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Los 50 años del Monarca

Felipe VI, el Rey tranquilo

Asturias ha visto madurar al Monarca a través de los premios "Príncipe"

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Las visitas del Rey a Asturias, en blanco y negro

Veintitrés de octubre de 1999. El entonces Príncipe Felipe de Borbón, 31 años, viaja en helicóptero desde Oviedo a San Antolín de Ibias para entregar el premio al "Pueblo ejemplar". Le acompaña su equipo de confianza y los responsables de la Fundación Príncipe de Asturias. El piloto se encuentra con un vendaval y hay momentos en los que cuesta mantener el aparato en equilibrio. La mayoría de los pasajeros están pálidos, alguno intenta controlar las náuseas. Felipe, impasible, repasa el discurso que pronunciará poco después y lee algunos informes sobre Ibias. Cuando al fin el helicóptero aterriza, el entonces jefe de seguridad de la Casa del Rey, José María Corona, fallecido el pasado verano, le pregunta: "¿Señor, quedan muchos 'pueblos ejemplares' en Asturias?".

La anécdota retrata el carácter del hoy Rey Felipe VI, que el martes cumple 50 años. Su madre, la Reina Sofía, le describía así en el transcurso de una conversación, en una de las recepciones de los Premios: "Es muy parecido a su abuelo, mi padre el Rey Pablo, sereno, jamás pierde los nervios, nunca tiene prisa para tomar las decisiones, siempre espera el momento oportuno, y es tan bondadoso como él".

También es educado, discreto y con sentido del humor. Dicen que su esposa, la asturiana Letizia Ortiz, le ha acercado más a la gente, pero lo cierto es que él siempre ha sido de trato cálido. Más reservado que tímido, cuida los detalles y se le dan bien los niños y los ancianos. No le gusta nada que le elogien. "Me gusta aproximarme a la gente, estar en contacto con las personas, con sus problemas e ilusiones", ha declarado.

Asturias ha visto crecer y madurar al Rey. Fue un niño como muchos otros, algo mimado en una familia de tres hermanos en la que él era el pequeño. "Entre todos, lo habíamos malcriado. Le gustaba dormir mucho y madrugar poco. Tenía tendencia a la comodidad, al capricho, a hacer lo que le daba la gana, a salirse con la suya... Por eso convenía exigirle. Y nos planteamos enviarle a un internado fuera y lejos. Que pasara ese 'potro', antes de ir a las academias militares", declara la Reina Sofía a Pilar Urbano en el libro "La Reina". Y añade: "El ejército, la disciplina, fue fundamental. Eso es lo que te hace ser libre, someterte a una disciplina, saber dominarte a ti mismo. Si no, estás perdido. El Lakefiled College de Canadá fue muy duro. Estaba lejos, con mucho frío, a veintitantos grados bajo cero, sin amigos, sin familia. Pero volvió hecho un hombre".

Oviedo no sólo es el escenario de su primer discurso, en octubre de 1981, es el lugar al que desde entonces acude cada año -con la excepción del curso que estudió en Canadá- para entregar unos premios culturales y universales de enorme prestigio y que han contribuido a legitimar y consolidar la monarquía en un país de talante republicano. Los "Príncipe", un invento del periodista Graciano García, respaldado por el entonces jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, y por Juan Carlos I, y apoyado por instituciones y personalidades asturianas, son, hoy por hoy, un ejemplo de las mejores luces del siglo XX y XXI. No tienen la pompa, el boato ni la dotación de los "Nobel", pero son su competencia y, cada vez en más ocasiones, los jurados se adelantan a los suecos en sus decisiones. Hombres, mujeres e instituciones galardonadas son, en su gran mayoría, ejemplos de lo mejor de la condición humana.

En la capital del Principado también escuchó el emotivo e histórico discurso del poeta José Hierro, primer "Príncipe" de las Letras, que entonces el niño Felipe no entendió muy bien y que, con el paso del tiempo, como él mismo ha confesado, sería revelador. Habían pasado sólo unos meses del golpe de Estado del 23 de febrero, aquella noche negra que marcó el reinado de su padre y que él vivió despierto, atento a lo que sucedía. En Oviedo, Hierro, que había sufrido cárcel en la posguerra por pertenecer a una organización de presos políticos, entre los que estaba su padre, dirigiéndose a Felipe, habló como ciudadano poeta. Y dijo: "El sonido que emiten los que escriben, o hacen música, o investigan, no podría transmitirse sin el aire. El aire, apartándonos ya del resbaladizo terreno de la metáfora y las alegorías, se llama libertad, la libertad preciosa de nuestro clásico: el aire que tenemos que respirar cuantos creamos. Y este acto es un signo de que el aire ha empezado hace poco tiempo a llegar a nuestros pulmones".

Un discurso a favor de la mujer

El teatro Campoamor ha sido el principal escenario de sus discursos, los más personales. Sus colaboradores saben que la noche antes de la entrega de los galardones duermen poco. Felipe repasa y ensaya el texto, reflexiona mucho sobre el contenido, escucha las opiniones de los demás, pero, una vez que decide, es muy difícil que rectifique. Detesta la improvisación.

Se cuentan varias anécdotas. Una de ellas está relacionada con el discurso que pronunció en 1999. Había una afirmación sobre los derechos de las mujeres que algunos de sus asesores consideraban que podía ser polémica. Él se mantuvo firme. "Quiero finalizar mis palabras haciendo referencia a lo que considero uno de los grandes logros de este siglo: la conquista por la mujer de sus derechos", dijo.

Progresista en lo social, es habitual que en sus discursos se pronuncie a favor de los derechos de los más desfavorecidos o de los parados, de la protección del medio ambiente, de la necesidad de mejorar la educación, de la importancia de la cultura y de la ciencia. En los últimos años han sido constantes sus condenas a la corrupción y al maltrato de la mujer y de los menores, y siempre manifiesta su condición de servidor de España, garante de su unidad, su apoyo a la Constitución de 1978, "con una confianza audaz en la libertad", y la importancia de una Europa unida. También es uno de los dirigentes que más poetas cita en sus textos, entre ellos a la asturiana Berta Piñán.

Hay otro hecho que ayuda a entender su personalidad. Sucedió en la entrega de los "Príncipe" de 2003. El entonces presidente de Brasil, Lula da Silva, tenía programada esa misma mañana una intervención en la Junta General del Principado, entonces presidida por la socialista María Jesús Álvarez. Llegó agotado, se acostó y sus asesores se negaban a despertarle. Eso ocasionó una fuerte tensión entre los responsables de la Junta, que reclamaban su presencia, y los de la Fundación Príncipe, que no sabían muy bien qué hacer. Felipe fue informado de lo que sucedía y se trasladó a la habitación del presidente brasileño. Habló con él, le contó lo que sucedía y le convenció para vestirse de inmediato. El acto se celebró.

De Oviedo es su esposa, la periodista Letizia Ortiz Rocasolano. Su relación, conocida por los Reyes Juan Carlos y Sofía, un pequeño círculo de familiares, amigos y colaboradores, trascendió en los Premios de 2003. Aquel año, ella cubría la información de los galardones para Televisión Española y a él se le vio especialmente feliz en Navelgas, en la entrega del premio al "Pueblo ejemplar". La noche de los Premios, Letizia se reunía con un grupo de amigas en el popular la Santa Sebe de su ciudad natal y les revelaba que ese hombre misterioso con el que llevaba un tiempo saliendo y que muchas pensaban que era diplomático era un tipo "con una profesión diferente". Días después, el 1 de noviembre, un comunicado oficial anunciaba el compromiso, y el día 3, la pareja se presentaba al mundo.

Hiperactiva, perfeccionista, impaciente e imprevisible, Letizia sabe que tiene un carácter mucho más volcánico, totalmente opuesto al de su esposo. Como dice la Reina Sofía "toda su sangre es roja". Quienes los conocen coinciden en subrayar que ambos son personas de buen corazón, honestas, que aman y disfrutan de la vida y se complementan muy bien. Han formado un buen equipo, pese a la disparidad de orígenes. Él nació para ser rey, y ella, una de las tres hijas del matrimonio formado por Jesús Ortiz y Paloma Rocasolano, nacida en la ovetense calle del General Elorza, siempre quiso ser periodista, como su abuela Menchu Álvarez del Valle. Casi catorce años después de su histórico enlace, en una lluviosa mañana madrileña, los Reyes Felipe y Letizia, padres de Leonor y Sofía, han construido una familia y tratan de que sus hijas lleven una vida lo más normal posible. Han reservado un espacio para su privacidad y sus vacaciones familiares del verano, una vez cumplida su etapa en Palma de Mallorca, son sagradas. A menudo se les ve en el cine, en el teatro o cenando en locales madrileños. Sólo se conoce una pequeña crisis de la pareja, en el verano de 2013.

El de Felipe es un oficio difícil de entender, pero él parece llevarlo con naturalidad. Se ha acostumbrado desde pequeño. Cree que la monarquía debe ser útil, ejemplar y austera. La abdicación de su padre, el 19 de junio de 2014, fue un paso más en la historia de un príncipe tranquilo que llevaba preparándose toda la vida para ese momento. "Al decir rey, pienso en un monarca eficaz, digno de la confianza y el apoyo de todo el pueblo español", decía en una entrevista. Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, con un máster en Relaciones Internacionales por Georgetown (Washington), el despacho de oficial de las tres academias militares, primer rey verdaderamente constitucional y profundo conocedor de la historia de España, Felipe llegó al trono cuando la nota de la monarquía era de un 3,7. La última y errática etapa de Juan Carlos I, su pública relación sentimental con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, así como la imputación de la Infanta Cristina y de su esposo, Iñaki Urdangarin, por el "caso Nóos", estaban a punto de colmar la paciencia de los españoles. La Familia Real llevaba tiempo en crisis.

El pasado mes de noviembre, la nota que recibía el Rey era un 7,2. La encuesta, realizada por Sociométrica entre el 27 de octubre -fecha en la que el Parlamento catalán proclamó la república- y el 3 de noviembre, tras el encarcelamiento de Oriol Junqueras y varios exconsejeros, apuntaba otros datos de interés: los jóvenes de entre 17 y 30 años le daban un 6,5; los votantes del PSOE, un 7,3, y los de Unidos Podemos, un 3,6. La única valoración similar que se recuerda corresponde al Centro de Investigaciones Sociológicas de 1995, que daba un 7,5 a la Corona.

A Felipe VI se le ve como un activo para España en un momento en el que el liderazgo político está en crisis. Utiliza el mismo despacho que ocupó su padre en la Zarzuela, con la misma mesa, presidido por un retrato del Rey Carlos III, pintado por Mengs, que hizo traer de su casa. Se ha rodeado de fotos familiares y objetos personales queridos. Una de las primeras decisiones que adoptó fue hacer públicas las cuentas de la Casa del Rey.

Estos casi cuatro años de reinado no han sido fáciles y casi desde el primer momento ha tenido que hacer frente a situaciones inéditas: bloqueo político ante la decisión de Mariano Rajoy de renunciar a formar gobierno por su reducida victoria electoral, que desembocó en nuevas elecciones; atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils, la permanente rebeldía institucional de Cataluña y, en el terreno personal, la desgarradora ruptura con su querida hermana Cristina. Cuando el pasado 26 de agosto decidió, en contra de la opinión de algunos miembros de su equipo, encabezar la manifestación de Barcelona contra el terrorismo, sabía que podía ser un momento difícil. Los insultos le dolieron, pero sobre todo le entristeció la manipulación de una marcha que debía ser unitaria contra el terrorismo. Por eso el 3 de octubre, dos días después del referéndum ilegal en Cataluña y con un Gobierno no muy convencido, decidió que el Rey debía dirigirse a los españoles como jefe del Estado y como capitán general de los tres ejércitos. Horas antes de su primer discurso excepcional, un tuit que se burlaba de su silencio y que le apodaba "el escondido", había sido "trending topic". Con la determinación del buen patrón de barco que se enfrenta a la inmensidad del océano -la vela es una de sus pasiones-, con seriedad y firmeza, sin utilizar ni una palabra en catalán, que él habla con soltura, al igual que el vasco, condenó la "deslealtad inadmisible" de las "autoridades que representan a Cataluña".

En 2014, año de su llegada al trono, la Fundación Príncipe pasó a denominarse Fundación Princesa de Asturias, titulo de la Infanta Leonor. Con este motivo, la institución editó los discursos pronunciados por Felipe hasta entonces en el teatro Campoamor, con un pequeño prólogo del Monarca. "En mis intervenciones una palabra se repite más que ninguna otra: la palabra España. Este dato me hace sentir una profunda emoción y un sincero orgullo. Aquí está la España esperanzada, comprometida, democrática, diversa y unida. La España en paz y en incesante progreso. La España de la concordia y el entendimiento. Y en diálogo con ella, su brillante historia, su fortaleza, la grandeza de su viaje milenario, su fraternidad y la tantas veces probada solidaridad de los españoles; su búsqueda del bienestar común, su alto sentido de la justicia, su convencido europeísmo y sus vínculos históricos y entrañables con Iberoamérica".

Sabino Fernández Campo, asturiano, jefe de la Casa del Rey de Juan Carlos I, conocía muy bien y muy de cerca a los miembros de la Familia Real. Cuando, hace unos años, hablando de la dinastía de los Borbones, un periodista le preguntó sobre la personalidad de Felipe, entonces todavía príncipe, respondió: "Es otra cosa".

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