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Corazones que han regalado 3.900 años

Se cumplen dos décadas del inicio de los trasplantes cardiacos en Asturias

20 años de trasplantes de corazón en Asturias

20 años de trasplantes de corazón en Asturias

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20 años de trasplantes de corazón en Asturias

Diez menos cuarto de la noche del domingo 1 de febrero de 1998. El coordinador autonómico de trasplantes, Jesús Otero, recibe una llamada de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT): un valenciano de 51 años ha fallecido a causa de una hemorragia cerebral en el Hospital Clínico de la capital del Turia y su corazón parece aprovechable. Doce horas más tarde, ese corazón ya daba aliento al organismo de un minero jubilado de Laspra (Morcín), de 56, que llevaba 14 meses aguardando un nuevo órgano.

Los próximos jueves y viernes se cumplen 20 años de este momento histórico para el Principado y para el sistema sanitario regional. Algo más de 300 trasplantes de corazón se han efectuado desde entonces en la región. Dado que cada uno regala a su nuevo propietario un promedio de 13 años de supervivencia, puede decirse que estos 300 injertos han proporcionado una prórroga total de 3.900 años de vida.

"La historia del trasplante de corazón en Asturias es una historia de éxito total colectivo, en especial para los pacientes", subrayan algunos de los médicos que participaron en el inicio de esta aventura, a los que este periódico ha reunido para celebrar esta efeméride. Un encuentro en el que también han participado varios de los enfermos trasplantados, algunos de los cuales proclaman: "Nunca pensé que el trasplante me daría tanta calidad de vida".

La llamada de Valencia que anunciaba un corazón fue un aldabonazo muy ansiado. El momento, esperado durante años, había llegado. De golpe, el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) se activó con un respingo que quizá nunca antes había dado. A las once menos veinte de la noche llegaba el responsable del programa de trasplante cardiaco, José Luis Rodríguez Lambert. Poco después lo hacían los cirujanos Juan Carlos Llosa y Francisco Gosálbez, encargados de volar a Valencia y traer el corazón. A los pocos minutos aparecía José María Valle Castro, quien horas más tarde habría de implantar el órgano en su receptor. Todo estaba en marcha. Y el paciente se aplicaba en su paciencia: José Luis Fernández Suárez, con una grave miocardiopatía dilatada (es decir, un corazón incapaz de bombear al organismo la suficiente sangre) que arruinaba su existencia, empezaba a recobrar la esperanza de vivir.

"Recuerdo que en las semanas previas había tensión y ansiedad porque el trasplante de corazón era un objetivo que el HUCA se había planteado muchos años antes y que costó mucho poner en marcha", evoca José María Valle, quien por entonces era el jefe del servicio de Cirugía Cardiaca, cargo que ejerció hasta su jubilación, en 2008.

Juan Carlos Llosa, responsable de ir a buscar el órgano, tiene frescos los recuerdos del momento: "Valencia es una distancia límite para la resistencia del corazón. Yo llevaba una agenda y lo apuntaba todo, porque el tiempo era muy limitado y estábamos obsesionados con la coordinación entre la extracción y el implante". El doctor Llosa, que sigue en activo en el HUCA, había comprado su primer teléfono móvil para dar respuesta a esta situación: "En un trasplante, el manejo del corazón es más delicado que el del riñón y el del hígado. Era importante el momento de valorar el órgano en el hospital donante. Y para la preservación del corazón no teníamos herramientas tan sofisticadas como ahora".

Una vez que llegaron al Hospital Clínico de Valencia, los cirujanos asturianos constataron que el corazón era válido para un trasplante. Estamos en las tres de la madrugada del domingo al lunes. Una hora y cuarto después, José Luis Fernández entraba en el quirófano. El órgano ya viajaba hacia Asturias en un pequeño avión "Falcon 2000" privado. Desde el aeropuerto, hacia Oviedo por la autopista "Y", "las puertas de la ambulancia vibraban", explica Juan Carlos Llosa.

El corazón llegó al HUCA. Allí era esperado por un equipo amplio del que, entre otros, formaba parte el anestesista José Manuel Vallina Fonseca (hoy ya jubilado). "Nos habíamos preparado con mucha ilusión desde 1991. Todos fuimos a algún hospital donde hacían trasplantes, para ver cómo trabajaban y sobre todo para ganar en seguridad. Yo estuve en Inglaterra, donde desarrollaban mucha actividad". El papel de los anestesiólogos pasa en ocasiones demasiado inadvertido, pero es clave: "Los anestesistas veíamos que el trasplante es una intervención de corazón más, con algunas particularidades". En aquel inicio de febrero de 1998, indica el doctor Vallina, "todos los miembros del equipo estábamos bastante tranquilos y bastante bien organizados, y la prueba es que las cosas salieron muy bien. Y algunos de los primeros trasplantes eran muy complicados, porque los pacientes estaban muy justos".

La intervención finalizó con éxito a las nueve y media de la mañana del lunes, día 2. "No hubo ningún contratiempo. Todo rodó perfectamente. La intervención duró lo establecido", afirma José María Valle. Así había culminado el primer episodio de una aventura apasionante que no debe ser considerada mérito exclusivo de un puñado de médicos, sino un logro de todo un hospital, como entonces reconocieron los protagonistas de primera fila, quienes hoy refrendan esta idea.

"El trasplante de corazón nos llegó motivado por una necesidad. Asturias tenía ya un nivel potente en cirugía cardiovascular y, cuando surgía la necesidad de esta terapia, los enfermos tenían que trasladarse fuera de la región. Eso causaba muchos trastornos al paciente y a su familia", asevera José María Valle. Y añade: "Era mucho más útil tener aquí un programa de trasplante. No como un hito quirúrgico, sino con el fin de disponer, para la insuficiencia cardiaca, de un tratamiento más que es eficaz y que se aplica cuando las opciones restantes han fracasado".

Nada resultó fácil. "Hubo que vencer algunos obstáculos burocráticos. Hicimos una preparación intensiva, entre ellas prácticas con cerdos en el animalario de la Universidad. Y cuando todo el dispositivo logístico estuvo a punto, con el apoyo de la gerencia del HUCA y de la ONT, el programa echó a andar", precisa el doctor Valle. En aquel momento, el gerente del HUCA era Juan José Fernández.

Aquel corazón valenciano regaló a José Luis Fernández Suárez casi siete años de vida adicionales: falleció el 8 de diciembre de 2004, con 63 años.

El 19 de junio del año 2000, cuando el programa de trasplante cardiaco de Asturias llevaba dos años y pico de rodaje, Agustín Hidalgo Balsera, catedrático de Farmacología de la Universidad de Oviedo, sufría un grave infarto de miocardio mientras desayunaba en la cafetería de la Facultad de Medicina. Tenía 47 años. No recuperó la consciencia hasta un mes después, cuando ya había recibido un nuevo corazón. Casi 18 años después, sigue en activo como profesor universitario. A su juicio, "el trasplante de corazón está llegando a ser una cuestión puramente biológica y técnica".

La experiencia personal del profesor Hidalgo es positiva: "Pasados los dos primeros años, en los que estuve bastante limitado, la calidad de vida ha sido muy buena. No he tenido mayores problemas". ¿Limitaciones? "Pocas, pero no soy una persona de grandes aspavientos ni me he planteado grandes alardes físicos. El trasplante y yo nos llevamos bastante bien, convivimos bien". Muchos trasplantados de corazón se ven abocados a una jubilación prematura. En el caso de Agustín Hidalgo, "hubo opiniones encontradas entre los médicos. Antes del año, pedí el alta, me incorporé y no he tenido ningún problema. Y aquí sigo".

El gijonés Roberto Monte García, trasplantado el 1 de marzo de 2006, es el vivo ejemplo de la calidad de vida -"extraordinaria", reconoce- que puede llegar a proporcionar un trasplante cardíaco. Apasionado de la montaña, con el nuevo órgano ha alcanzado cimas que frisan los 5.000 metros. "De niño, me impactó mucho la historia del doctor Barnard, y que el trasplantado había durado vivo unas horas. Pero mi cultura de los trasplantes era muy limitada. Luego, cuando entré en el quirófano, ya tenía mucha confianza en que allí se me arreglaría todo", señala. A la intervención, Roberto Monte llegó con un balón de contrapulsación para ayudar a su corazón, que estaba a menos del 30 por ciento de su capacidad. "Después del trasplante, he podido volver a la montaña, que siempre ha sido mi pasión, desde que de muy pequeño iba con mi padre por los montes de Llanera. He tenido la fortuna de estar en cordilleras emblemáticas. Hace poco subimos a un amigo al Naranjo, porque se lo habíamos prometido". Este gijonés tiene ahora más tiempo para su hobby: con 66 años, ya está jubilado de su trabajo de funcionario en el Ayuntamiento de Gijón, al que había retornado poco después del trasplante.

Jorge Montes, piloñés afincado en Oviedo, perdió un hijo en 1994 por un derrame cerebral y decidió donar sus órganos. Tres años después, fue él quien necesitó un corazón, y lo recibió el 9 de mayo de 1997 en el Hospital Juan Canalejo de La Coruña. Fue uno de los últimos asturianos trasplantados antes del inicio del programa de implantes del Principado. "Con 85 años tengo mejor calidad de vida que cuando tenía 40. Voy todos los días al gimnasio. El año pasado, entre la cinta y la bicicleta recorrí 2.500 kilómetros. La medicación no me causa ningún efecto adverso. Paso todas las revisiones en el HUCA sin ningún problema", enfatiza.

La ovetense Carmen García Coto sufrió una miocarditis fulminante, de origen vírico, el 12 de febrero de 2013. "A mi hijo le dijeron que me quedaban 40 minutos de vida", rememora. Se equivocaron por bastante. Cinco días después, el 17, le practicaron el trasplante. "Pasé casi 50 días en la uvi, bastante grave, de ellos más de 30 en coma sin enterarme de nada. Después del trasplante, el primer año fue un poco difícil, pero con el tiempo mejoró mucho la cosa. A veces, incluso se me olvida que soy trasplantada. Llevo una vida normal con mi casa, mis hijos... Todo muy bien. Hago lo mismo que hacía antes", comenta con un tono que contagia optimismo.

Con 20 años de perspectiva, el cirujano Juan Carlos Llosa pone de relieve que el arranque del programa de trasplante "implicó un impulso para toda la cirugía cardiaca en Asturias, para todo el HUCA e incluso para la Administración sanitaria, porque no hay nada más multidisciplinar que un trasplante". "En estas dos décadas ha mejorado la organización del hospital donde se dona, y se ha mejorado la protección del órgano", explica el doctor Llosa, quien agrega que "hay casos espectaculares". Y entra en detalles: "En otras operaciones de corazón no sueles ver un beneficio tan claro. En el trasplante, el enfermo suele llegar en una situación dramática, con un corazón completamente deteriorado, y a los cuatro o cinco días sale de la uci como una situación funcional de persona sana, y eso te produce una satisfacción enorme".

Entre tanto, José María Valle, con 74 años, y José Manuel Vallina, ya jubilados de la sanidad pública, continúan en activo en el Centro Médico de Asturias. "Operar es como el comer: mientras tengas dentadura, lo haces sin problema. Formo parte de un grupo potente, soy un cirujano más y trabajamos en equipo", explica el doctor Valle con su inconfundible sentido del humor.

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