empezó a darle vueltas a la posibilidad de enviar un mail preguntó a Telefónica a quién se lo podía remitir en Asturias. La contestación desde Madrid fue desoladora: en Asturias no había ninguna empresa conectada a protocolo alguno para este tipo de servicio. "Me dijeron que Duro Felguera se lo estaba pensando".

Santiago García Granda fue el encargado de decidir las direcciones de correo de decenas de profesores de la Universidad. Al principio muy complejas. La suya, sirva de ejemplo, era sgg@dwarf.quimica.uniovi.es.

"Redactamos un manual de uso e hicimos un curso. Lo que uno se encontraba en la pantalla no tenía nada que ver con lo actual. Imágenes codificadas y todo texto, con problemas para caracteres especiales. Aquella informática coexistía con el fax", explica García Granda, que valora la capacidad pionera de José Antonio Corrales y la mente abierta a las TIC de Lorenzo Fueyo, en unos años de incomprensión generalizada.

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