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Osorio, el asturiano que exploró África

Médico, aventurero y humanista, se adentró en el corazón de Guinea y participó en las guerras del Rif y de Cuba; una figura que Luis Casteleiro, cronista oficial de Vegadeo, su localidad natal, quiere recuperar

Osorio, el asturiano que exploró África

"Durante este viaje visité las tribus de los vijas, de los vicos, de los ilo hiten, de los bujebas y de los bundemus, entrevistándome con un total de noventa y cuatro jefes de tribus, y recorrí un territorio de más de trece mil kilómetros cuadrados. Gracias a ello, la soberanía española sobre Guinea pudo sumar catorce mil kilómetros de posesión, alcanzando yo acuerdo con un total de 101 jefes de tribus, cuatro de los cuales rechazaron la soberanía francesa para abrazar la española".

El que escribe es el asturiano Amado Osorio. Apenas un centenar de palabras para resumir varios meses de expedición por el continente africano en la primera mitad de 1886. Era su tercera expedición a África y resultó con mucho la más importante. Con ella y sus antecedentes Osorio se convirtió en una figura internacional. Había nacido en Vegadeo y cuatro años antes el alcalde de la localidad, en comandita con las fuerzas vivas locales, lo había fulminado como médico titular de la villa. Entre el despido y el gran homenaje que se le tributó en Vegadeo, a Amado Osorio (1851-1917) le habían sucedido un alud de cosas. Y las que aún tendría que vivir.

Osorio es uno de los grandes expedicionarios europeos al África, pero pocos asturianos lo conocen. Sí lo hace el filólogo Luis Casteleiro Oliveros, cronista oficial de Vegadeo, que días atrás dio una charla en el RIDEA sobre la asombrosa vida y obra de este médico que recorrió las tierras de Guinea, participó en las guerras del Rif y de Cuba y acabó viajando por el mundo como padre político del niño prodigio del piano Pepito Arriola.

"Osorio pertenece a una familia pudiente, propietaria de la muy importante fábrica local de curtidos Zabala. Estudió Bachillerato en Lugo y en Santiago de Compostela y se trasladó a Madrid a estudiar Medicina a la Universidad Central. Se doctoró en 1887 y se centró en la dermatología con el padre de la especialidad en España, José Eugenio de Olavide. En su clínica madrileña se pasa tres años como ayudante, pero en un momento dado decide volver a Vegadeo", explica Luis Casteleiro.

A tenor de cómo se desarrollaron los acontecimientos, la idea de Osorio no fue de las mejores. El Ayuntamiento le nombra médico oficial "e inmediatamente se gana la estimación de las clases populares, entre otras cosas porque ayudaba muchísimo a la gente, y a la vez el recelo de la alta sociedad local". Era Osorio un médico atípico, dominaba cinco idiomas, entre ellos el árabe, y tiraba mucho de herbolario a la hora de las recetas.

"Parece ser que le gustaba la medicina homeopática y tenía en Vegadeo un boticario que le suministraba los preparados. Hubo un sector de la población que no acabó de entender sus métodos y aquello de la homeopatía generaba cierto escándalo".

Hubo presiones y el alcalde le prohíbe ejercer la medicina y además cierra la botica "cómplice". Era diciembre de 1881. "Osorio podría haber elegido otro destino o volver a Madrid, pero a comienzos de 1882 decide dar un giro a su vida y cumplir el sueño que lo acompañaba desde hacía mucho tiempo: explorar África. En aquellos años de finales del siglo XIX el mapa africano todavía estaba lleno de zonas en blanco", dice Casteleiro.

Osorio redacta un proyecto de exploración del norte de África y comienza a buscar financiación entre las sociedades geográficas británicas, las más activas del continente. Una de ellas está dispuesta a poner el dinero a condición de que Osorio se haga ciudadano inglés, pero el asturiano se niega. Pierde una magnífica oportunidad que se le volvería a presentar dos años más tarde.

"En 1883 se crea en España la Sociedad de Africanistas y Colonistas, por iniciativa, entre otros, de Joaquín Costa, que por entonces todavía no había adquirido su protagonismo político. El primer proyecto de la Sociedad es una expedición al golfo de Guinea al objeto de asentar las posesiones españolas".

Se monta una suscripción popular y la respuesta es inmensa. El rey Alfonso XII pone 7.000 pesetas, pero Amado Osorio no se queda atrás y colabora con 5.000, la segunda contribución más cuantiosa del país, por encima de la del Banco de España. Osorio consigue que le incluyan en la expedición, no sólo por su dinero sino por el entusiasmo mostrado en la idea de adentrarse en una región africana muy desconocida.

La nave expedicionaria sale de Cádiz el 1 de agosto de 1884. "La idea inicial era hacer escala en Canarias, que estaba en cuarentena, por lo que se trasladan a Madeira y de ahí a la isla de Fernando Poo, donde tenía su sede la Gobernación española. Tardan dos meses en llegar", recuerda Luis Casteleiro.

La expedición era mandada por el vitoriano Manuel Iradier, quien interviene bastante menos que Osorio en su periplo africano. Iradier cae enfermo y tiene que regresar a España. Osorio emprende dos expediciones más, la tercera de ellas en solitario.

"La importancia de ese tercer viaje es inmensa porque Osorio logra aumentar en unos 14.000 kilómetros cuadrados los dominios españoles a base de tratados con jefes de tribus. Pero es que además recoge centenares de objetos y completa una colección etnográfica que hoy está expuesta en el Museo Nacional de Antropología, en Madrid". Lo que consigue Amado Osorio es, dice el cronista de Vegadeo, "un salto cualitativo en el conocimiento que Occidente tenía de África". Y vuelve convertido en una especie de héroe.

A su regreso se enfrenta a una polémica en los periódicos con el propio Iradier, que publica un libro en el que se atribuye buena parte de los logros expedicionarios. No era Osorio de los de salir en prensa y prefería salones de actos y conferencias. Da muchas con ánimo académico. Los medios se hicieron especial eco de una dada en el Ateneo de Madrid, donde el asturiano analizaba las posibilidades económicas que se abrían para España en los nuevos territorios.

Vegadeo le nombra ahora "hijo esclarecido" y Osorio acepta el título olvidando el infame desplante de cuatro años atrás. "De hecho, siempre tuvo en proyecto construir un hospital en su localidad, al que irían a parar su biblioteca y las colecciones traídas de África, pero aquella idea no fructificó".

Se pasa más de tres años explorando tierras de América del Sur, desde 1889 a 1892, y cuando un año más tarde explota la primera guerra del Rif el periódico "El Heraldo" de Madrid patrocina un hospital de campaña y nombra a Osorio para que lo dirija. Se va a Melilla y coincide allí con un teniente que años después presidiría el Estado, Miguel Primo de Rivera.

De Melilla a Cuba, en aquellos años convulsos de la historia de España. El conflicto colonial surge en 1895 y un año más tarde el arzobispo Martínez Vigil forma el Batallón de Voluntarios del Principado, con Amado Osorio como médico. Pero, apunta Luis Casteleiro, es mucho más que un médico.

Una noticia de prensa de una publicación local de Lugo se hace eco de la presencia de Osorio en Cuba: "Como primer médico del Batallón de Voluntarios asturianos tomó parte en acciones de guerra de las más encarnizadas, hasta el extremo de suplicarle jefes tan distinguidos como el Sr. Manjón que moderase sus bélicos ímpetus, pues llegó en momentos dados a tocar con el enemigo en los puestos más avanzados y de peligro inminente, para recoger allí y curar sobre el mismo campo de batalla a los heridos".

De vuelta a España, vivo de milagro, comienza su etapa docente de la medicina y colabora en la creación de la Clínica de La Moncloa, dirigiendo los departamentos de dermatología y oftalmología. "Es un instituto fundamental en la formación e investigación médica, y un centro pionero en muchos aspectos. Allí se crea la primera escuela de enfermeras laicas del país".

Aquella clínica fundada por Federico Rubio, un grande de la cirugía, acabó devastada durante la Guerra Civil. Estaba en plena línea de tiro, en la zona de la Ciudad Universitaria. En 1939 el edificio era una ruina, donde hoy se ubica el Hospital Jiménez Díaz.

La llegada del siglo XX le pone nuevamente a África en su camino vital. Ya muy cerca de cumplir 50 años, Francia y España le nombran director de la Comisión de Límites, grupo de expertos que tenían como misión completar los mapas africanos. El contexto histórico era el Tratado de París, de 1900, un documento que delimitaba las posesiones de ambos países en el Sáhara y Guinea.

En un viaje a Alemania, Osorio conoce a Josefa Rodríguez Carballeira, una gallega que acompañaba a su hijo José (de mismos apellidos que su progenitora, madre soltera). Al niño se le conocía como Pepito Arriola, un prodigio del piano que daba conciertos desde los 3 años. Amadrinado por la reina regente María Cristina, lo envían a Alemania a la escuela de Richard Strauss. El káiser Guillermo II lo acabaría nombrando pianista de la corte. Amado y Josefa se casan en 1906; él, con 55 años. De aquel matrimonio nacieron dos hijas, Pilar y Carmen, también precoces pianistas. La familia se instala en Berlín, pero vuelve a Madrid cuando estalla la Guerra Mundial en 1914. Allí muere en diciembre de 1917, hace ahora cien años.

Francia le había concedido la Legión de Honor y un pico del Congo lleva su apellido. En Asturias su biografía ha pasado casi inadvertida. Un ejemplo más de la infinita capacidad de esta tierra para triturar a sus hijos.

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