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Pásamela que estoy solo, por Pepe Monteserín

Será hora de que en Segunda ahorremos cirios

Pásamela que estoy solo, por Pepe Monteserín

Mucho recé por el fútbol, y mucho sufrí, a pesar de que es un deporte de evasión de tensiones (no digamos de capitales). Dicen que quien no conoce el sufrimiento que causa el fútbol, no conoce el sufrimiento, y no me refiero a las roturas de ligamentos cruzados de los futbolistas, sino a trastornos psíquicos y metafísicos de los forofos, aunque sólo sea por hacer cábalas con múltiplos de tres, porque un empate no es lo que era. Tuve a mi querido Santo Domingo Savio ocupado un montón de años, e intensamente, durante los cinco últimos minutos de los partidos que disputaban mis equipos favoritos; siempre, a esas alturas del juego, iban empatados en casa, o perdiendo por un gol de diferencia fuera de casa. El fútbol plateó mis sienes y las de este santo adolescente, del que abusé; bien es verdad que ya lo conocí muerto. Por mis santos, por los santos a los que someto a fatiga pasan los años, y se arrugan mis Vírgenes, la del Valle, la de Covadonga, la de Fátima, neutral a efectos de la Liga española; envejecen porque pido mucho, me hizo la boca un fraile y me limitaron para los milagros.

Decía Rafael Alcalde, el Falo, profesor de Historia y de Matemáticas, en el Loyola de Oviedo: "Haces lo que puedes, pero puedes poco". De ahí que yo haya montado mi andamiaje sobrenatural, que hice extensible no sólo a mi carrera y mis amores sino al fútbol. Tanto Domingo Savio, este santo italiano, discípulo del Bosco, como mi propio patrón, San José, como la Santina, como Boanerges, el Hijo del Trueno, al que abracé en Compostela por la espalda, después de mil kilómetros caminando con un garbanzo en el zapato, me ayudaron en muchos favores que les pedí; es más, llegaron a concederme mercedes fronterizas sin pedirme explicaciones, y estoy convencido de que me las otorgaron para castigarme. Los santos ven muy allá, de ahí el halo en la cabeza, pero a la hora de arreglar un partido de fútbol no alcanzan el poder de la Real Asociación Española de Villar. El jodido Villar. Mucho recé por el fútbol, muchas velas encendí, muchos cirios sostuve, más que tranquilizantes tomé. También es cierto que mis equipos, los que libremente opté por aplaudir, aunque hacen lo que pueden, pueden poco.

Empieza una nueva temporada, ya no estoy en este rondo, perdí la afición, perdí amigos y Santo Domingo Savio tira por la Lega Calcio; nació en el Piamonte y le preocupa más el Torino que otros clubes de su clientela, de sus devotos. Savio está enterrado en Turín, allí fui a visitarlo y mecí su cuna, en Riva de Chieri. Buenas pizzas. De San José, ¿qué decir? Nuestro padre putativo, bastante tiene con lo suyo, y hay demasiados Pepes, cada uno con su insignia y su balón. Sostengo, por mi experiencia, y en hablando de esta Liga incipiente, que sería menester preocuparse más de los fichajes, de formar una plantilla potente, con un buen banquillo y potenciar a tope la cantera; con urgencia, resolver esa ignominia de que los futbolistas cobren por perder los partidos, puesto que si los ganan reciben primas aparte, y que, aunque somos proclives a los subsidios, confiemos más en nosotros que en las flores a María, que Madre nuestra es.

¿Sería lícito comprometer ahora a la Virgen de Covadonga, patrona de todos los asturianos, esportinguistas y oviedistas? Si Cova tomara partido habría pintor que la pintara y nos destrozaría el himno. Hay que suponer que esta temporada, al menos, se mantendrá neutral, incluso cuando el Sporting o el Oviedo jueguen contra otros, puesto que esos resultados afectarán a terceros. Con la Santina equidistante, a los aficionados azules nos queda Santa Eulalia de Mérida, que vale poco, considerando que su equipo extremeño milita en Segunda B, y a los blanquirrojos les queda Nuestra Señora de Begoña, Su Señora de Begoña, con más hierba que tená, un montón de vascos y vascas en Primera División: el Bilbao, el Alavés, la Real y el Éibar. Total, que a Dios rogando y con el mazo dando, que pa con Dios hay que tener po'l carro, que Dios y el cucho pueden mucho, pero sobre todo el cucho, que los dioses ayudan a quien no está echado, y que todas las cosas son difíciles antes de ser fáciles.

Aunque en ocasiones siento nostalgia del aroma de los puros, de los Cohiba de Eugenio Prieto, estoy muy lejos de este deporte tan fascinante, tan difícil de practicar bien a bajo precio, y de tan inusitado alcance y protección social y estatal, más que cuando Franco pescaba en Cornellana. Naturalmente, reconozco el movimiento económico del fútbol, el gran Cafarnaún, diría Josep Pla, que se monta a sus pies, y el entusiasmo que desata, corazones de primera, sufrimientos de primera. Una sola disciplina, como el balompié, junta el ardor del Xiringüelo, el furor del Descenso del Sella, la charanga de San Timoteo, el riesgo acorralado de San Fermín, la tomatina de Buñol, la tamborrada de Calanda y la mariconada del Carnaval.

El deporte rey fagocita cuanto le sale al paso; me dice mi sobrino Eduardo Monteserín, aún más oviedista que yo, y a la sazón cirujano de maxilofacial en el Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, que el 9 de septiembre coincide el partido del Sporting-Oviedo con la subida al Angliru de la Vuelta a España y con una guardia suya. Todo evento, incluso el Apocalipsis o las apariciones marianas, deberían reservar un espacio en blanco del calendario liguero, so pena de que fracase cualquier revelación. Gila se quejó al enemigo para que no atacara a la hora del fútbol. A mí me importaría poco la fecha del derby en tanto que el Oviedo marcara en el minuto 90 el gol del triunfo. Pero he dicho que me niego a rezar por el alma del Oviedín. Es hora de que gane aunque el 9 la Virgen duerma la resaca.

¿Qué decir a la hinchada asturiana? Que en esta liga, la Segunda División, no somos los parientes pobres, los modestos, los pringaos que van a hacerle el juego al Madrid y al Barcelona. Por lo tanto, prescindamos de la liturgia y de la taumaturgia y pensemos en quedar los primeros, no en "estar ahí", sino colocarnos los primeros, el uno y el dos, el dos y el uno; por juego los profesionales, los aficionados por amor al equipo, un amor proactivo. En "Las palmeras salvajes", de Faulkner (recomiendo la traducción de Borges), dice Charlotte Rittenmeyer a Harry Wilbourne que el valor del amor es la suma de lo que se paga por él y que cada vez que se consigue barato alguien se está engañando. En el caso del fútbol, al contrario, alguien está engañando cuando compra caro, que es casi siempre, y en ese escenario pido a las fuerzas de la luz que los jueces, los jueces del Juzgado, saquen tarjeta roja a los corruptos que pagan de más por servicios que nadie prestó, y tarjeta roja a los jugadores fuleros y cómplices que reciben menos dinero del que declaran.

A jugar la Liga se ha dicho, de domingo a sábado. Que ganen los nuestros en buena lid, que cobren lo que valgan, que es menos de lo que vemos, mucho menos, y que suban a Primera. Luego se verá si interesa renunciar al ascenso, o volver a rezar y a poner velas y a sufrir como se sufre cuando abusan de uno.

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