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El parque nacional /3

Una historia tallada en piedra

La geología, la roca, constituye una presencia dominante en los Picos de Europa, uno de los grandes macizos calcáreos del mundo, modelado por el karst y los glaciares

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La belleza de los Picos de Europa, en 21 fotos

"Ríos virginales, ríos espumosos y rugientes; ríos de color esmeralda, Manantiales crudos, frígidos, de aguas de hielos: lagos límpidos, cristalinos; y ventisqueros de nieves eternas. Abismos insondables, canales vertiginosos, las entalladuras de los fantásticos beyos (...) jous profundos (...) y, en las alturas libres de la Peña, haces de aristas, de cresterías y ringleras de enhiestas torres". La adornada prosa de José Ramón Lueje, maestro de montañeros y de divulgadores de la montaña, describe de este modo la naturaleza de los Picos de Europa, parte de la cordillera Cantábrica, pero con una identidad tan singular y marcada (debida a su naturaleza calcárea y a la escasa erosión superficial, que ha propiciado la conservación de su perfil afilado) que suelen tratarse como un sistema aparte. Un mundo de roca domina, por altitud y por extensión, imperativo, la naturaleza de estas montañas. Unas rocas que son el origen, la base y la condición de la vida en el Parque Nacional. Unas rocas que cuentan una historia antigua, violenta, convulsa, escrita en su geología,en su relieve, en su superficie.

Antes de ser un sistema montañoso, los Picos de Europa fueron, durante 20 millones de años, una plataforma submarina que se hundía hasta unos 700 metros de profundidad y cuya cima llegaba cerca de la superficie e, incluso, emergía en los períodos glaciares de descenso del nivel del mar. La Orogenia Varisca o Herciniana, un destacado episodio de deformación de la corteza terrestre, los levantó y dio forma a uno de los más importantes macizos calcáreos del mundo. Aunque los fósiles de organismos marinos no resultan muy evidentes en las rocas (la mayoría son de pequeño tamaño, poco visibles o no apreciables a simple vista), en realidad están en toda su extensión, puesto que la propia roca caliza está formada, en gran parte, por restos de organismos: caparazones y esqueletos.

Sobre esa materia prima bruta (con una antigüedad que oscila entre 540 y 250 millones de años) actuaron tres procesos de modelado a los que se debe la fisonomía actual del macizo: el karst, el glaciarismo y la erosión fluvial. El primero es el responsable de las diferencias apreciables en términos de paisaje entre los Picos de Europa y las montañas circundantes de la cordillera Cantábrica, de relieve más suave. Mientras que en los Picos la erosión (karst es como se denomina al proceso de disolución de la roca por la acción erosiva del agua) actuó, sobre todo, socavando la roca y creando infinidad de conductos subterráneos (torcas, simas y galerías), algunos muy profundos y/o de gran desarrollo horizontal, en el resto de la cordillera se produjo una intensa erosión superficial, que suavizó su orografía. Por otra parte, la mayor dureza de la caliza dio lugar a fuertes pendientes, que no se formaron en las rocas del entorno (conglomerados, areniscas y pizarras), más deleznables y erosionables.

El karst ha creado morfologías tan características como los lapiaces (acanaladuras en la roca separadas por aristas cortantes) y los diversos tipos de depresiones que horadan la superficie del macizo: jous, dolinas, uvalas, poljés -estos y las anteriores formados por la unión de dos dolinas- y valles ciegos. En la excavación de los jous, que pueden tener cientos de metros de diámetro, han intervenido también la erosión del hielo y de las morrenas (depósitos de rocas acumulados por el paso de las lenguas glaciares), cuya impronta domina la naturaleza del macizo. A su vez, las glaciaciones reactivaron la red fluvial (los principales valles glaciares coinciden con los mayores ríos de la zona), que excavaron profundos cauces (las angostas entalladuras del Sella, el Cares y el Deva)y produjeron el arrastre de un gran volumen de material de ladera.

Las entrañas de la montaña

La fuerte erosión kárstica de los Picos de Europa, la disolución de la roca caliza por el paso del agua, ha modelado un complejo y espectacular relieve subterráneo cuya manifestación más destacada son las simas (conductos verticales), cuyo origen y distribución se relacionan con las fracturas del sistema, en particular las fallas y los encabalgamientos. Cuatro de ellas están declaradas monumentos naturales (desde 2002-2003) por sus valores geomorfológicos y biológicos: la red de Toneyu y el sistema de El Jitu, en el macizo occidental o del Cornión, y el Sistema del Trave y la Torca Urriellu (en las inmediaciones del pico homónimo), en el macizo central o de los Urrieles. La primera destaca como una de las mayores cavidades de la península Ibérica en cuanto a desarrollo, con 18.970 metros explorados, mientras que El Trave constituye la sima más profunda de España, con 1.441 metros de longitud. Le sigue El Jitu, con 1.135. Ambos sistemas poseen, asimismo, importantes valores biológicos en forma de insectos, arácnidos, crustáceos y colémbolos troglobios, en particular sendas especies nuevas: un colémbolo, de un género igualmente novedoso: "Ongulonychiurus colpus", en El Trave, y el milpiés "Asturosoma fowleri", descrito en El Jitu. Dentro de la extensa Red de Toneyu se han encontrado restos óseos de oso pardo.

Vestigios del frío glaciar

Los glaciares cuaternarios del Würm (100.000-10.000 años antes del presente) han tenido un papel principal en el modelado actual del relieve de los Picos de Europa: el hielo ha sido el escultor de las formas que hoy se aprecian en las rocas, mientras que las lenguas glaciares, algunas de hasta diez kilómetros de longitud, dieron su perfil, su hechura, a los valles.

El hielo no ha actuado solo; en muchas morfologías se aprecian también las huellas previas del karst y la acción anterior o posterior de la erosión fluvial. Tres fuerzas cuya "cooperación" ha tallado y pulido los masivos bloques de caliza carbonífera que constituyen los Picos de Europa. El hielo, por otra parte, no se ha ido. La Pequeña Edad del Hielo, un marcado episodio de enfriamiento que tuvo lugar, aproximadamente, entre 1580 y 1850, y que representa la mayor variación climática conocida en tiempos históricos, devolvió, modestamente, el hielo glaciar a los Picos, del que han quedado vestigios en puntos aislados y elevados (entre 2.220 y 2.480 metros de altitud) de los macizos central y occidental (faltan en el oriental o de Ándara por su menor altitud y por su topografía menos favorable).

Los heleros (las masas de hielo no alcanzan categoría de glaciares) han persistido, aunque a mediados del siglo XIX ya comenzaron a advertirse en ellos evidentes signos de retroceso, un fenómeno que se aceleró a partir de la década de 1990, y al inicio del siglo XXI habían desaparecido el de Cemba Vieya (que pudo haber ocupado más de 35 hectáreas en el máximo glaciar del siglo XIX) y el de la cara norte de Peña Santa (que tuvo una superficie de 38,4 hectáreas y se extendía entre 2.596 y 2.190 metros), mientras que el de La Forcadona solo retenía hielo en su parte subterránea, con un espesor estimado de ocho metros. Se mantienen mejor los dos heleros del macizo central: el de la Torre de La Palanca, que en 2009 había perdido un 68,2 por ciento de su volumen, y, el mayor de todos, el de Jou Negru, en la cara norte de Torre Cerredo, con 14,3 metros de espesor y 2,5 hectáreas de superficie (menos de la mitad de lo que se estima que ocupaba en el máximo glaciar del siglo XIX).

El calentamiento global augura un futuro efímero a estos heleros, con fecha de caducidad en 2025, según los modelos climáticos vigentes. Las temperaturas estivales no cesan de subir y apenas caen ya nevadas en verano, dos factores que impiden que la nieve se conserve en esa época del año, lo que, inevitablemente, va minando la resistencia del hielo glaciar en las cumbres.

Gargantas profundas

Tres ríos principales drenan y cortan o delimitan los Picos de Europa. El Cares fluye por su mismo corazón, separando entre sí, mediante un profundo tajo, los macizos occidental y central, el Cornión y los Urrieles. Un canal corre parejo al curso fluvial desde hace casi un siglo (se inició en 1917 y quedó rematado en 1924), para abastecer de agua a la central hidroeléctrica de Poncebos (Cabrales), instalada en uno de los extremos del desfiladero, que desde mediados del siglo pasado recorre también una senda de unos 12 kilómetros de longitud, trabajosamente tallada en la roca. La "Garganta divina" es uno de los parajes más sobrecogedores de estas montañas. Tampoco deja indiferente el desfiladero de Los Beyos, tallado por el río Sella, límite occidental de los Picos de Europa, con desniveles verticales de más de 1.000 metros y que hasta finales del siglo XIX fue una barrera infranqueable (la carretera del Pontón no quedó abierta hasta 1886). El paso del Deva, por el borde oriental del sistema, también ha dejado una profunda entalladura en la roca, el desfiladero de La Hermida, por cuyo fondo discurre la angosta carretera que da acceso a los Picos de Europa en su vertiente cántabra.

Los nombres de la roca

Los Picos de Europa son un gran bloque de roca, de caliza; tres bloques, tres unidades, para ser exactos. Pero no constituyen una masa homogénea, sino que, dentro de su angosto y contrastado relieve, se distinguen diferentes formaciones a diversas escalas, cada una de las cuales tiene su precisa denominación local. Estos son los nombres de la roca.

Alta montaña

-Peña: Se utiliza de forma genérica para referirse a las zonas altas con roquedo (Peña Santa). Antiguamente, el término designaba todo el sistema: Peñas de Europa, como figura en el mapa de Bastón de Laredo, de 1774.

-Torre, torri: Cumbre destacada en las cresterías, de gran tamaño y de forma vertical y/o regular, como una torre (Torre Cerredo, Torre del Friero, Torre del Llambrión).

-Picu: Cumbre destacada en las cresterías, pero de forma afilada y/o de perfil más sobresaliente que las torres (Picu Urriellu).

-Neverón: Cumbres con nieves perpetuas o muy persistentes (Neverón del Albo).

-Jou: Depresiones de forma cónica formadas por la erosión del agua, a las que se desliza la nieve, que en su fondo da lugar a neveros permanentes (Jou de los Cabrones).

-Jorcáu, jorcada: Paso elevado en una crestería, con o sin acceso en una o en sus dos vertientes. También se designa como forcada y por el término montañero de brecha.

-Pan: Designa un collado o puerto, generalmente el paso más bajo entre dos valles (Pandébano, Pandemules, Panderruedas).

-Travieses, playes: Lugares pendientes y accidentados en las laderas, con zonas de pasto y roquedos. Antiguamente, las cruzaban senderos de pastores, pero se han perdido por la falta de uso. Son típicas de la caída desde Ordiales al valle de Angón, en Amieva.

-Canal: Corte transversal en una ladera, muy pendiente (algunas hasta el 70%), donde se producen frecuentes desprendimientos. Son características las que vierten al Cares tanto desde el Cornión como los Urrieles.

-Llambria: Roca lisa, pulida por la erosión, de disposición inclinada. Los lugares donde se concentran se llaman llambriales.

-Canalizu: Pequeño canal formado por la erosión del agua; suelen aparecer agrupados en paralelo, a modo de tubos de órgano.

Media montaña

-Tiru:Lugar utilizado antiguamente como puesto de caza, bien en las cimeras, bien en collados. Llevan tanto nombres de localización (Tiru Llagu) como de cazadores (Tiru Navarro, Tiru Tirso, Tiru de la Infanta).

-Cabezu: Altura destacada en la línea media de cumbres, pero de formas suaves, no un vértice destacado (Cabezu Llorosu).

-Porra, porru: Morfología similar a la anterior, pero más cilíndrica y de posición aislada, que la hace destacar más (Porru Bolu).

-Cantu: Cima con un cortado pronunciado en una de sus caras (Cantu Cabroneru).

-Morra: Cima con cortados destacados en dos de sus lados (Morra de Lechugales).

-Cuetu: Se denomina así un conjunto de picos menores en una cimera, de lados regulares, sin vértices ni paredes destacados.

-Seu: Paso difícil en la roca que obliga a agarrarse o trepar, en caminos de pastores (Seu de Remoña). Usado recientemente para designar el conjunto de la vía pecuaria.

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